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Imagen y poesía: Humo ritual

“La gracia y la apertura que sugieren estas evocaciones, están en la continuidad de un mundo que transita desde sus ancestros africanos hasta nuestros días, y que no va a morir, porque ha extendido sus raíces en el profundo mestizaje de una cultura que ya es parte de nuestra identidad”.  (Francisco López Sacha)

En las religiones cubanas de origen africano, el humo del tabaco asume la misión de purificar todo lo que toca, a la vez que eleva el mensaje y la espiritualidad de los seres humanos hasta los dioses y los muertos. Tejido blanco que se esparce como nube y envuelve rostros, cuerpos y altares en armonía entre la tierra y el cielo.

En pleno ritual religioso -una mañana de marzo de 2016 en Jagüey Grande- mientras el humo con su aroma y espesura cubría los ojos de esta mujer negra, hija de Oshún, el fotógrafo sumergido en la niebla y el azar, detenía el instante en su más íntima dimensión.

Poesía y realidad, magia y naturalismo.

Humo de siglos / humo de una fe que traspasó a todos los dioses / humo ritual que se eleva sobre dolores y sangre. Versos de un poeta en trance, Rafael Acosta de Arriba, quien se adentra en el rito, viaja a los ancestros y desde su martirio revive un dolor que los siglos no apagan.

Humo de siglos 

Un humo circular asciende por su rostro

Beldad de ébano,

Lo negro llenando la imagen, al centro un rostro de serena belleza

Es la belleza desplazada, la remitida solo al gusto tribal del África

O a lo que no importa,

Lo negro como algo descartable

 

Piel negra como un texto infinito, pelo y labios gruesos, queloides

Es la piel lo único de color diferente, la blanca y la amarilla también lo son

Diferente, qué palabra más simple y sin embargo cuántas injusticias se esconden detrás de sus sílabas,

es mucho tiempo

Occidente no resiste esa belleza otra,

La detesta porque sabe que la vida surgió ahí

Un sexo negro, negrísimo, fue el verdadero origen

Es la belleza del principio de los tiempos y el humo certifica esa verdad

 

Humo de siglos

Humo de una fe que traspasó a todos los dioses

Humo ritual que se eleva sobre dolores y sangre

 

¿Puede lo negro ser la respuesta a las preguntas?

No lo sé, la imagen es un enigma.

 

Rafael Acosta de Arriba

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Roberto Chile
Roberto Chile. Premio Nacional de Periodismo José Martí, 2019. Documentalista y fotógrafo. Durante más de 25 años acompañó a Fidel Castro en sus recorridos por Cuba y el mundo, documentando el constante ejercer de su obra. Al decir del historiador Eusebio Leal, “Roberto Chile ha sabido forjar una imagen singular, siempre digna y luminosa de Cuba. Sus imágenes conforman un universo de fe y espiritualidad, perceptibles para aquellos que, como él, son capaces de amar”.

5 thoughts on “Imagen y poesía: Humo ritual

  1. Roberto Chile, gran maestro y artista de la imagen, nos transporta con sus fotografías a ese mundo mágico y profundo, legado espiritual de nuestra ancestralidad afro. Hermosas fotografías!

  2. Muy interesante fotografía, espectacular, muy linda…. Uno admira su trabajo y la belleza de sus capturas. Un maestro de lente y combinando igualmente otras manifestaciones del arte con gran maestría junto a sus fotografías. Admiramos a Roberto Chile, un referente valioso de la fotografía cubana contemporánea, y la obra de Rafael Acosta de Arriba excelente, al ver esta fotografia y leer el texto, sin dudas nos atrapa y seduce imagen y texto… Un humo circular asciende por su rostro como diría el poeta, y eleva a un grado superior la propia imagen. El texto es hermoso. Gran poeta el Rafa.

  3. Una vez más se unen talento y azar en una imagen. Quiso el destino alinearlo todo: sujeto, ambiente, drama, luz y clic. Allí está, inmortalizado el momento. Y es que así es la fotografía de Chile, todo arte, como quiera que lo aprecies. Excelente trabajo Maestro.

  4. Un exquisito olor a tabaco ha impregnado mis versos. Se va soltando cual bailarina de tul hasta dejar caer sus arandelas en el poema. Son como espirales de humo que se esparcen por todo el espacio textual. Parece que vivieran ahí en la cofradía de mis palabras, por generaciones, desde hace siglos. Tienen ese vuelo espeso y azulado como si un rumor de plantación acompañara la rutina de mis trazos. Quienes me leen atestiguan el ya anecdotario sabor de este ecosistema de vapor.
    A cada lector le corresponde torcer el verso, hoja por hoja, hasta convertirlo en un largo pitillo color café, y luego encenderlo meticulosamente con un fósforo de madera. Darle una sola aspirada, dejando pasar el eco de la tos sin resbalar la ceniza. Una sola neblina de tabaco disparado como una locomotora hasta que desaparezca por completo como si la boca y la nariz se lo hubieran deglutido en un ritual de purificación. Un detalle: aspirarlo por la boca tiene su proeza y su técnica. Empezando por aflautar la lengua en la mitad de las dos hileras de dientes, y después ofrendar el humo a las deidades guerreras: Elegguá, Oggún, Changó y Ochosi.
    ¡Vaya, pero qué cadencia, qué delicadeza! ¡Qué manera tan impresionante de salir marchando sin que nadie se note su presencia! ¡Ah, quedaste extasiado! ¡Cuán placentero se siente! ¿verdad? Se desvía en círculos aquí y allá, sin bitácora, así como cuando uno lee por primera vez el Ulises de Joyce. Se enrosca en tu garganta como un erizo en su madriguera. No, no, no. A lo mejor como una serpiente de tres cabezas tomando su siesta del mediodía. Eso sí, hay que humear para que sea efectivo. Es un acto de magia en un tratado de Tabaco-esía que no se disculpa con las empresas tabacaleras o con la Organización Mundial de la salud porque no te advierte ni de la bronquitis, ni del asma, ni de cuánto grosor y diámetro de humo se almacena en las paredes de los pulmones para alargar tu sueño. ¿Escuchaste bien? ¿Sí? ¿Seguro? Así huelen mis palabras saturadas de humo. Así es el sonido oloroso de esta Tabaco-eta. Mito, oración o conjuro ¡Qué comience la ceremonia de la lectura!

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