FIEL DEL LENGUAJE

Fiel del lenguaje 46/ Discriminar entre “bastante” y “demasiado”

A menudo en las palabras el uso prima sobre la etimología, o la modifica. Un ejemplo. La humanidad no puede prescindir del acto de discriminar: entre virtudes y defectos, justicia y opresión… Distinguir, en fin, entre el bien y el mal. Pero, de tanto peso que ha tenido la discriminación al servicio de la injusticia, discriminar y su familia lexical parecen interpretarse mayormente en sus acepciones más negativas: no discernir para hacer el bien, sino para arrinconar, marginar y oprimir, y hasta asesinar.

¿Qué pensar cuando un comunicador de oficio dice que el mundo sufre por la discriminación de los bosques? Lo seguro es que estos sufren mal trato indiscriminado, y el mundo paga las consecuencias del uso irracional y la destrucción de los recursos naturales. Ojalá el citado uso de discriminación sea un accidente aislado. Todos los esfuerzos para fomentar los buenos usos del lenguaje parecen estériles, pero cada nuevo dislate se multiplica y se afianza como las malas yerbas.

Si el bosque del idioma es objeto de discriminación, esta beneficia, de preferencia, lo indeseable, bejucos patógenos que trepan desde lo bajo hasta las alturas. El engendro de aperturar podría desaparecer —abrir y reabrir, iniciar y reiniciar, inaugurar y reinaugurar son suficientes, y menos agresivos al oído—, pero aperturar crece, y reaperturar avanza. Tan “creativas aportaciones” no vienen de considerar insuficiente lo que ya el lenguaje tiene de riqueza, sino de ignorarlo.

Eso lo reafirma la confusión —que se ha hecho oír en espacios televisuales— entre consecución y consecuencia. Pero más útil que ponerse a explicar las diferencias entre consecuencia y consecución es sugerir que se consulte el diccionario. Esa práctica debería ser cotidiana en los profesionales de la información, máxime cuando disponen de recursos para consultas en la red.

Otro error sobre el cual toda la insistencia se percibe escasa concierne a una incorrecta identificación del sujeto al cual corresponde el verbo. Es una plaga tan extendida que parece pasar por normal, y no lo es. Ejemplos: “Artemisa es una de las provincias que arrancó bien en la nueva serie de la pelota”, “Esa norma para la distribución de alimentos es una de las que más interés suscita en la población”.

Artemisa es una provincia, y una norma llama la atención en particular, por lo que ambas casan correctamente con el verbo en singular es. Pero ni Artemisa es el sujeto absoluto de arrancar, ni de suscitar lo es esa norma concreta. Los sujetos respectivos de esas acciones son “las provincias” y “las medidas”, plurales representados en ambos casos por “las que”. Si se tratara, digamos, de “los territorios” y “los reglamentos”, serían sustituidos por “los que”.

Veamos una información todavía reciente: “La organización Cuba Linda, perteneciente a la Coordinadora Francesa de Solidaridad con Cuba, y una de las que impulsa [sic], a nivel internacional, la campaña por el Nobel de la Paz para la cooperación médica cubana, en un comunicado aclara que ‘Trump no está nominado, es decir, preseleccionado por el Comité noruego del Nobel’”.

Por muy maltrecho que ese lauro se encuentre, la propuesta de que se le otorgue a Donald Trump sería escalofriante, quienquiera que la hubiese hecho. Pero es la segunda vez que la presenta “un diputado noruego de extrema derecha, Christian Tybring-Gjedd, racista como él, xenófobo como él y que apoya como él al Estado criminal israelí”. Pero, para los fines de la columna, bastan las siguientes observaciones.

El adjetivo en singular, perteneciente, es correcto: califica a una organización, Cuba Linda. Pero el singular impulsa es incorrecto. No se dice que Cuba Linda sea la única que impulsa la iniciativa, sino una entre varias, representadas por las que, claro plural. La organización Cuba Linda es una de las que impulsan la campaña, así como el presente artículo es solo uno de los que en “Fiel del lenguaje” han tratado el tema.

Los estragos del desconocimiento lo ratifican locuciones como “tipografía de una letra”. El significado de tipo, con ancestro en griego —“huella de un golpe”—, incluye modelo, ejemplo o símbolo que representa algo figurado: como las letras, sonidos antes que grafías, así como carácter dio nombre al signo gráfico antes que a la individualidad humana. La tipografía es el estudio y la descripción de los tipos, de las letras, y tipo forma parte de tipógrafo, linotipo, linotipia, linotipista, monotipia… Decir “tipografía de una letra” es comparable con decir “oncología del cáncer”, “biología de la vida”, “estomatología de la boca” o “zoología de los animales”.

En inglés, tipo está en la base de vocablos como typewriter, equivalente —al igual que máquina de escribir— de dactilográfica. Este vocablo del español no se basa en tipo, sino en dáctilo (relativo a dedo): en ese artefacto se escribe oprimiendo las teclas con los dedos, a los que también remite la palabra digital. Los medios digitales rinden tributo a la mano y a los dedos y, si honran además a los números, se debe a que dígito como sinónimo de número viene del uso de los dedos a manera de ábaco.

Se aprecia necesario reiterar que una letra no es un caracter, sino un carácter. Y así como por la individualidad del signo se llamó carácter a la del ser humano, antes que dar nombre a la singularidad de una escritura estilo fue una especie de punzón con que se escribía rayando sobre una tabla. De él proviene no solo estilo con sus usos hoy predominantes, sino también derivaciones como estilete. Calificar a una persona de estilizada la compara con un instrumento largo y punzante, mientras que espigada la asocia con espigas naturales, le reconoce aporte juncal.

Usado como sufijo, el vocablo grafía remite a la descripción del término que le sirve de base. Si la tipografía trata de los tipos —de las letras, de los caracteres—, la geografía concierne a geo, voz griega que equivale a tierra o territorio. A un profesor preclaro y, llegado el momento, cascarrabias lo irritaba que en vez de “explorar un territorio” se dijera “explorar su geografía”. Al oírlo, preguntaba: “¿Qué autor la escribió?”

Como la anatomía es la ciencia que estudia el cuerpo, a quienes dicen —y es frecuente oírlo— que “un boxeador golpeó la anatomía de su rival”, podría preguntársele: “¿Quién es el autor de esa anatomía, de ese texto?”

 

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Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

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