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Marisol Aguila: “Lo personal también es político”

Transcripción de la videoentrevista con Marisol Aguila —periodista y crítica de cine chilena— para el espacio Diálogos en reverso, de la Unión de Periodistas de Cuba, celebrado el 20 de enero de 2021.

 

Octavio Fraga: Bienvenida Marisol Aguila a este espacio de Diálogos en reverso, de la Unión de Periodistas de Cuba.

Marisol Aguila: Hola, Octavio, qué alegría vernos ahora, aunque sea desde la distancia, y poder tener una conversación desde el sur de Chile, donde estoy ahora, y hasta La Habana, y con toda la gente de Latinoamérica que espero que nos estén viendo. Muchas gracias por la invitación.

Octavio Fraga: Quiero presentar a Marisol, realmente tiene un curriculum fabuloso, amplio, se impone la síntesis. Es periodista especializada en temas de cine, colabora con las publicaciones Abre acción y El Agente cine. Tiene un diplomado de crítica especializada de cine y ha sido jurado de varios festivales de cine. También ha realizado cobertura como periodista en estos eventos. El tema, o los temas que nos convoca hoy son los que ella trabaja habitualmente y que nos parecen importantes compartir con ustedes: el cine hecho por mujeres, y el cine latinoamericano. Buenas tardes Marisol, es un gusto que hoy estemos, por primera vez, con una mujer en Diálogos en reverso.

Marisol Aguila: Fantástico tener esta oportunidad de conversar sobre estos temas, sobre lo que está ocurriendo con las documentalistas latinoamericanas muy jóvenes, vamos a hablar de varias de ellas. Además, es una situación bien particular porque en general soy yo las que hace las preguntas, pero en este caso voy a tratar de responder las que tú me propongas desde allá, desde La Habana. Muchas gracias.

Octavio Fraga: Empiezo por una básica, ¿qué significa para ti el cine y por qué el ejercicio de la crítica?

 Marisol Aguila: La verdad es que yo vengo más bien del análisis político. Hice una maestría en ciencias políticas y he sentido que, de alguna manera, el cine me ha permitido abordar las temáticas que tienen que ver con mis intereses más particulares de acuerdo a mi visión de la vida, que tienen que ver justamente con las desigualdades, con las discriminaciones, y el cine tiene un campo muy amplio. Yo me he enfocado principalmente en aquellas películas, igualmente documentales, que abordan los temas de derechos humanos, de los derechos de las mujeres. La vida me ha llevado a ir mirando en las películas aquellas situaciones que nos afectan, y afectan principalmente a los grupos más vulnerados. Entonces hay un interés particular por evidenciar situaciones principalmente de discriminación de género, raciales, y otras, que yo he identificado en el cine más reciente, especialmente latinoamericano. Así he encontrado una oportunidad muy práctica de llegar con el mensaje de una forma diferente, más allá de las críticas o de las columnas políticas que he hecho, o del análisis político. Siento que el cine latinoamericano, y particularmente el documental, nos permiten generar debates a propósito de un estímulo visual, generar conversaciones entre las personas, evidenciar situaciones que a lo mejor no estaban tan clarificadas.

Octavio Fraga: Cuando tú te preparas para escribir sobre alguna película, documental o ficción, ¿cómo abordas el ejercicio de la crítica? ¿qué no puede faltar en un articulista de cine, en un especialista de cine como tú?

Marisol Aguila: Bueno, claramente el punto de vista es clave para poder criticar una película, un punto de vista informado y con fundamento. Yo no estoy de acuerdo con algunos críticos que simplemente dicen me gustó o no me gustó una película. Creo que hay que evidenciar ciertas tesis, el por qué me parece que esta película podría ser un aporte, cuáles son esas áreas donde el espectador puede verlas y se le van a despertar algunos intereses.

Me interesa particularmente el cine independiente que claramente es el más difícil de hacer, el que tiene menos espacios de exhibición, pero ahora con la pandemia también hemos visto una oportunidad. Por ejemplo, en los festivales de cine, que se han hecho mucho en línea en Latinoamérica, se han evidenciado las mayores discriminaciones.

Al inicio de la cuarentena, el año pasado, yo hice una guía de películas liberadas. Ví que se produjo un ejercicio muy valioso de muchos directores y directoras latinoamericanos de poner a disposición, de manera gratuita, sus películas a toda la comunidad. Luego con los festivales también se produjo este ejercicio y esta posibilidad de que el territorio en el que uno habita no sea un impedimento para tener acceso a películas, a estrenos.

En Chile, por ejemplo, el Festival de Cine de Valdivia es uno de los más importantes. El festival de Cine de Viña del Mar, uno de los más antiguos del país, puso a disposición toda su programación, igual que FIDOC, el Festival de Documentales. Entonces de alguna manera se democratizó el acceso a la cultura, se democratizó el acceso al cine y las personas pudieron ver desde distintos territorios o comunas, como tenemos acá, que son las unidades territoriales más pequeñas, pudieron ver un cine que antes estaba orientado a la capital.

Entonces dentro de todo creo que hay posibilidades de acceso. Las redes sociales también han permitido que más personas puedan no sólo ver sino emitir sus comentarios. La misión de los críticos y críticas es poder argumentar y aportar con una lectura particular, con un punto de vista, con una mirada, que permita a las otras personas definir y decidir si quieren ver esa película, o no, por ejemplo.

Octavio Fraga: Me pareció muy importante, lo hablamos hace unos días por Twitter, esta suerte de antología: Por una cinefilia feminista: Destaques del cine de mujeres de 2020, donde tú participaste. Además, me parece importante ese recuento que hicieron muy ambicioso. ¿Desde tu perspectiva, qué estéticas se revelaron en esta antología y cuáles son los temas más recurrentes que tú notaste en esta selección?

Marisol Aguila: Sí, fue un ejercicio muy bello, Octavio, que hicimos en El Agente cine, que es la página web donde yo colaboro, donde hicimos un taller de cine y crítica feminista. Lo hicimos después de haber hecho uno anterior en FEMCINE, el Festival de Cine de Mujeres, donde trabajamos justamente un análisis y una mirada crítica, pero particularmente centrado en el cine hecho por realizadoras.

Hay toda una discusión si existe un cine de mujeres o no dada la diversidad de temáticas, la diversidad de mujeres de acuerdo a raza, posición socioeconómica, etnias, qué sé yo. Y yo creo que a pesar de esa diversidad hay muchas mujeres que están haciendo un cine que tiene una mirada particular, una perspectiva de género. No digo que todas las que están haciendo cine pertenezcan al cine de mujeres necesariamente, pero dentro de muchas hay una conciencia más clara, en el último tiempo, sobre una mirada de género. Las que tienen esa conciencia están haciendo un cine distinto, están generando, visibilizando situaciones que probablemente un cineasta varón no habría visibilizado. Por ejemplo, poniendo en relieve a protagonistas mujeres más allá de sus atributos físicos o de los que el cine tradicionalmente había mirado, con un discurso político mucho más activo de acuerdo a las diversidades, por ejemplo, la diversidad sexual.

Entonces, después de revisar en esa cita con talleristas de distintos países de Latinoamérica (había de Chile, de Argentina, de Perú), hicimos una guía, una lista, algo así como un ranking, pero sin el criterio jerárquico de los rankings, que dejan afuera muchas películas. Nuestros requisitos fueron: cine hecho por mujeres y que las películas nos hayan llegado al corazón, especialmente durante la cuarentena y en tiempos de pandemia, en el que el cine ha sido nuestro refugio.

Así cada una eligió algunas películas que eran importante para sí mismas, que les habían desatado algo en términos más emocionales que racionales, y en ese sentido me gustaría destacar una que no es de una latinoamericana sino de una portuguesa: La metamorfosis de los pájaros (2020), de Catarina Vasconcelos, que es una de las mejores películas del año pasado. De hecho, esa película yo la puse también en la lista que hicimos de las destacadas en general, no sólo de mujeres. Entonces tuvimos una doble militancia, por así decirlo, y es una bellísima obra de una mujer bastante joven, un documental que habla de la nostalgia, de la saudade, básicamente, por la madre. Es un punto en que se encuentran un padre que ha perdido mucho antes a su madre, y la hija, que ha perdido también a su respectiva madre. Esta película tiene una belleza visual, porque justamente la directora proviene de las artes visuales, y tiene un tono tan emocional y bello que de verdad te conmueve. Ese tipo de películas, por ejemplo, creo que hay que darle un realce especial.

Octavio Fraga: En esa misma antología, por llamarla de alguna manera, se incluye una especie de subrayado en torno al cine que necesitamos, ¿cuál es ese cine?

 Marisol Aguila: Yo creo que básicamente en el cine independiente, que es donde hay mayor libertad de creación, donde está la posibilidad de poner otros temas en discusión. El cine que necesitamos, espero que sea cada vez más hecho por mujeres, no únicamente por mujeres, pero sí hay un nicho para poder experimentar, para salir del formato que se ha impuesto desde las grandes productoras.

Yo apuesto por pequeñas obras a veces no tan reconocidas, donde hay una mirada particular, donde se pone en evidencia situaciones que de otra forma no aparecerían. El cine documental me parece que es un espacio privilegiado justamente para eso.

Y creo que en este movimiento (no sé si llamarlo movimiento), hay muchas mujeres, principalmente latinoamericanas jóvenes, que están haciendo documental con un cruce muy interesante con lo personal. Son historias autobiográficas cruzadas por un elemento político o de contexto, evidenciando que lo personal también es político. Y en ese sentido me parece que el cine que necesitamos apunta a vincular procesos personales con situaciones de contexto político, y esto se está dando bastante. Son cineastas que han nacido o que han crecido básicamente filmadas por sus familias, por lo tanto, tienen mucho material de archivo.

Octavio Fraga: Material doméstico.

