LA CÁMARA LÚCIDA

¿A dónde miran las estatuas?: El documental

Bienvenidos los textos fílmicos de “estructuras ausentes”, que dimensionan los pilares creativos y estéticos de las narrativas revolucionarias del arte contemporáneo. Esos que se apartan de los cauces anodinos de líneas “trazadas” por la creación convencionalista.

El cine documental, como otras expresiones del arte, necesita de medulares oxígenos, de otras maneras de narrar, para continuar dialogando con su público. Sobre todo, con aquel que habita en el letargo comunicacional en la era digital, incapaz de ver más allá de sus propias costuras.

Ese que va en inamovible lectura de pantallas cíclicas y absorbe gustoso las carrileras de las nuevas tecnologías, que no siempre son sinónimo de cultura y educación, valores y crecimiento, y que ya no son tan nuevas.

Es fantástico cuando un cineasta afinca al lector fílmico con señales de múltiples recorridos y formas “inconexas”, pues forja hacia el esfuerzo, hacia la búsqueda de los sentidos y sus significados.

Frente al desafío que implica dialogar con una puesta cinematográfica de novedosa factura, ese entrecruzamiento obliga a sacar de los anaqueles los clásicos de todas las humanidades posibles o la suma de artículos “vinculados” al género.

Tan solo para “encontrar”, si es que cabe el término, respuestas ante los derroteros que despliega un cineasta forjado en la voluntad de edificar simbologías asentadas en nuestra memoria y en los estamentos del habla.

Jesús Armesto, realizador andaluz, está fuera de todas las listas posibles. Esas que construyen algunos “críticos” para resolver sus carencias con el público y los mass media —con el que hacen concesiones—, con el fin de entrar en el estatus efímero de los “periodistas del año” y formar parte de alguna lista de éxitos, cuando en realidad nuestra encomienda es, edificar apuntes, ideas para el debate social.

Antes de entrar en los pliegues y honduras de esta obra fílmica presentada bajo el sugerente título de: ¿A dónde miran las estatuas? (2011), cabe una reflexión de paralelismos. El autor documental y su equipo de realización, nos presentan una pieza copada de poesía que evoluciona como auténticos retratos iconográficos, donde las metáforas van in crescendo. Todo un andamiaje de lirismo desde los cimientos del punto de vista.

¿Construye este cineasta un “sello” cinematográfico? Este término suele ser un catalizador para las etiquetas, para los aferrados estereotipos culturales e ideoestéticos. De cualquier manera, los estilos pueden ser un boomerang.

Jesús Armesto se aleja de los documentales clonados, de esos filmes salidos de alguna “empresa de embutidos fílmicos”. Contrario a lo que persiste en ciertas zonas del cine documental: la homogenización de discursos, temas, enfoques, que pretenden copar las cuotas de pantallas capitalizadas por unos pocos constructores de contenidos.

El cine tiene el deber de ser un recurso integrador, de abordaje crítico y de acento humanista, para compulsar las opiniones y los debates, en torno a los temas más acuciantes que ahogan nuestra era. Todo esto constituye una suma de desafíos que deben arroparse desde los pilares del arte y la cultura. Y es que a no pocos documentales les falta voluptuosidad, maestría, sello artístico y acento personal.

Lo cierto es que Jesús Armesto lo tiene claro. Su manera y sus tiempos para el proceso creativo emparentan con lo artesanal, lo confesó en una conversación que sostuvimos en el barrio obrero de Vallecas, en Madrid. Sin dudas, este estilo entronca con su particular discurso narrativo, que no se deja arrastrar por los ritmos de las “estrepitosas agendas” impuestas por los decisores de la producción audiovisual.

Se impone esquivar la impronta de construir el “texto final”, desde los trillados caminos del discurso primario, lejos de los manuales y cursillos de última hora, concebidos para el género. O de las estéticas “ya probadas” para —en verdad—, edificar nuevas formas de hacer cine pensante y pensado

Obviamente, es imprescindible entretener al espectador saturado de porquería mediática, nociva para el pensamiento crítico y comprometido, rodeado de una fauna seudocultural de profunda estructura mediocre.

Pero ¿es posible la poesía y la metáfora en un documental que aborda la realidad? La respuesta es afirmativa. Los “pliegues” de los que se apropia el realizador para construir su obra, parten de una mirada crítica en torno a un tema que subyace en los debates de la sociedad contemporánea: los fanatismos de las festividades religiosas.

Es un debate que discurre en la España profunda, cuyo tema ha sido “heredado” de las tradiciones que hoy están en revisión en ciertos sectores sociales y culturales.

En este escenario sociológico los jóvenes llevan la batuta y la fuerza de ese otro discurso. Es una retórica ajena al panfleto y al consumo pasivo del “arte y la cultura”. Armesto pone “sobre la mesa” un asunto del que se requiere eliminar telarañas.

Los planteamientos de ¿A dónde miran las estatuas?

En una reflexión teórica de su propia obra (“Tratamiento breve sobre el documental”), Jesús Armesto afirma: “¿A dónde miran las estatuas? es un documental de autor que representa la semana santa andaluza desde un prisma personal y artístico, atravesando los límites de la realidad y penetrando en el espacio de emociones y contradicciones que rodean a esta celebración centenaria”.

El documental aborda dos claros polos del pensamiento: por un lado, están los devotos de estas fiestas y, por el otro, los irremediables ateos. Así, el filme se atrinchera en un abanico de reflexiones ante este tema ancestral, aunque más importante es el dueto entre las emociones y las contradicciones que dichas festividades suscitan.

¿A dónde miran las estatuas? se adentra en el debate a partir de las entrevistas en primer plano. Desde las carrileras de los devotos, la obra documental revela las lagunas culturales de estos interlocutores de fe ciega.

Desde la fotografía, este asunto capital es abordado desde la sobriedad de los encuadres. Enfatiza en primerísimos planos para centrar a los “personajes” en el “verdadero” dialogo de cara al espectador.

Jesús Armesto añade en Tratamiento breve sobre el documental que “la propuesta cinematográfica está basada en un desarrollo poético compuesto por paisajes sonoros y visuales, que no huyen de la crítica social ni de la observación «contemplativa» de personas, acciones y espacios”.

En su filme, estos paisajes sonoros brotan en un primer nivel del discurso, a través de la voz en off del equipo de realización, que como “sombras”, cuestionan ciertos y determinados preceptos de estas festividades. La dosis es la adecuada, se marcan trazos de palabras —a veces fantasmagóricas—, para subvertir y aleccionar al espectador sobre los postulados ideoestéticos que defiende el filme.

Son también los transeúntes parte de ese paisaje sonoro (presentados desde el silencio) y quienes testimonian frente a la cámara: personajes claves de la puesta cinematográfica, anclados para subvertir y polemizar anquilosadas ideas ante un juego de preguntas y respuestas.

Sin su contraparte visual, no son nada dichos paisajes sonoros. La conjugación de estas dos icónicas herramientas del audiovisual, conforman el cerco estético de un filme hecho para hacer meditar sobre un capítulo de la historia de España, literalmente aferrado en el tiempo.

Entre los grandes aciertos de este documental, está la manera en que están compuestos en franco y abierto contrapunteo los ya mencionados paisajes sonoros con los paisajes visuales.

En una simbiosis de planos y encuadres se atisban con clara intención los iconos propios de los ruedos religiosos, y no solo los diversos procesos de preparación de las festividades, recurrentes en otros documentales sobre el tema.

Las cuotas son mesuradas, los excesos en este tipo de filmes saturan y alejan al espectador de la intencionalidad reflexiva del autor.

El ejercicio que hace la cámara es indagatorio. Sin embargo, apunta su lente desde el detalle. Son encuadres cautivadores edificados desde una sobria “escritura”, planos “contemplativos”, verdaderas pautas semióticas para dar las respuestas teóricas que le asiste a una obra artística.

De acuerdo con Armesto, “esta pieza es un largometraje que habita entre los ojos de madera de las estatuas de Jesús de Nazaret, y los ojos humanos que los contemplan. Miles de personas acuden cada año a la cita con estas estatuas de madera, que sorprendentemente para muchos, e ineludiblemente para otros, levantan pasiones que atraviesan todos los sentidos, incluso el de la lógica”.

El realizador se cuestiona ese sesgo de la religiosidad, apertrechado de palabras y argumentaciones. Dilucida, por una parte, la materialidad del objeto venerado “Jesús de Nazaret” y, por la otra, adentra al espectador en el mundo subjetivo de la apoteosis de los creyentes ante un objeto construido por la creación humana. En este trazo argumental, Armesto confronta ambas vertientes.

En ¿A dónde miran las estatuas?, la singularidad de las escenas parte de los testimonios y razonamientos de “todas las partes y fuentes posibles”, y el realizador también toma partido.

La cámara se adentra en la etapa de creación de las estatuas de madera, o en cómo son construidas y “amoldadas”; mientras, el espectador asiste a dos escenas contrapuestas: “el mundo de la realidad y el de la subjetividad”.

El filme confronta esa parte idílica, venerada, de masas, motivo de investigaciones por la sociología contemporánea, con los antecedentes históricos de una celebración que se repite, cada año, como un ritual revisable.

Jesús Armesto no se conforma con desdibujar la “tradición” al contrastarla con la realidad, una de las esenciales materias primas del género documental. También coloca en posiciones encontradas tópicos que persisten en toda la gama que caracteriza estas recurrentes festividades. En el texto ya citado, el autor fílmico lo resuelve así: “Paradojas y más paradojas. Dolor versus Amor. Sencillez versus opulencia. Luz versus sombra. Razón versus sentidos. Leyenda versus verdad”.

En otros párrafos los apuntes del realizador contrastan:

“En la semana santa, los ojos de Jesús de Nazaret son de madera y hablan de dolor. Mas, miles de personas lo claman y lo lloran, y lo estampan contra sus pechos. Las estatuas visten doradas, brillantes, en pasos caros, y lloran lágrimas de cristal tallado con brillantes. Mientras tanto, los comedores sociales y los refugios nocturnos están repletos de personas necesitadas. Algunas decenas de voluntarios, religiosos y laicos, alargan sus manos de carne y hueso, entregando su Amor”.

El filme en este trazo de “preguntas” no tiene límites. Nuevamente el director se “quita la camisa” para arremeter contra ciertos preceptos y dogmas que sobreviven en las instituciones religiosas y en sus líderes, que “transitan” alejados de la realidad económica, social y cultural de estos tiempos.

La cámara vuelve a ocupar ese rol predominante que le caracteriza. Congela en planos distantes, pero reveladores, los mundos sombríos y marginales de la España del siglo XXI. Ese “descubrir” de esta obra documental no es gratuito. El filme arremete contra la opulencia y el derroche de esa institución en España.

Otras de las notas de Armesto, anticipa un surco que deja claro en el filme su idea sobre las mezcolanzas tejidas en estas fiestas:

“Pero la semana santa, es también Belleza. Tanta, que roza lo sobrenatural. La armonía entre arte, azahar, luna, llanto, saeta, luz, música, infancia…, es irresistible. Perseguimos a la Belleza, nos embriaga, nos confunde con su efímero rastro de felicidad, nos cambia ese instante de vida, transformándolo en algo sublime, eterno. Lo que empezó con una mirada de madera, es ahora una sensación inexplicable. Y no hay ser humano al que no le guste sentir, Sentir, SENTIR”.

Al final de sus notas el realizador clarifica lo esencial de su trazado cinematográfico. “Toda una gran metáfora del Hombre y su condición, con su humanidad y sus contradicciones, se exhiben a lo largo de una semana que llaman santa: ¿A dónde miran las estatuas?”

La emotividad con que ha sido construido este relato fílmico, la singularidad de su estructura narrativa, el tratamiento fotográfico y de puesta en escena que empasta con todas las curvas semióticas que le caracterizan, las entrevistas calibradas como parte de un puzle de muchas notas, son parte de los aciertos de este documental que requiere una mirada sobria y desprejuiciada. Sobre todo, por quienes defienden y legitiman las arraigadas festividades de Semana Santa, que han sido reinterpretadas de manera delirante.

Ficha técnica

Formato: HD

Duración: 55 min

Año de Producción: 2011

Rodado en: Andalucía y Cataluña

Producción: Almutafilm S.L.

Guión, Dirección, Montaje y Música Original: Jesús Armesto

J. Producción Andalucía: Enrique Martínez

J. Producción Cataluña: Sonia Rotger

Sonido Directo: Gina Merson, Enrique Martínez, J. Armesto

Sonorización: Francesc Sitges-Sardá

Colorimetría: Adrià Cillero

Voces en Off: Laura Bartolomé, Sonia Rotger, Lidia Lozano y Jesús Armesto

Con la Participación especial de: Paco Salas (Escultor) y Miguel Aguilar (Músico)

(Tomado de Cuba en Resumen)

Foto del avatar
Octavio Fraga Guerra
Periodista y articulista de cine, Especialista de la Cinemateca de Cuba. Colaborador de las publicaciones Cubarte y La Jiribilla. Editor del blog https://cinereverso.org/ Licenciado en Comunicación Audiovisual por el Instituto Superior de Arte de La Habana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *