CON DOS DEDOS

El cieguito de París

Juan Emilio Friguls se inició muy joven en el periodismo. Era aún estudiante cuando, con un permiso especial, fue contratado por el periódico Información, de La Habana.  Se haría cargo allí de la crónica católica.  Entonces el doctor Santiago Claret, propietario y director de dicho vespertino, le hizo sugerencias y recomendaciones, entre ellas que jamás elogiara ni resaltara el quehacer de ningún periodista que no perteneciera a la redacción de Información.

Andando el tiempo, en 1944, Sergio Carbó, director del periódico Prensa Libre, obtuvo el Premio Justo de Lara, el galardón periodístico más importante de los se otorgaban en la República y que había sido instituido por la tienda El Encanto para reconocer el mejor artículo periodístico del año. Se adjudicó entre 1934 y 1957 y lo merecieron Jorge Mañach, Pablo de la Torriente  Brau, Gastón Baquero, Raúl Roa, Eladio Secades, Luis Amado Blanco y Rafael Suárez Solis, entre otros.  El texto premiado de Carbó, sobre la noche buena cristiana,  se titulaba “A la salud de Cristo”.  Friguls se sintió obligado a reseñar el triunfo de Carbó en su columna.

Información era un periódico de sesenta o setenta páginas diarias, y Claret se lo leía de punta a cabo antes de que saliera para la imprenta. Leía no solo las noticias y los artículos de fondo, sino los clasificados y los obituarios. Redactores y dibujantes no podían abandonar la redacción hasta que no hubieran recibido la aprobación de Claret por su trabajo. El día en cuestión, Friguls esperaba el OK del director cuando fue llamado a la dirección. Claret estaba hecho una furia.

—¿Me puede explicar el porqué de este artículo? ¿Cómo es posible que usted se atreva a elogiar en mi periódico al director de un órgano de la competencia? -preguntó y sin dar tiempo a Friguls para responder inquirió si conocía el cuento del cieguito de Madrid. Ante la respuesta negativa del joven columnista, refirió entonces que en los días de la invasión napoleónica a España, todas las mañanas, en la Puerta del Sol, un ciego anunciaba las victorias del ejército español sobre el enemigo.

Decía: “Hoy que nuestro ejército derrotó al abominable ejército francés, una limosnita por el amor de Dios…”  Y así un día y otro el ciego pedía su limosna luego de proclamar la victoria española sobre los invasores. Pero en un ocasión, alguien que lo escuchaba a diario pregonar aquellos triunfos, detuvo su camino para preguntar si el ejército francés no ganaba ninguna batalla.

—Sí, respondió el ciego.  Las gana, pero esas las anuncia el cieguito de París.

Al fin se dio cabida en Información al artículo sobre Carbó.  Claret tenía ideas muy peculiares sobre lo que era el periodismo. En su diario elogiaba sin reservas al gobierno de turno hasta que cesaba en el poder.  Cuando eso sucedía comenzaba a elogiar, con igual ímpetu, al gobierno siguiente.  Aplicaba, en su quehacer, la fórmula mágica de espacio o silencio, y cualquiera de ellas le reportaba ventajas y  ganancias.

Santiago Claret nació en Cienfuegos, en 1896. Tenía entre sus antecesores  a monseñor Antonio María Claret y Clará, un barcelonés que fuera arzobispo de Santiago de Cuba y a quien la Iglesia Católica concedió la condición  de beato en 1950. Fue concejal del Ayuntamiento de su ciudad y más tarde representante a la Cámara para aspirar, sin éxito, a la alcaldía cienfueguera en 1930.  En 1922 fundó su primer periódico, El Sol, que un año más tarde trasladó a La Habana y terminó vendiendo a Alfredo Hornedo —propietario de los diarios Excelsior y El País, y socio de El Crisol, para fundar Información que con posterioridad vendió también a Hornedo.  Víctima de un atentado, se fue al exterior y al regresar, en 1937,  recuperó la propiedad y reasumió la dirección de Información, que en 1957 tenía su redacción y talleres en la calle San Rafael, 467 entre Campanario y Lealtad. Información recibía del gobierno de Fulgencio Batista 24 000 pesos mensuales, que cobraba Joaquín Claret, hermano de Santiago y tesorero de la empresa.

Prensa Libre, de Sergio Carbó, en cambio, era el único periódico nacional que no recibía contribución alguna de la dictadura batistiana, pese a la relación que, en los años 30, unió al periodista con el militar.  Carbó estuvo vinculado al golpe de Estado del 4 de septiembre de 1933 cuando clases y soldados, encabezados por un sargento llamado Batista, derrocaron al presidente Carlos Manuel de Céspedes y privaron a la oficialidad de sus mandos. Enseguida fue gestor y actor principal de la pentarquía, que asumió el poder ejecutivo y, como pentarca encargado de las carteras de Guerra y Marina, el responsable, el 9 de septiembre, del ascenso de Batista a coronel “por méritos de guerra y servicios excepcionales prestados la patria”,  según se expresa en el decreto expedido al efecto, y su promoción a la jefatura de las Fuerzas Armadas. Tanta preeminencia llegó a tener Carbó en esos días que se movía en el  Lincoln blindado que fue del dictador Gerardo Machado.

Por aquellos tiempos, Batista y su esposa, Elisa Godínez,  y Sergio Carbó con Clara Yaniz, la suya, decidieron pasar una noche agradable en el cabaret Sans Souci, uno de los sitios elegantes de La Habana de entonces. No más aparecer el militar y sus acompañantes en el salón, los presentes, puestos de pie, protestaron por su presencia y lo hicieron objeto de las peores insultos por su ascendencia negra. A Batista, que no esperaba aquello —era la primera figura de la nación— se le arrugaron los atabales.  Humillado, muerto de vergüenza y sin decir palabra, se refugió detrás de Carbó, mientras que la esposa de este devolvía insulto por insulto y ponía en su lugar a los  insolentes.

En 1938 Carbó estuvo entre los militantes del Partido Revolucionario Cubano (Auténticos) que buscaron el entendimiento con Batista. Eran los llamados realistas. No obstante, le hizo la oposición a Batista partir del golpe de Estado de 10 de marzo de 1952.

Hijo de un destacado periodista, Sergio Carbó nació en La Habana, en 1892.  Se inició en el oficio en la revista El Fígaro; trabajó después en El Día, y en 1921 fundó La Libertad, que sería su primer periódico.  El 7 de octubre de 1925 vio la luz  el semanario humorístico La Semana, que llegó a gozar de enorme popularidad y que fue clausurado por Machado.  El 14 de abril de 1941 fundó Prensa Libre, cuya redacción y talleres estuvieron primero en O´Reilly y luego en Manrique no. 563, hasta establecerse en el edificio que ahora ocupa el diario Granma.

Formó parte de la llamada expedición de Gibara, grupo que pretendía el derrocamiento de Machado por la vía armada, y que fue derrotado poco después del desembarco por ese punto de la geografía oriental.

Carbó se batió a duelo varias veces. Una de ellas, a espada, con Rosendo Collazo, en que salió ileso y herido su rival. Su lance a sable con el eminente cirujano Ricardo Núñez Portuondo le costó una herida en la cara cuya cicatriz lo acompañó hasta el final de su vida, en Estados Unidos, en 1971.

Santiago Claret fue un duelista notable, aunque salió derrotado en casi todos sus lances. Se batió, que sepamos, en ocho ocasiones. Pero de los duelos de los periodistas hablaremos en otro momento.

(Ilustración: Isis de Lázaro). 

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Ciro Bianchi Ross
Es un intelectual, periodista y ensayista cubano. Su ejecutoria profesional durante más de 55 años le ha permitido aparecer entre principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual. Premio Nacional de Periodismo "José Martí" en 2017.

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