Marisol Aguila: Así es, películas domésticas, y ellas le dan una relectura a ese material más allá de que sean imágenes que a lo mejor uno podría identificar con la cotidianeidad de niños creciendo. Ellas son capaces de hacer una lectura crítica, de buscar su identidad personal vinculada a la identidad familiar.

Permíteme comentarte una película que surgió el año pasado, se llama Historia de mi nombre, 2019. Es la ópera prima de Karin Cuyul, una joven cineasta chilena. Ella, que es bastante joven, busca de su familia, y no los encuentra, lo cual ya le parece un poco raro. Va cambiando de ciudades, desde el norte, con su familia, hasta el sur, y revisitando los lugares donde ella vivió de pequeña, pero no se encuentra con archivos propios. Por lo tanto, echa mano de archivos ajenos, es súper interesante ese ejercicio. Y va devalando, va descubriendo una historia familiar que ella no conocía, que es clave para entender la identidad de esa familia y su propia identidad. Entonces hay ejercicios que yo creo que son una particularidad y un fenómeno bien interesante entre mujeres latinoamericanas, el de revisar material antiguo, buscar en esos archivos, hurgar.

Agustina Comedi (argentina) en el 2017, con el documental El silencio es un cuerpo que cae, inauguró este tipo de trabajo. Es muy interesante: ella muy joven perdió a su padre y ya de grande, empieza a buscar en las películas caseras imágenes de su padre, pero con lo que se encuentra es con la mirada de su padre cuando él filmaba, y halla un secreto en la orientación sexual de su padre. Eso lo vincula con el contexto sociopolítico en que vivía su padre en los setenta, en Córdoba, como militante de la vanguardia comunista, y ahí entonces hace ese cruce muy potente. Diez años antes Macarena Aguiló, que es chilena, hizo una película que a lo mejor ustedes ya vieron en 2010, El edificio de los chilenos.

Octavio Fraga: Sí.

Marisol Aguila: Realmente es un trabajo muy bello, justamente de recuperar archivos, de mirar con ojos actuales lo que fue también la niñez para buscar la identidad en el momento actual; entonces creo que hay una reflexión bien particular de las mujeres en ese sentido.

Octavio Fraga: En torno al cine hecho por mujeres habita en el sustrato social, un debate sobre si el feminismo es una ideología, si es un movimiento reivindicativo de temas no resueltos ¿Tú le ves otra arista, compartes estas dos? No son mis opiniones sino las que he podido acopiar, ¿cuál es tu visión sobre el feminismo? ¿qué es para ti el feminismo?

Marisol Aguila: Creo que es una guía fundamental para poder leer la realidad con los lentes de color violeta, porque desde el momento en que tú adquieres esa conciencia de género nunca más puedes analizar ni una obra, ni la realidad social y política, sin esa mirada puesta en la discriminación por razones de género. Para mí la discriminación se basa en el género, pero también se basa en la clase y en otras determinantes. Esa lógica, esa forma de mirar, que como te digo sirve para mirarlo todo, en las películas tiene un sello particular. Tú te das cuenta rápidamente cuándo una cineasta tiene esa mirada, cuándo tiene incorporada la militancia feminista porque su mirada es distinta, es más crítica.

Por ejemplo, una bellísima película que se estrenó recién en el Festival de Mar del Plata, y que en estos días está compitiendo en Transcinema, que es un festival que se realiza en Lima y que ahora por la pandemia está online, y en algunos casos también se puede ver desde Latinoamérica, es de Mercedes Gaviria, también una joven realizadora colombiana que se fue muy tempranamente de Medellín, de su ciudad natal, y se radicó en Argentina, donde estudió cine e hizo un documental que se llama Como el cielo después de llover (2020).

Cuando tuve la oportunidad de entrevistar a Mercedes hace poco en un festival de Docs Valparaíso, pude identificar inmediatamente que ella tenía la mirada de género por la forma de tratar los temas, por su lenguaje, por su análisis.

Básicamente es esta figura freudiana de matar al padre en el buen sentido.  Ella es hija de un gran director colombiano, Víctor Gaviria, conocido por muchas películas, y particularmente hay una, que es La mujer del animal, de 2016, donde Mercedes participó como asistente de dirección y donde se enfrentó a muchas cuestiones en el modo de mirar.

Una mirada muy masculina de enfrentar la violencia política y la violencia de género, generó en ella muchas preguntas y también una apuesta por hacer un cine diferente en el que ella reivindica, por ejemplo, el escuchar las voces de las víctimas, cuestión que tiene una mirada de género evidente. Y hace una serie de reivindicaciones en relación con otra forma de entender el cine, un cine más pequeño.

Hay un sello que se evidencia rápidamente en el trabajo de las mujeres, es una reivindicación por lo documental como un espacio, como una oportunidad de producir, dado que la ficción necesita una infraestructura mucho más grande. Por lo general, las mujeres quedan fuera de eso, entonces ven en el documental una oportunidad de trabajar en películas sin tener todo este otro aparataje.

Hay otra película que ahora se está postulando como precandidata a los Óscar a mejor película por Costa Rica, que se llama Ceniza negra (2019), de Sofía Quiroz, que está en la plataforma en MUBI.

Hay otro tema que yo creo que caracteriza bastante a las mujeres que es la experimentación ¿no? Ella, en una primera película anterior que se llamaba Selva (2017) hizo un documental sobre una niña que vivía en una isla, que en el fondo tenía que decir adiós a su hermano que se iba, pero no era una cosa evidente. Entonces ella empezó a escuchar historias en la isla donde rodaba y fue incorporando esas historias reales como parte también de la película, en algunos casos con la voz en off o con las propias personas. Actores naturales de la isla que contaban algunas historias sobre el dejar partir, el decir adiós, y en Ceniza negra recupera la imagen, a la protagonista del mismo corto que había hecho antes, que es Selva. Ahí cuenta historias más bien vinculadas a lo ancestral, una niña que perdió tempranamente a su madre, sin embargo, se le presenta en sueños. Hay una particular experimentación, una forma de entender el cine que, desde la precariedad, o a lo mejor desde un cine más pequeño, con producciones independientes, genera una creatividad mayor para buscar otros recursos, otras formas de entender el cine.

Y lo que más me maravilla es que en estos días, justamente a propósito de la próxima entrega del Oscar en marzo, hay varias películas latinoamericanas que uno podría decir: “Son independientes y alternativas”, que han sido elegidas por sus países para representarlos, y eso yo creo que es una mirada diferente que no debería estar tan puesta en las superproducciones, sino en este cine más pequeño.

Otro ejemplo, una película de un hombre, pero con una sensibilidad maravillosa, es Chaco (2020), del boliviano Diego Mondaca. Él hace un trabajo súper interesante a partir de una ficción que está contextualizada en la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay hace varias décadas. Tiene que ver con visibilizar esa otra mirada sobre un hecho histórico, esa mirada alternativa, contraria a la historia oficial donde pone de manifiesto otras situaciones. Es una película que uno podría decir de guerra donde no se dispara ninguna bala y se pone en evidencia, por ejemplo, la diversidad y la generación que fue sacrificada por ir a una guerra que nadie entendía. Una guerra que no era ni siquiera propia y que se evidencia en las diferencias de lenguaje: se hablan en distintas lenguas. Entonces, también hay hombres que están haciendo trabajos interesantes, pero en esta misma lógica.

Una película más, si me permites, Pirotecnia (2019), de un colombiano también joven, Federico Atehortúa, que fue uno de los que liberó su película, y ahí tuve acceso a verla. Es una belleza. Él hace el mismo ejercicio que hacen algunas mujeres, a propósito de una situación particular, familiar en el caso de él. Además, es de una generosidad enorme compartir algo tan personal con todos nosotros como es la situación de su madre, una mujer que había sido profesora durante largos años en una escuela, y que a propósito del conflicto armado interno de Colombia, que ha durado cincuenta años, de repente, con todas las tensiones, el contexto tan brutal de Colombia, de un momento a otro, siendo adulta dejó de hablar, nunca más se comunicó.

Entonces Pirotecnia es la historia justamente de esa madre vista por este hijo. Él hace un enlace también político, de contexto, a propósito de toda la coyuntura del conflicto armado. Y también hace una alusión al cine silente, a cómo se construyen las historias o qué cuentan las historias, cuáles son las imágenes que definen las historias, en este caso del cine colombiano. Entonces hay un trabajo bello que yo reivindico particularmente, que estoy viendo especialmente en el cine de mujeres, pero también en algunos casos en el cine hecho por hombres.

Incluyo también Adiós a la memoria (2020), un bello documental de un argentino, de Nicolás Prividera. Él ha hecho varios documentales. Antes hizo M (2007), que se refiere a la historia de su madre como detenida, desaparecida, y ahora Adiós a la memoria, que estuvo presente en Mar del Plata, es un documental de una sensibilidad enorme en que él, a propósito de la pérdida de memoria de su padre que está con un problema de salud degenerativo, va perdiendo la memoria pasada. También hace un vínculo con la historia reciente de Argentina y recupera unas películas, videos familiares que su padre había hecho cuando joven, y que cuando él era niño, no les encontraba mucho sentido a estas películas. Pero al verlas ahora, revisitarlas, se va dando cuenta cuál era la mirada de su padre al filmar cuestiones que en ese tiempo nadie filmaba, cuestiones cotidianas. También es un ejercicio bello, están pasando muchas cosas hermosas de recuperación del pasado para pensarse en el hoy básicamente.

Octavio Fraga: Nos has puesto algunos aperitivos para ver, así que vamos a buscar un poco de estos. Ahora te voy a proponer un ejercicio de imaginación, ahora no eres crítica de cine sino realizadora de cine. Dicho eso, ¿cómo tú harías un documental sobre el tema de la mujer?

Marisol Aguila: Qué difícil, yo creo que no tengo esa capacidad.

Octavio Fraga: ¿Qué claves no podrían faltar en ese documental?

Marisol Aguila: Yo creo que las historias personales son una forma de poner temas y cruzarlas con la historia política. Yo creo que el trabajo que están haciendo estas realizadoras es en general bastante valiente en el caso de encarar a sus padres. Por ejemplo, en Historia de mi nombre, encarar a unos padres que habían ocultado a su hija que ellos pertenecían a un grupo armado. O en el caso de Agustina Comedi, si bien su padre ya no está presente como para encararlo, ella es capaz de evidenciar y dejar en claro que su padre había sido homosexual y ella no lo sabía.

Yo particularmente no tengo la capacidad de realizar, pero les propondría a aquellas que están en este trabajo de memoria, de búsqueda, de identidad, que sean muy valientes, que ocupen este espacio para ir generando otras conversaciones, para ir apostando también por la reivindicación de derechos. En el caso de las mujeres latinoamericanas, seguimos estando en una situación de subordinación en muchos planos, por lo menos en Chile se mantiene una brecha salarial del treinta por ciento a pesar de que hay una ley que supuestamente lo impide, pero que es letra muerta.

Ahora con el tema de la pandemia, por ejemplo, con todo el nivel de desempleo que ha aumentado de manera brutal por la cuarentena, el nivel de pobreza va a aumentar enormemente. Son las mujeres las que han tenido que enfrentar estas situaciones triplicando su trabajo, son ellas las que han tenido que quedarse en casa haciéndose cargo, nuevamente, del trabajo doméstico, que es un trabajo enorme, del cuidado de otros. Por lo general, son las mujeres las que asumen el cuidado de los niños, y muchas veces, además, son ellas las que han tenido que reemplazar a los profesores por cuanto los niños no han podido ir al colegio.

Entonces son una serie de fenómenos que se están agudizando mucho más, que muestran lo peor del modelo económico que hemos visto, que nos afecta a la mayoría de los países latinoamericanos. Un sistema neoliberal que no genera ningún tipo de respaldo frente a situaciones como las que hemos visto, sistemas de salud colapsados, donde son los pobres los que mueren porque tienen más dificultades de acceso a la salud pública. Porque tienen enfermedades preexistentes, porque viven en condiciones de mayor hacinamiento, donde las determinantes sociales de la salud han evidenciado las diferencias, las desigualdades brutales que existen.

Hay mucho trabajo por hacer para evidenciar estas diferencias. También se estima que, cuando terminen las cuarentenas, las que tendrán mayores dificultades para volver al trabajo presencial van a ser las mujeres. Y eso podría implicar un retroceso enorme en cuanto la participación laboral femenina, porque finalmente para que una mujer pueda salir a trabajar, implica que necesita ayuda en el cuidado de los niños, aunque los niños y niñas debieran ser una responsabilidad social no sólo de las mujeres. Sin embargo, esto todavía sigue teniendo un énfasis mayor de ellas, y con la pandemia, peor.

Yo creo que sería un buen trabajo para las futuras realizadoras que pongan ojo en todo lo que implica para las mujeres en términos de derechos cuántas brechas todavía quedan.

En el caso de los derechos sexuales y reproductivos, por ejemplo, Argentina acaba de legalizar el aborto. En Cuba ustedes lo tienen desde hace décadas; y en Chile, con suerte, pudimos despenalizar tres causales hace un par de años. Pero, los propios médicos muchas veces se oponen aduciendo objeción de conciencia. Entonces siempre hay una fórmula que tiene el conservadurismo, el establishment, de impedir el goce efectivo de derechos. Creo que ahí hay un nicho importante para que las mujeres que tengan perspectiva de género —que cada vez son más, hay una suerte de marea verde que está aumentando— lo pongan en evidencia en las distintas actividades que hagan, en este caso a través del cine. Son aquellos caminos que se necesita seguir recorriendo para alcanzar niveles de igualdad, para generar sistemas democráticos más inclusivos y más igualitarios.

Octavio Fraga: Vamos ahora a Latinoamérica, sin salirnos del tema femenino. Aunque de alguna manera me has hablado, has esbozado, has puesto ejemplos, has citado películas ¿Qué características tiene el cine feminista latinoamericano que lo diferencia del europeo, por ejemplo?

Marisol Aguila: Bueno, yo he tenido más acceso al cine latinoamericano reciente, y como te señalaba, hay una búsqueda muy interesante en relación a situaciones de corte más social o político, que hablan de nuestras historias políticas recientes. En nuestro continente, lamentablemente, todavía quedan heridas abiertas de situaciones brutales que hemos vivido como sociedad. En el caso chileno, han pasado cuarenta y siete años, que es la edad que tengo yo, después del Golpe de Estado que derrocó a Allende, que fue elegido democráticamente con un proyecto pacífico, vía pacífica al socialismo. Sin embargo, esas heridas siguen abiertas por la impunidad, por muchos casos de detenidos desaparecidos, cuyos cuerpos nunca más se encontraron, por una justicia que a veces llega tarde, cuando ya los propios protagonistas están muertos y los familiares de las víctimas nunca pudieron encontrar la justicia.

Hay también un espacio interesante que en Chile se generó hace un par de años con varios documentales, entre esos también de mujeres, donde eran las segundas generaciones (los hijos de, los sobrinos de, personas que habían sido víctimas de la represión dictatorial) las que estaban contando la historia desde su punto de vista. Fue súper interesante esa oleada de documentales que se produjeron en esa línea.

Una chilena que se llama Lissette Orozco, que ahora está viviendo en Colombia, hizo un documental realmente muy impresionante que se llama El pacto de Adriana, de 2017. Ella se demoró siete años en hacerlo porque fue un proceso de revisión de archivos y de revisión de la forma de ver que ella tenía de su tía, la tía Chany, hermana de su madre, que vivía en Australia y que cada cierto tiempo, cuando venía a Chile a fines de año para las Navidades, traía regalos. Y así la veía ella.

A medida que fue investigando sobre su tía Chany se fue dando cuenta de que esa tía, que ella quería mucho, y que veía con ojos de niña, era en realidad la mano derecha de un torturador como fue Mamo Contreras. Y es muy brutal esta historia, porque es absolutamente real. Entonces la tía Chany se convirtió en este proceso de ir descubriendo a este personaje brutal que existe, que vive en Australia y que la justicia chilena está tratando de juzgar. Ese fue un documental muy, muy fuerte, porque el proceso de trabajo de Lissette fue muy valiente. Entonces creo que nuevamente la palabra valiente, es la que define a muchos trabajos que se han hecho en esa línea.

Octavio Fraga: En el gremio del cine los protagonistas son los hombres, ¿ese es un fenómeno presente también en Chile?

Marisol Aguila: Sí, básicamente sigue concentrado en la dirección por parte de los hombres y relegando a las mujeres dentro de la industria o de la pequeña industria a algunos ámbitos que se identifican más como con lo femenino: la producción, el vestuario. Entonces ha habido una reivindicación justamente de las directoras por ubicarse en el liderazgo de estos proyectos, no sólo en aquellas áreas que tradicionalmente son más femeninas.

La industria en Chile es bastante pequeña, pero en los últimos años ha habido mucho más movimiento de películas, se están haciendo más. Vamos a ver qué pasa con la pandemia, porque muchos proyectos quedaron parados. Pienso en Pacto de  fuga (2019), de David Albala, que es una historia de presos que escapan de la penitenciaría, basada en hechos reales. Son proyectos básicamente de los hombres, y como te decía, las mujeres buscan estos otros espacios, estas rendijas que genera o que puede producir el documental para hacer sus trabajos muchos más personales e íntimos.

Octavio Fraga: En esa antología que hicieron en El Agente cine, que citamos al principio, se incluye una de las películas de Agnès Varda, que es una de las referentes del cine femenino. ¿Para ti quiénes son esas otras referentes dentro del cine femenino y qué aportan a la realización del cine universal?

Marisol Aguila: Agnès Varda es una líder en ese sentido, y por eso la incluimos también en la reseña que hicimos de películas, porque ella tuvo una mirada muy feminista temprana, desde la Nouvelle vague.

A nivel latinoamericano, que es el área en que yo me manejo más, creo que una mujer clave, una directora realmente innovadora en su poética y en su autoría es la directora de Zama (2017): Lucrecia Martel. Esta es una de las mejores películas de los últimos diez años, donde se ponen en evidencia otras formas de entender el cine, que no es desde una perspectiva de la narrativa lineal sino, por ejemplo, a partir de los sonidos. Muchos consideraban que era infilmable porque el pensamiento de Don Diego de Zama era muy difícil de mostrar, de evidenciar.

Zama ocurre en el siglo xviii, en lo que hoy es Paraguay, en el Chaco. Zama es un funcionario de la corona española que persistentemente está siendo degradado. A pesar de que él tiene un alto puesto burocrático, en su intento de trasladarse para volver a España a estar con su familia, una y otra vez es dejado a un lado y no le permiten el movimiento que él espera.

Lucrecia Martel logra a través de los sonidos una cosa realmente maravillosa: poder entender lo que pasa dentro del imaginario de Don Diego cada vez que se enfrenta a una situación en esta espera que se hace larga y angustiante. Entonces tú sientes ahí el tintineo de los vasos y cómo suena el abanico. Tu forma de entender y de ver una película ya no tiene que ver solamente o únicamente con la mirada, sino que tienes que agudizar este otro sentido que es el del audio. Yo creo que tenemos una realizadora que, a partir de sus trabajos iniciales, Una mujer sin cabeza (2008), La Ciénaga (2001), La niña santa (2004), siempre estuvo buscando otras formas narrativas con una mirada no lineal, por ejemplo. Este es su aporte fundamental,  que no sé si ha sido imitado, porque otras directoras argentinas como María Alché, con Familia sumergida (2018), también tiene este aprendizaje del sonido y de historias donde no ocurre todo en la linealidad tradicional.

Valeria Sarmiento, chilena avecindada en Francia, montajista, directora, pareja del chileno Raúl Ruiz, que tiene una trayectoria realmente larguísima, principalmente en el cine del exilio. Desde los setenta viene identificando la cuestión femenina y feminista, con una obra pequeña, pero que dice mucho, como La dueña de casa (1975). Valeria ponía énfasis en cuestiones que un hombre seguramente no habría detectado porque no tiene tanto contacto con esto doméstico. O un documental como El hombre cuando es hombre (1982), que es muy anecdótico.

Lo que ella hizo —casi sin decirlo— fue mostrar situaciones de machismo expresas, extremas, realmente brutales, dando cuenta de la cultura machista latinoamericana. No sólo en Costa Rica, podría haber sido México, en Chile, países altamente machistas. Cuando ella terminó la película tuvo casi un incidente diplomático porque Costa Rica, como país, se enojó mucho por la mirada que daba respecto al machismo. En realidad, ella sólo mostró de una manera muy inteligente estas situaciones que son completamente reales en ese entonces, y que persisten ahora. No nos engañemos, no creamos que las cosas han cambiado tanto, siguen habiendo micro machismos y situaciones extremas de machismo en nuestra Latinoamérica.

Otra argentina, que también tuve la posibilidad de entrevistar fue Albertina Carri, que es una innovadora de tomo y lomo. Con Las hijas del fuego (2018), su última película, ganó hace dos años el BAFICI, el Festival de Cine de Buenos Aires. Básicamente es una porno-lesbo-feminista que reivindica el discurso feminista del goce. Ella hizo esta película porque no se sentía identificada y representada, en tanto lesbiana, en el cine tradicional.

Esa misma falta de representación la sentía en relación, por ejemplo, con el cine de derechos humanos. Y ella como hija de detenidos desaparecidos en Argentina también hizo una película, Los rubios (2003), que es totalmente diferente de lo que uno podría esperar de un cine de derechos humanos. Es una película innovadora, de hace varios años, donde ella se representa en una actriz que va a visitar el lugar donde había habitado de chica junto con sus padres antes de que desaparecieran. Esto de los rubios viene de los comentarios de una vecina cuando ella la va a entrevistar, que dice: “No, aquí vivía una familia con unos niñitos rubios”, que en realidad daba cuenta de que el interés de los padres de Albertina, uno de ellos sociólogo, muy reconocido el padre, de ubicarse en un barrio popular para vivir como lo hacía la gente popular, era visto por los vecinos como una intromisión finalmente. Albertina hace toda una revisión de la falta de representación, ya sea la diversidad sexual o de la forma de entender los derechos humanos. Tenemos varias mujeres muy innovadoras latinoamericanas, que es el énfasis que me interesa poner.

Octavio Fraga: El cine latinoamericano de los sesenta, setenta, incluso el de los primeros años de los ochenta se caracterizó por el uso del símbolo, la metáfora, el mestizaje de la realización ¿Cómo ves esos tres ingredientes en el cine latinoamericano de hoy? ¿Están presentes? ¿Tiene otras maneras?

Marisol Aguila: Sí, si, creo que puede ser. Estoy pensando en estos nuevos temas también, ya no en el documental sino en la ficción. Claudia Huaiquimilla, una chilena que hizo Mala junta (2016) con énfasis en dos jóvenes que representan aquello que las sociedades más discriminan: un joven mapuche, indígena, y otro joven parte del sistema, Sename se llama en Chile (protección a los niños que han sido abandonados por su familia o que tienen conflictos con la ley). Ahí tú veías, por ejemplo, esas situaciones de jóvenes que se enfrentan a un país desigual que los trata de discriminar.

Hay un aspecto también con lo andino que me parece que está surgiendo especialmente en Perú. Recién se estrenó en Netflix para Latinoamérica una película que es una ficción, pero basada en hechos reales, que se llama Canción sin nombre (2019), de Melina León, la opera prima de esta cineasta. Ella estudió cine en Nueva York y su película está basada en una historia de sustracción de menores a finales de los ochenta en el Perú de Alan García, en plena crisis del terrorismo de Sendero Luminoso.

Tuve la posibilidad de conversar con Melina hace un par de días, de entrevistarla, y ella me contaba cómo fue el proceso. Fueron muchos años en que ella estuvo dándole vueltas al trabajo, al guión. Y si hay una particularidad también con mujeres directoras, me parece a mí que es la forma de trabajar personajes y el mismo trabajo, mucho más horizontal, más de la escucha.

En el caso de Melina el trabajo con los actores consistió en que durante varios meses ella les pedía que improvisaran buscando en el fondo que sus palabras salieran en los diálogos, que fueran gestos propios. Y al final ella afina los diálogos del guión con estas palabras reales de estos personajes. Por ejemplo, la actriz principal, Pamela Mendoza, es una joven que surgió de un teatro popular, de un lugar de las afueras de Lima, que como muchas personas son desplazados internos a propósito del terrorismo.

Entonces tú notas en la actuación de Pamela, que representa a Georgina, una joven proveniente de Ayacucho que está a punto de tener su guagua, y escucha un reclamo en la radio de una clínica donde tener a su hijo. Básicamente la historia es de cómo le arrebatan de los brazos a la pequeña hija, en este caso de tráfico. Y, ¿quiénes eran las víctimas nuevamente? Mujeres andinas, pobres, desplazadas internas, emigrantes, o sea discriminaciones múltiples. Entonces siento que hay una idea de poner en protagonismo algunos personajes que antes no habrían tenido ningún lugar.

Hay otra película que me parece interesante, que estuvo en el Festival de Lima del año pasado, Mujer del soldado (2020), de una directora peruana, Patricia Wiesse. Es un documental muy valiente de mujeres víctimas de violencia sexual por parte del ejército en los tiempos de conflictos internos también en Perú.

Ella hace un ejercicio de la protagonista. Reúne a Magda, que vuelve a su pueblo después de muchos años para enfrentar en un juicio a este soldado que la había violentado, con otras mujeres que también habían sido víctimas de este tipo de violencia sexual, que es brutal.

Entonces hay una mirada de ir para atrás, pero desde los ojos de ahora. Yo creo que realmente es muy valiosa y muy necesaria. Además, en algunos casos, donde la propia justicia no ha hecho lo que le corresponde y se mantienen en la impunidad muchos victimarios, ya sea de violaciones a los derechos humanos, ya sea de violencia sexual. Entonces el cine surge como con un rol social de hacer justicia, de mostrar situaciones de vulneración de derechos, y es un aporte que nuestros cines tienen que seguir haciendo.

 Octavio Fraga: En uno de tus artículos subrayas: “El arte se convirtió en expresión de resistencia”, ¿Lo dejarías en ese enunciado?

Marisol Aguila: Es a propósito de una situación muy particular que ocurrió el año antepasado en Chile, que fue la revuelta popular o estallido social, en que producto de las tremendas injusticias del modelo económico y político impuesto en dictadura la ciudadanía se hartó de las desigualdades, del abuso del modelo neoliberal, y salió a las calles durante varias semanas, varios meses, exigiendo mayores grados de igualdad. Fue una situación que no se veía en Chile desde finales de la dictadura, y en ese sentido se produjeron situaciones de violaciones a los derechos humanos que de recordarlas me duele. Ha pasado más de un año y todavía hay impunidad respecto de personeros, de gentes del estado, básicamente carabineros de Chile, la policía, que generó vulneraciones de derechos como no se veía desde los peores tiempos.

Fue realmente brutal. Cuestiones que creíamos que habíamos superado como sociedad, y que había un compromiso con el Nunca Más. Entonces, en los peores momentos de represión, los ciudadanos lograron dejar evidencia en muchos juicios a través de un instrumento tan pequeño como un celular. Significó un medio de prueba de las golpizas, de los maltratos, de los disparos, del uso de lacrimógenas. Unos cincuenta jóvenes quedaron como mutiladas visuales: les disparaban justo en los ojos, tenemos casos realmente terribles.

En esos momentos, donde incluso estaba en juego la estabilidad democrática, gracias al arte la gente se expresó de maneras súper creativas, proyectando en las paredes de los edificios imágenes, leyendas, reivindicando la justicia, y figuras como la de Víctor Jara; ustedes lo conocen, un tremendo cantautor chileno de los setenta que fue ultrajado, torturado y asesinado.

En octubre del año pasado se realizó un plebiscito en que ganó la opción de una Nueva Constitución a través del mecanismo de Convención Constitucional. En abril de este año vamos a tener elecciones para que sean los propios representantes del pueblo los que escriban la Constitución, así es que ha sido un proceso largo, difícil, no exento de violencia, pero que nos debería llevar a un camino de mayor justicia. Y esperemos que efectivamente haya una reforma a la policía, porque no pueden seguir actuando con esa impunidad, como si el pueblo fuéramos el enemigo, cuando ellos se deben al pueblo, ellos deben cuidar y resguardar los derechos de las personas, y no agredirlos ni violentarlos como lo siguen haciendo.

Octavio Fraga: Bueno, Marisol, te agradezco muchísimo el que nos hayas permitido este diálogo, como te había dicho en algún momento, iba a ser provechoso, enriquecedor para todos. Muchísimas gracias desde La Habana, desde la Unión de Periodistas de Cuba, por haber estado con nosotros, y seguimos en contacto.

Marisol Aguila: Yo te agradezco a ti, Octavio, tener esta posibilidad de hablar con esta libertad de los temas que nos interesan, mezclando el cine, el documental, y también la política, y nuestra forma de habitar nuestro mundo en nuestros países. Creo que tenemos mucho que hacer para ser cada vez más igualitarios hombres y mujeres, así que muchas gracias. Un abrazo a Cuba. Espero que a finales de este año se pueda producir efectivamente el Festival de La Habana. Hace años que tengo ganas de ir, así que espero que en algún momento cuando se den las cosas podamos conocernos y abrazarnos. Muchas gracias a tí.

Octavio Fraga: Un abrazo para ti desde Cuba.

Marisol Aguila: Muchas gracias.

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