Carlos Lechuga
CON DOS DEDOS

Un periodista llamado Lechuga

Decía Manuel Márquez Sterling que periodismo y diplomacia eran profesiones excluyentes. Una verdad relativa. porque en América Latina son numerosos los embajadores, enviados extraordinarios y ministros plenipotenciarios que salieron de las redacciones de los periódicos.

Sin ir muy lejos, el propio don Manuel fue un notable diplomático, el embajador que en 1913 hizo lo imposible por salvar la vida del presidente mexicano Francisco I. Madero, y que extralimitándose como diplomático y con tal de protegerlo, llegó a dormir en la celda donde mantenían cautivo al mandatario.

Más acá en el tiempo, nuestro canciller Bruno Rodríguez Parrilla y Rogelio Polanco —este último fue embajador en Venezuela durante más de una década—, pasaron por la redacción del diario Juventud Rebelde.

Del periódico El Mundo salió, en 1959, el embajador Carlos Lechuga, y no por eso se perdió al periodista que, con los libros Itinerario de una farsa y En el ojo de la tormenta, logró aunar ambas calidades, dando a su relato la viveza de reportaje y la seriedad documentada de la historia desde el sugerente ángulo diplomático de los acontecimientos.

Ya no recuerdo si fue el propio Lechuga o una de sus hijas, quien me pidió la nota para la contratapa del libro Barcos de papel,  que Ediciones Unión publicó en 2008. No existía hasta ese momento un volumen que recogiera, al menos, una selección del periodismo de Lechuga a lo largo de sus siete décadas de ejercicio profesional. Dicho título, que compiló su hija Lillian, empezó a llenar ese vacío y puso al alcance del lector de hoy algunas de las piezas del mejor periodismo cubano de todas las épocas, salidas de la pluma ágil de un autor que supo auscultar el palpitar de la vida y registrar el curso de su tiempo. Un periodismo sobre el que siempre será necesario volver, a fin de indagar cómo fuimos y saber cómo somos.

Claridades

La  vida de Carlos Lechuga fue intensa. Nació en el muy habanero barrio de La Víbora, en 1918. Quiso estudiar navegación, pero terminó “tripulando barcos de papel en mares de tinta”. En definitiva no hizo estudios académicos de ningún tipo, sin embargo , desde muy temprano, se convirtió en un lector voraz que comenzó en el periodismo con 19 años de edad. Trabajó para los diarios El Mundo, Patria y Luz.

Fue reportero de Sociedades Españolas y de la Universidad de La Habana; “cubrió” el Palacio Presidencial y se desempeñó como cronista parlamentario hasta que, en Bohemia,  junto a Enrique de la Osa, fue uno de los fundadores de la sección En Cuba. Ejerció  en esa revista el periodismo de investigación e inició la modalidad de las mesas redondas. De nuevo en El Mundo asumió la jefatura de la plana política y publica, una columna diaria, Claridades. A partir de 1954 conjugó su labor en el periódico con espacios en el Canal 2 de la Televisión. Es la época de El Mundo en TV y Telemundo pregunta, así como el espacio Claridades, con comentarios políticos.

Toda esa etapa de su quehacer anterior al 1959, comentó  su hija Lillian, se inscribe fundamentalmente  en el ámbito nacional, y sus temas son abordados, por lo general, con carácter de denuncia frente a los desmanes de los diversos gobiernos republicanos.

“No pocos problemas confrontó cada vez que revelaban los chanchullos de algún politiquero. En más de una ocasión fue objeto de amenazas e, incluso, retado a duelo”,  rememoró  Lillian.

Contra Batista

Lechuga abordó en su trabajo el bonche universitario y la actuación de los grupos gansteriles. Abogó por el saneamiento administrativo. Se pronunció contra la corrupción política y reclamó el rescate de la riqueza nacional.

Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, se opuso a Batista y no cejó en su enfrentamiento a la dictadura. Fue un defensor a ultranza de una amnistía que incluyera a Fidel Castro y a los moncadistas.

Desde el Reclusorio Nacional para Hombres, de Isla de Pinos —hoy Isla de la Juventud—, donde cumplía prisión por los sucesos del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, Fidel Castro escribió a Luis Conte Agüero, el 12 de junio de 1954:

“Sobran dedos de la mano para contar los cubanos que nos han defendido en las horas duras y amargas de la adversidad como lo han hecho cívica y valientemente Roberto Agramonte, Ricardo Miranda, Pelayo Cuervo,  José Manuel Gutiérrez, Ernesto Montaner, Carlos Lechuga, Enrique de la Osa y otros…”

Este profesional de la prensa defendió la unidad de las fuerzas revolucionarias y la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. No ocultó su desacuerdo con el Diálogo Cívico que, bajo la presidencia de don Cosme de la Torriente, sentó a la mesa de conversaciones a representantes de la dictadura y a los de una oposición “atomizada y pedigüeña”.

Estuvo entre los organizadores de fracasada huelga del 9 de abril de 1958 convocada por el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), y antes, en febrero, colaboró en la entrega al embajador argentino, en La Habana, de Juan Manuel Fangio, as del volante y cinco veces campeón mundial en las carreras de los fórmula uno, secuestrado por un comando del M-26-7 en los días del II Gran Premio de Cuba.

Un secuestro que más que tal fue, al decir del Movimiento, una “retención patriótica” para llamar la atención del mundo acerca de la lucha que se libraba en la isla contra Fulgencio Batista.

El 1 de enero de 1959, a las siete de la mañana, ante las cámaras de su programa “El Mundo en TV”, Lechuga, rompió el protocolo informativo que todavía llamaba a Batista “Honorable Señor Presidente de la República” y lo llamó “asesino y ladrón”, y se aludió a su fuga como unas vacaciones en el exterior.

Escriben los periodistas Dorschner y Fabricio en su libro Winds of December, que el pueblo se lanzó  a las calles cuando “Lechuga, la figura central de los espacios informativos del Canal  2 , anunció  la huida de Batista”.

El diplomático

Pocos días después del triunfo del primero de enero de 1959, Lechuga fue uno de los diplomáticos de la Revolución. Resulta imposible, por razones de espacio, enumerar todas las misiones que le tocó cumplir. Precisa decir, sin embargo, que su posición como embajador en la OEA le permitió exponer detalladamente, en Itinerario de una farsa, toda la conspiración urdida por Washington  para excluir a Cuba de la organización regional; mientras que El ojo de la tormenta relata hechos inéditos de las relaciones Cuba-USA, pues recoge conversaciones entre Lechuga, como representante del gobierno de La Habana, y un enviado de la Casa Blanca, cuando después de la crisis de octubre el presidente Kennedy habría explorado la posibilidad de la normalización  de las relaciones entre ambos países, gestiones que quedaron truncas con el asesinato del mandatario norteamericano.

Ya al final de su vida, la Universidad de La Habana confirió a Carlos Lechuga el título de Doctor honoris causa. Falleció en abril de 2009, añorando su vieja Underwood.

Con información de Lillian Lechuga. Ilustración: Isis de Lázaro.

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Ciro Bianchi Ross
Es un intelectual, periodista y ensayista cubano. Su ejecutoria profesional durante más de 55 años le ha permitido aparecer entre principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual. Premio Nacional de Periodismo "José Martí" en 2017.

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