COLUMNISTAS

¿Nunca más?

Activistas y estudiantes protestaron ayer afuera de una fábrica de rifles AK-47 en Pompano Beach, Florida. Foto: AFP.

“Sabía que nunca podría alzar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin primero hablar claramente sobre el proveedor más grande de violencia en el mundo hoy día: mi propio gobierno”, declaró Martin Luther King Jr en su famoso discurso contra la guerra de Vietnam en 1967, donde vinculó la injusticia y opresión dentro de este país a sus políticas bélicas e imperiales a nivel mundial.

Estados Unidos es un país extraordinariamente violento, el más violento de todo el primer mundo dentro de sus fronteras y, tal vez, si se cuentan las víctimas de su violencia afuera, el más violento del planeta. La violencia es parte integral de su historia, empezando con la campaña genocida contra los primeros habitantes de este país, la esclavitud y las guerras de todo tamaño (algunas con millones de muertos) contra decenas de naciones hasta la fecha. Este país es el único que ha empleado un arma de destrucción masiva. Más aún, su economía ha dependido en gran parte de la producción de armas, de guerras, de control civil; es el mayor subsidio público al sector privado.

Y la violencia institucional y oficial siempre ha sido bipartidista y justificada en nombre de la paz y para defender al país y a veces hasta para salvar al mundo. La violencia oficial dentro y fuera del país no es la excepción, es la regla.

La matanza en la preparatoria pública Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, el pasado Día de San Valentín ocurrió en un país inundado por más de 300 millones de armas de fuego que, cada año, cobran más de 32 mil vidas (y decenas de miles de heridos) y que desde 1968 a la fecha han matado a más estadunidenses que los que perecieron en todas sus guerras desde la fundación de este país. Pero esa violencia interna no se puede separar de la externa, de las guerras e intervenciones casi incesantes de este país a lo largo de su historia. El mensaje oficial es que la violencia es una respuesta legítima, justificable y necesaria. Y las armas, pues, sagradas.

Lo que más desea Trump hoy día es un desfile militar con muchos aviones sobrevolando y presidido por él, un comandante en jefe que evadió –como tantos hijos de ricos– el servicio militar durante la guerra en Vietnam. Y su solución para resolver la violencia de las armas de fuego es: más armas de fuego, inlcuida la de armar a los maestros.

Nunca Más es el nombre del nuevo movimiento lanzado por esos estudiantes de Florida que sobrevivieron la más reciente matanza, una respuesta feroz contra los políticos y la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) que son cómplices de la cultura violenta oficial de este país. Por ahora, estudiantes de prepa los están haciendo temblar como nunca.

Emma Gonzalez, de 18 años, sobreviviente, cuyo discurso en la primera manifestación después de los hechos mortíferos se volvió viral, hoy día tiene más seguidores de su cuenta de Twitter, @emma4change, que la @NRA, una de las organizaciones más poderosas de este país. Ella, junto con sus compañeros como Alfonso Calderon, Cameron Kasky, Jaclyn Corin y David Hogg, entre otros, lanzaron Nunca Más y en las primeras horas después de la tragedia convocaron a una marcha nacional para el 24 de marzo declarando que esta será la ultima masacre en una escuela. De repente encabezan lo que podría ser, si se logra sostener, un movimiento de una nueva generación que, en esencia, rehusa ser cómplice de la violencia.

El movimiento, cuyos objetivos son muy concretos –prohibir la venta de armas de guerra, verificar la salud mental de quien compre armas– está cuestionando con ello la esencia política de esta democracia. Queda claro, señalan, cuando en las encuestas más recientes, la gran mayoría del país favorece controles sobre la venta y uso de armas de fuego (en las dos más recientes: CNN: 70 por ciento en favor; USA Today, 63 por ciento), pero los políticos siguen frenando mayores controles al servir a la NRA.

Empresas nacionales, entendiendo el poder potencial de este movimiento, están huyendo de su relación con la NRA; la lista crece cada día: Delta, United, Hertz, Avis, Enterprise, Symantec, Chubb y First National Bank.

La NRA acusa a estas empresas de cobardía, y una de sus voceras nacionales se atrevió a declarar que los medios son culpables de manipular todo esto, ya que les encantan las matanzas porque elevan los ratings. David Simon, creador de The Wire y Treme, entre otras de las mejores series de televisión, y quien fue periodista del Baltimore Sun, le respondió: “como reportero cubrí más de mil muertes por armas de mano y me pasé un año completo siguiendo a detectives de homicidios de escenario en escenario. Cubrí un tiroteo masivo. ¿Me encantó? Fuck you, vocera estúpida, sin sentido, sociópata… para este infierno estadunidense”.

Michael Moore, cuyo documental Bowling for Columbine investigó el tema de la violencia armada en Estados Unidos a partir de otra matanza en una preparatoria, envió un tuit: La NRA es una organización terrorista, recordando: hemos tenido 1.2 millones de muertes de estadunidenses por armas desde que John Lennon fue baleado en Nueva York.

Pero lo que asusta más a las cúpulas es que estos jóvenes logren crear alianzas con otros movimientos, algo que ya está empezando a suceder. Camila Duarte, estudiante de preparatoria y líder de United We Dream (la mayor organización nacional de jóvenes inmigrantes) en Florida, declaró: como jóvenes de color e inmigrantes, hemos pasado por tanto odio, abuso emocional y violencia en el último año, desde la prohibición musulmana hasta el fin del DACA, pasando por recortes al presupuesto escolar, y anunció que los jóvenes inmigrantes de United We Dream “seguiremos el liderazgo de los estudiantes valientes de la preparatoria Marjory Stoneman Douglas (…) en la Marcha por Nuestras Vidas. Tomaremos las calles juntos porque creemos en un futuro en el cual todos puedan sentirse seguros en sus escuelas y en sus casas”. Se espera que otros jóvenes, de otros movimientos, también se sumarán.

Tal vez los estudiantes podrán enseñar a todos aquí cómo decir nunca más a los maestros de la violencia.

(Tomado de La Jornada)

Foto del avatar
David Brooks
Periodista mexicano, corresponsal del diario La Jornada en los Estados Unidos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *