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Las elucubraciones de Robinson Chirino, alias Willy Crusoe, pero made in Miami

Ni el mismísimo Daniel Defoe hubiera imaginado cuánta simbología posterior a 1719 ha despertado su fabricación literaria. La narrativa del personaje, náufrago, sobreviviente y a la postre vencedor ante toda adversidad posible, retrata inevitablemente la esencia misma del hombre como especie dominante. Por ello la literatura y la mitología -esta última en no pocos ejemplos- han sido un recurrente lugar para extraer y contextualizar héroes o situaciones determinadas, desde el refranero popular o para la edificación política de determinadas élites. 

Pero la gran diferencia es, y será siempre, la coherencia entre esta y aquella realidad, sea ella misma extraída de la ficción o la oralidad. Por ejemplo, cuando se ha referenciado para Cuba el matiz bíblico de la pelea entre David y Goliat, se evidencia la lucha por la justicia y el hecho de la resistencia ante el gigante y poderoso adversario, siendo vencido por la tenacidad e inteligencia del humano. Si establecemos un paralelismo con nuestra lucha desigual ante un imperio enfermizo, raudos podemos establecer visibles e irrefutables coincidencias con dicho pasaje contenido en el Libro de los Salmos.

Ahora bien, ¿qué sucede cuándo se utilizan erróneamente situaciones como esas para exponerlas en equívocas realidades actuales?

Desde una mirada artística constituyen un fiasco, un suicidio, y rompen el balance entre misticismo y realidad: se difuminan ampliamente el sutil y pretendido subjetivismo con su antagonismo natural, la objetividad.

Cuando el discurso musical no tiene raíces fuertes en una determinada realidad de tipo social, el desplome es cuestión de tiempo, y la huella artística que deja es una caricatura por más que se intente borrar.

Algo así ha sucedido con una reciente ¿canción? del músico cubano Willy Chirino, donde intenta nuevamente seducir con tintes y ribetes miameros al estilo del náufrago Crusoe. El cantante y compositor de origen cubano, ciertamente pierde su brújula musical -una vez más- en estas lides de complacencia que nada bien le resultan desde lo artístico.

Pero hay algo contradictorio en su carrera, y es precisamente sus aciertos desde una perspectiva meramente musical. No soy ajeno a sus canciones, ni subvaloro su talento cuando ha sabido ponerlo en su discografía que para nada es corta. Willy Chirino ha sabido hurgar en cuestiones complejas, aunque no haya sido una constante en su obra. Memorable aún es su versión de Guayabita del Pinar, e inclusive arriesgada cuando menciona a nuestra Original de Manzanillo aunque le cambió parte de la letra original. Mostró credenciales cuando adaptó Medias negras de Joaquín Sabina, o en su dueto junto al venezolano Ilan Chester, uno de los más reconocidos músicos continentales. Sus colaboraciones discográficas junto a Guillermo Álvarez Guedes o Albita Rodríguez mostraron matices de despolitización que los considero muy acertados y tal vez creímos en determinado rumbo creativo al respecto.

Quizás, y en consonancia con esa línea, fue su extraordinaria versión de Oxígeno, del querido compositor cubano Benito de la Fuente, la cual dio título a un disco de 1991 y que aún hoy muchos recuerdan, así como la emblemática Mr. Don´t touch the banana del propio LP.

Pero aunque de manera casi aleatoria he mencionado versiones o canciones propias de Chirino a través de su discografía, lo cierto es que la industria del negocio anticubano ha desarticulado casi toda esa avalancha de entregas para concentrarse en las pocas y nada logradas de corte político. Y aunque musicalmente son obras menores y sin importancia o aportes significativos al género bailable, el artista se enfrasca en continuar por esa rama acéfala y estrecha desde lo creativo, pero amplia y refrendada desde lo económico y visiblemente infame.

No deliramos si afirmamos que su mayor peñasco musical sigue siendo Ya viene llegando, un cántico panfletario para arengar burdamente, y que en este 2021 se cumplen tres décadas de haber sido sacado al mercado sin que el día o la Tierra prometida hayan podido vislumbrarse para aquellos abducidos. 

En este mismo entorno, anticultural per se y con oropeles confeccionados por elefantes ciegos, basta leer los titulares que han servido de promoción para la nueva entrega de Chirino. En todos se dice que “para avivar la llama del 11 de julio, se estrena Que se vayan ya…” . Fijémonos entonces cuando casi todos acuden a “avivar la llama” y su real connotación y lectura. Alea iacta est…

Está la mesa servida y los buitres de guardia, solo queda echarle más combustible al asunto para no dejar de ganar dinero o estar en sintonía, por lo que vuelve a reincidir Chirino en el mismo camino torcido y sin salida pero que hace guiños descomunales para no quedar fuera del pastel. Mejor dicho, de la ecuación.

¿Pero qué diferencias y similitudes tiene este tema con sus predecesores?

Aquí ocurre algo curioso, y es la traspolación de audiencias, factor visible y peligroso. A diferencia de otros bodrios anteriores con un único protagonista, Chirino claro está, se ha acudido a un manual casi mimético made in Miami en estos intentos recientes de pegar una canción para el tema cubano. Se integran a la fórmula varios invitados y, por transitividad, se tienen y seducen varias audiencias a la vez, muchas veces inconexas entre sí ya sea por fruto de antiguas rivalidades musicales y estéticas o por segmentaciones de mercado.

Si observamos la calidad, estilo y carreras de los invitados a Que se vayan ya, notaremos un interés hacia un tipo de público consumidor de esos artistas (ética y diplomacia querido lector) y dentro de esos confines, evidentemente de un sector muy particular. Todos son exponentes del llamado género urbano, donde precisamente no han brillado como artistas sino como gladiadores y con diatribas constantes contra otros, espetando logros materiales y simbólicos en detrimento de reconocimiento real. Para nadie es un secreto que generan muchas noticias de altercados verbales y controversias extra musicales, y poca atención sobre megaconciertos: ni pensemos por un instante en algún disco de platino, ni siquiera de latón, ni ningún videoclip serio nominado o insertado en las grandes cadenas de distribución de la música.

Son artistas que sólo “triunfan” en insignificantes burbujas, en clubes o pequeños aforos en Miami, sin ninguna incidencia real en otros lugares. Como repito siempre a mis estudiantes: no confundir un club en Miami con 150 personas bebiendo, con el Carnegie Hall o el Metropolitan Opera House.

El tema, Que se….., más allá de esa asombrosa y fatal búsqueda de invitados nada triunfantes desde la seriedad musical, se mueve en suelo de vidrios rajados. En primer lugar es Chirino quien desencaja en ese lenguaje visual tan deprimente, así como los demás, quienes además compiten por el premio gestual y grotesco del año. Si hacemos un ejercicio serio, como suelo pedir en estos avatares del criterio, la obscenidad plástica de todos creo es palpable, siendo incluso la foto promocional bastante risible al estilo de un videojuego como Mortal Kombat o similar.

La vulgaridad verbal, hasta ahora nunca antes utilizada por Chirino, es introducida en esta entrega con dos palabras obscenas y fuertes en contextos parecidos. ¿Qué se pretende con ello, embellecer la canción o hacer papel de guapo de barrio? Obviamente su uso es empatizar con sectores mínimos, radicales y hacer gala de un lenguaje acorde a las estéticas propias y marginales de los invitados, quienes musicalmente no aportan nada desde una mirada artística o, al menos, medianamente seria.

El tema es plano casi en su totalidad, y aunque intenta ser pegajoso con un estribillo y línea melódica fácil, su simpleza y poca elaboración morfológica no logran que uno lo tararee dos horas después. 

Personalmente creo que Chirino vuelve a equivocar su camino, más si tenemos en cuenta su colaboración reciente con el carismático cantante y compositor Leoni Torres, cuando juntos cantaron el tema Para mi viejo. Luego de años de infertilidad creativa, el añejo Chirino cursa la invitación a Leoni y juntos lograron un formidable dueto, aún cuando se esperaba musicalmente más si tenemos en cuenta sus carreras. Pero a pesar del innegable talento y compromiso de Torres con extraordinarias propuestas de colaboraciones a nivel internacional y su posicionamiento en el mercado cubano y foráneo, para Chirino el tema evidenció un abismo enorme entre dos públicos: quienes le siguen solamente desde Miami, y los que apuestan por Leoni desde Madrid, Miami o Barcelona, sin exigencias, cuestionamientos ni reclamos desde lo político. Si recordamos, el propio staff de Chirino tuvo que emitir una declaración para calmar a sus intransigentes seguidores quienes le echaban en cara que la canción junto a Leoni no hizo referencia a la dictadura cubana, y que no exigió el fin del comunismo, etc. Nuevamente la ceguedad y la intolerancia política en Miami optó por lo de siempre, en vez de disfrutar a plenitud de un excelente dúo.  

Esa colaboración, que oxigenó el ambiente musical entre La Habana y Miami, y que esbozaba igualar la calidad de aquellos duetos en la carrera de Chirino que mencioné al principio de este trabajo, molestó y mucho. Era de esperar entonces que alguien la echara a perder y que se volviera al discurso de odio con estos nuevos adornos de vulgaridad a pulso.

Solo que para esta canción, el pobre Robinson Chirino, alias Willy Crusoe, tuvo que echar mano a lo que apareciera en el río abundante de la mediocridad, allá en su isla imaginaria. El dinero, obviamente, logra que algunos hagan muchas veces el ridículo…

 

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Oni Acosta Llerena
Crítico literario, guitarrista, director y conductor de programas de radio y televisión, profesor de música y guionista cubano.

7 thoughts on “Las elucubraciones de Robinson Chirino, alias Willy Crusoe, pero made in Miami

  1. Bravo Oni,una vez mas muy acertadas tus palabras.Es un fracaso artístico Willy Chorino,y fracaso total como cubano.Cuidate amigo.

  2. Bárbaro tu análisis y profunda crítica, no solo sobre la presunta canción, sino sobre todo el contexto que la acompaña. ¿Crees qué habrá alguna réplica por el canta-autor? Lo dudo. Aunque sería interesante conocer sus argumentos.

  3. Hola, Oni. Amén de escuchar en distintas tus acertados comentarios y críticas en la revista “Buenos Días”, he de confesar que nunca te había leído. Vaya pedazo de artículo. Mi aplauso y mi respeto.

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