TESTIMONIO

Eddy Martin, prepara el fusil de tu garganta

Lo conocí personalmente en Juventud Rebelde a poco tiempo de nacer el diario de la juventud cubana. Lo habían nombrado jefe de su página deportiva. Sabía de su labor magnífica no solo en el ámbito de las competencias atléticas. De cerca conocí con profundidad de su hombría de bien ante todo, de su rigor profesional, de su ímpetu juvenil pese a llevarme bastantes años. Ah, esas apasionadas ansias de vivir…, ese amor por María de los Ángeles, poema fortalecido al derrotar dogmas.

Solía hablarle sobre Pablo de la Torriente Brau, a quien tanto citaba en mis escritos, donde de alguna forma palpitaba el caído en Majadahonda por la República. Una mañana me dio una lección relacionada con este aspecto, mientras me pelaba en un espacio de la oficina: gustaba de  cortar el pelo a los pichones de periodistas bajo su mando. Vino un consejo, luego de aprobar la opinión del héroe que encabezaba una de mis crónicas: “Ni me interesa ni creo en el hombre perfecto. Para eso, para encontrar eso que se llama “el hombre perfecto”  basta con ir a ver una película del cine norteamericano…”  Comentó: “Ten cuidado no lo imites tanto porque para eso la gente lee a Pablo, que es el original. Sigue sus huellas, pero encuéntrate pronto a ti mismo”.

Sin abandonar su labor en el Icrt, dirigió con tino a aquellos principiantes de JR en la gran batalla del Mundial de Ajedrez La Habana 1966. Nos elevamos a cimas magníficas. Creamos, llegamos al pueblo a pesar de que algunos de los organizadores de la lid no nos trataron bien siempre. La respuesta fue hacerlo como lo hicimos y ser reconocido por el propio José Llanusa, el máximo dirigente del organismo entonces. En medio de la labor, choqué con un funcionario extremista: si le hubiéramos rascado la piel, no era ni rosadito y terminó defenestrado debido a sus arbitrariedades. Eddy y Manuel González Guerra, presidente del Comité Olímpico Cubano, lo expulsaron de la sede de dicho organismo, y ante las quejas presentadas a las autoridades, debió pedirme disculpas. No puedo olvidar tanta firmeza y valor a favor de un novato.

Mi jefe se enfrentaba a los sarampionados. Recuerdo sus reflexiones acerca de un personaje que “…Está ciego.  Todo lo ve maravilloso. Es capaz de decir que no hay baches en nuestras calles. Con eso hace tremendo daño. ¿Cómo vamos a resolver los problemas si los negamos?¨  Magnífica posición frente a los dogmáticos contrarios a lo  lógico con respecto al Salón de la Fama, y a la historia del béisbol cubano que es uno solo: “Ahí tienen que estar Miñoso y Camilo Pascual, si no, es una mentira”  Al reinaugurarlo algo recién, los dos entraron enseguida. Falta abrirlo por completo.

Otra lección: atrapado por el infantilismo político, yo no entendía por qué era tan correcto, hasta fraternal, con un colega al que yo sentía… digamos débil. Sus frases me iluminaron: “Él era uno de los mejores en su profesión cuando yo empecé, un súper conocedor de la pelota y el pugilismo y siendo muy reconocido, está aquí, dando lo mejor que tiene. Y, mira, yo había puesto un disco que llamaba a la huelga de abril contra la dictadura batistiana en la emisora donde  yo trabajaba como locutor; había sufrido prisión por actividades contra el régimen y tenía que ocultarme rápido Toqué varias puertas y ni hablar de esconderme. Voy para casa de ese compañero y allí encontré abrigo. Me salvó la vida, y el hombre tiene que ser agradecido o deja de ser hombre”. Tenía razón, y ese narrador fue fiel a la patria hasta sus últimos días.

Por su calidad, Eddy estaba continuamente escogido para representar a Cuba en el extranjero. Los aficionados quedaban bendecidos con su decir, su reflejar e interpretar. Pues se batió duro para que los jóvenes comenzaran a viajar. Ganó la pelea. En el certamen era quien más nos ayudaba. Estudioso de los peloteros mambises, de hombres como Maciá y Cabaleiro que prefirieron la gloria de la manigua  libertadora. Su palabra  resultó arma especial para fortalecer los primeros campeonatos nacionales de béisbol, llenos de defectos y, a la vez, de una tremenda potencia esperanzadora a las que cantaba frente al micrófono y en el papel.

Soy un privilegiado: mucho les debo a Eddy y a Elio Menéndez- lo sustituyó en el cargo cuando el primero se dedicó la televisión por completo-como ciudadano, como intelectual, como revolucionario, por el ejemplo y sus orientaciones, la virtudes por encima de los deslices.  Son para mí, el mejor narrador y el mejor periodista deportivos cubanos después de 1959, y  están entre los grandes de todos los tiempos. 

 Y como Pablo me enseñó a hablar con los muertos dignos en las conversaciones sostenidas en su novela con el Soldado Desconocido Cubano, voy a echar una parrafada contigo, avileño universal: ves como vuelvo a Pablo aunque sin copia.

“Eddy, prepara el fusil de tu garganta, para la gran de fiesta  de Tokio en 2021 y todos los torneos que vengan. Sí, deben prepararse  los narradores y periodistas que te inmortalizan: vibras en ellos, mas cada uno puede “encontrarse a sí mismo” para darnos sabroso, a partir de las raíces, el quehacer en los estadios, el tatami, las piscinas…, lejos de loas desmedidas y la trivialidad de pensamiento. Desde sus pechos continúas cantando al movimiento deportivo más puro del mundo, pero perfectible, y fustigando las vilezas.

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