COLUMNISTAS

Notas que me vienen a la mente

Las intenciones no son nuevas. Recuerdo allá por la década de los años 80 del pasado siglo y en años posteriores, que entre los periodistas cubanos y la organización que nos agrupa —la UPEC— tomó forma de debate en asambleas, plenos y en colectivos de la prensa, una especie de «convocatoria» a que se elaborara una Ley de Prensa.

Mucho se discutió entonces, pero no se llegó a concretar una legislación, y se han mantenido, en algunos casos hasta nuestros días, las insatisfacciones en relación con las fuentes de información, que se atribuían el derecho al sí o al no, a la hora de «dar las noticias».

Incluso —y por desgracia—se exacerbó cierto vicio hacia la apología y hasta llegó a postergarse el uso de la crítica o el análisis de factores, muchas veces meramente burocráticos, en los que se asumía aquello de que la «crítica era una contribución» que hacíamos a nuestros enemigos.

Todavía hoy me resulta tóxico cuando oigo, veo o leo, algunos reportes de prensa, por lo general salidos de una u otra reunión, donde la «noticia» es que «todo está bien», aunque algunas veces se le agregue lo del «compromiso» a seguir mejorándolo.

Recuerdo aquellos reclamos que apuntaban sobre el «control», posiblemente exagerado por parte de quienes debían hacer fluir la información.

El teatro de la propia UPEC fue muchas veces testigo de los fuertes debates, no siempre correspondidos con la requerida «apertura» al universo informativo que clamaban los periodistas.

Se debatía mucho sobre cómo debía ejercerse la profesión y hasta cuál debía ser el modelo de prensa dentro del socialismo que se había escogido como sistema en Cuba.

No soy, por mucho, el único testigo viviente de aquellas jornadas de debate. Los hay todavía en algunos medios y en equipos de colaboradores de la UPEC que, desde la jubilación, aun no tienen respuesta a muchos porqués de entonces y de ahora.

De aquellos años de debates, recuerdo también, un aspecto que, aunque no esté relacionado con los proyectos de leyes de prensa de entonces y de ahora, si ocuparon espacio preponderante en lo internacional y local.

Se trata de cuando se alzaron voces de personas e instituciones, con el reclamo de construir un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación.

El tema, salido en lo fundamental de los foros de países del Movimiento No Alineado, tomó fuerza en la ONU, la UNESCO, la Organización Internacional de Periodistas, (OIP), la FELAP y muchas otras instituciones regionales, nacionales e internacionales.

Me vienen a la mente nombres de colegas muy cualificados, como el chileno Fernando Reyes Matta, el peruano Rafael Roncagliolo, el venezolano Eleazar Díaz Rangel, los cubanos Enrique González Manet, Ernesto Vera y Arnaldo Coro, entre muchos otros, que levantaban sus voces en escenarios internacionales y de nuestro país, en defensa de aquella gran batalla por lograr un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación.

Como era lógico, los enemigos de la información como un derecho público, se rebelaron —y ¡de qué manera! — cuando su apego a los medios monopólicos privados y su falsa concepción de «libertad de prensa», parecían amenazados por un reclamo universal en defensa de la información como derecho de todos.

Recuerdo aquellas especies de motines contra la propuesta del Nuevo Orden Informativo, que encabezaron la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Federación Internacional de Periodistas (FIJ), y alguna que otra fundación europea, entre otras.

Alzaron sus voces con el dios dinero como instrumento, convocaron encuentros, ofrecieron becas gratuitas, y hasta «compraron» a uno que otro iluso con la zanahoria de la «libertad de prensa», según los valores occidentales.

La batalla por el Nuevo Orden Informativo Internacional no debe darse por concluida y las nuevas generaciones de periodistas deben adentrarse en ella y apoderarse de sus contenidos para poder defenderlos.

Una Ley de Comunicación Social en Cuba —me atrevo a pensar— tiene que establecerse bajo el principio de lo que es nuestro país, del proyecto de nación que se edifica, y de lo refrendado por una Constitución aprobada por la gran mayoría del pueblo.

Por tal razón, el ejercicio de un periodismo revolucionario, con la verdad como bandera, debe ser siempre un escenario para el debate transparente, contrario al periodismo contrarrevolucionario, como el que practican algunos internamente, principalmente asalariados al servicio de quienes quieren, cuando menos, dividir, desestabilizar y luego apoderarse de Cuba, como mera caricatura de la época colonial con su Doctrina Monroe como estandarte.

Foto del avatar
Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *