COLUMNISTAS

Herencia que tanto hemos robustecido

El paciente se debate entre la vida y la muerte. Se agota, se va… Desesperado los doctores no encuentran salida a la situación. Aunque, tal vez… Y si probamos con varias transfusiones de sangre, dice uno de los galenos. El enfermo y los que ofrezcan su sangre correrán grandes  riesgos, pero no existe otra salida. Entiendan que estamos en mayo de 1881 en un hospital de Barcelona y el proceso es todavía rudimentario.

En ese centro estudia medicina el cubano Pedro Hechevarría Sánchez. Y el nueve de mayo del propio año, nuestro coterráneo es uno de los donantes voluntarios en la primera transfusión efectuada en ese territorio español. Aquel altruismo del donante se agigantará en su alma hasta el patriotismo: como combatiente y médico será un mambí de la guerra necesaria organizada por José Martí. Termina la conflagración con el grado de coronel.

Vamos a seguir en España. En la guerra del pueblo hispano contra el fascismo (1936-1939), entre los más de 1 400 internacionalistas de la Mayor de las Antillas que defendieron la República, hubo destacados galenos, como los capitanes médicos Luis Díaz Soto, Julián Fernández y  Eduardo Odio: recogían heridos en medio de los combates, en labores de transfusión, en intervenciones quirúrgicas… De ellos hablaremos con mayor profundidad en próximos textos.

Saltemos hacia la toma del cuartel de Imías. Noviembre, 1958. La batalla ha sido muy fuerte. Las bajas abundan en las filas de la tiranía. Gilberto Cervantes, estudiante de medicina ubicado en el Segundo Frente Oriental -llegará a comandante- señalará posteriormente que”…los guardias tuvieron 29 heridos que trajimos con nosotros. Los pusimos en el almacén, una nave grandísima que tenía la Ganadera Baitiquirí. Aquellos guardias se estremecieron- principalmente los jefes- porque los rebeldes venían y ponían el brazo para dar sangre. Todos estaban analizados por nosotros, todos tenían en el cuello un nailon con una latica donde todo el mundo tenía su grupo”.

Toma de Cabaiguán, 23 de diciembre de 1958. Abundan los heridos en el cuartel de la Guardia Rural. “Cuando nosotros dijimos que hacía falta sangre, gran cantidad de compañeros del Ejército Rebelde se ofrecieron a dar su sangre. Yo recordaré por mucho tiempo que había algunos compañeros que decían: “Sáquenme la mía”. Hasta por la puerta metían el brazo para dar sangre para aquel adversario”, ha escrito el doctor Orlando Fernández Adán.

“En una oportunidad que hacía falta sangre a un soldado de la tiranía que fue herido en el ataque a la microonda, ocurrió un hecho que demuestra lo que es un ejército revolucionario frente a un ejército mercenario. Resulta que a este soldado de Batista le hacía falta una transfusión de sangre. Bueno, pues los propios rebeldes donaron su sangre para ese soldado de Batista. (Doctor Miguel R. González Corona)

Vea a los galenos batidos con varias transfusiones para salvar a Emilito, un combatiente herido, y a una parturienta de Palma Cruz, a una niña de Arroyo Blanco, a Tito Falcón en estado de shock por pérdida del líquido vital… Las hermanas Ñiquita, Noemí y Elia Rodríguez apoyando con los materiales que podían conseguir. Por allá, Víctor McDonald, estudiante de medicina, luchando por la vida de Nelson que ha recibido un disparo en el abdomen. “Víctor haciéndole transfusiones y poniéndole plasma y suero”, relata el doctor Argimiro de los Reyes.

Durante el ataque a Sagua de Tánamo, un compañero recibe un balazo en la cabeza. Es 0, RH positivo. Uno o dos combatientes también lo son pero están inmersos en la lid y no pueden localizarlos. El propio médico que lo atiende, José Ramón Balaguer Cabrera (será comandante), quien posee la misma clasificación, se extrae él mismo la sangre ayudado por sanitarios, alrededor  de 250 a 350 cc. , y se la pasa al paciente, quien no llega a ser intervenido y muere en la mesa de operaciones.

El comandante del Ejército Rebelde, el doctor  José Ramón Machado Ventura, nos manifestó que entonces habían clasificado alrededor de doscientos compañeros. “Nosotros tenemos la libreta todavía, y se sabía el grupo a que pertenecía cada uno, y cuando había un herido podíamos mandar a buscar al compañero para que le diera la sangre. Y así teníamos también equipos para transfusiones”.

Con la victoria verde olivo, la preciosa herencia es alimentada. Nuestros trabajadores de la salud, crecidos en número y conocimientos, han abrazado el internacionalismo cual cuestión lógica y hermosa propia de un país como el nuestro. Sencillamente, sin alharaca, han hecho algo normal del sacrificio que significa el cumplimiento del deber en un revolucionario, como expresó Pablo de la Torriente Brau. En diversas naciones han prestado y prestan sus servicios, aun durante terremotos, huracanes, inundaciones, enfermedades , en medio de esta terrible pandemia, y  al calor de Fidel  han hecho revivir a un gran norteamericano: el Inglesito Henry Reeve.

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