FIEL DEL LENGUAJE

Fiel del lenguaje 26 / Pandemia y defenestración de lo correcto

¡Qué bueno sería poder olvidarse ya de la COVID-19!: la COVID, NO el COVID. Pero ella se hace sentir hasta por los estragos que causa en el idioma, y no solo en Cuba, lo que tampoco debe servir de alivio: se sabe a quiénes consuela el mal de muchos. Una alta autoridad política madrileña afirmó que la d y el dígito del nombre de esa enfermedad venían de que el nuevo coronavirus empezó a causar estragos en diciembre de 2019.

Ante la avalancha de saetazos que le cayeron encima, rectificó el error, pues esa d es la inicial de enfermedad en inglés: disease —y así se explicó, como todo el acrónimo, en otro artículo de esta columna—; pero su desliz hizo recordar otro. Lo cometió quien ocupaba el mismo cargo en Madrid cuando, al recibir el autor de Ensayo sobre la ceguera el Premio Nobel, felicitó por ello a “la señora Sara Mago”. Ambas autoridades pertenecen al llamado Partido Popular, pero esa no es la única agrupación política española cuyos representantes han enriquecido la historia universal del dislate.

El denominado Partido Socialista Obrero Español estaba en el gobierno cuando un Congreso de la Lengua fue celebrado en Cartagena de Indias. En el lanzamiento madrileño de la convocatoria, dos titulares de ministerios —de Exteriores y de Educación nada menos— agradecieron que en el salón de actos del Instituto Cervantes estuviese la directora del Instituto colombiano que honra “al señor Caro y Cuervo”. Conteniendo a duras penas la risa, un cubano allí presente recordó desde el público un chiste conocido en su país: “¡Cómo lo disfrutarían los señores Ortega y Gasset!”

En todas partes cuecen habas. Y en estos días llama la atención cómo verdaderos profesionales de la salud, que sabrán un mundo sobre la diabetes, dicen diabetis. ¿Escribirán también así ese término? En quienes desconozcan la enfermedad cabría suponer que el error se debe a la influencia del sufijo -itis, que denota inflamación. Pero en quienes conocen bien qué es la diabetes lo único que vale suponer es un acto que el hablante ni siquiera detecta: el acomodamiento automático del aparato de fonación, que desde la sílaba be, cuyo sonido abierto lo determina la vocal que la integra, empieza a prepararse para la s, consonante por la cual los labios se cierran como para producir un silbido —de ahí la clasificación de la s como sibilante—, y provoca que la última e tienda a cerrarse o se cierre como una i. Pero diabetes es diabetes.

¿Será por algo similar que no acaba de imponerse la buena pronunciación de nasobuco y abundan —por ser más fácil mantener la fonación con la apertura de la a que cambiar para la o— quienes dicen nasabuco, pese a lo mucho que nasobuco se escribe y se dice en todos los medios. Hay personas cultas, especialmente informadas sobre el significado de revolución, a quienes se les puede oír pronunciar revulución. Puede pensarse que, cuando comienzan a articular la segunda sílaba de esa palabra, ya su fonación se va cerrando para la u de la tercera, y así la o de la segunda se acerca o se iguala a la u.

El columnista recuerda, y gozaría de saber que ya no es así, que en sus años de alumno en aulas —fuera de ellas no ha dejado de serlo—, la enseñanza elemental, tan importante, del español eludía nociones de fonética, que son tan útiles. De memoria había que aprenderse, por ejemplo, que antes de b y p se escribe m, no n, norma que se habría grabado mejor en la memoria y en el razonamiento con la explicación de que no solo se escribe m, sino que ese es el sonido que se realiza, como tránsito a la p o a la b, pues en ambas los labios se juntan, como en la m. Menos aún se enseñaba que, si antes de la v se escribe n, es una herencia de cuando esa consonante se pronunciaba de un modo distinto de la b, pero hace siglos que ambas tienen igual sonido, y antes de la v se sigue escribiendo n por inercia gráfica, aunque también en ese caso se pronuncia una m.

Más allá de lo que algunos podrían estimar “detallitos sin importancia”, los errores en el idioma escrito y hablado son una verdadera epidemia, para ceñirnos a nuestro entorno y no consolarnos tontamente considerándola una pandemia. Sobre este vocablo se ha de tener en cuenta que el prefijo pan- —así en panamericano, panafricano, paneuropeo, panhispánico y otros muchos términos— identifica una totalidad. Y una epidemia deviene pandemia cuando no se circunscribe a un país o territorio más o menos delimitado, y alcanza una extensión multinacional o varias regiones del orbe. ¿Es necesario decir pandemia mundial?

Quizás con ese pleonasmo se quiere subrayar el alcance de la tragedia. Pero es tan mundial la expansión del SARS-CoV-2 que los países que lo sufren no son menos numerosos que los directamente envueltos en las que llamamos, sin más, Guerras Mundiales. ¿Empezaremos a oír hablar de Guerras Mundiales Planetarias? Hace algún tiempo se puso de moda el sonoro pleonasmo, que algunos parecían considerar cúspide de la elegancia, o reveladora conquista epistemológica —¿lo sería?—, mundo mundial.

Ya ocurrió que sinónimos ostensibles como medio y ambiente acabaron unidos en un pleonasmo legitimado como de valor particular, para que no hubiera confusión sobre el sentido de lo dicho: medio ambiente. Pero el desconocimiento de lo más elemental del idioma es lo que parece propiciar que se insista en decir y escribir período de tiempo. Un período —salvo que se use en gramática como sinónimo de oración o enunciado— es un “tramo” de tiempo, incluso el menstrual, cuya popular denominación período obedece a su carácter periódico, mensual, o cada mes, que es el significado de menstrual. Dada su regularidad, también se llama regla.

El amigo que le dio al articulista —quien lo comprobó por su parte— el primer aviso sobre la d convertida en inicial de diciembre por una autoridad madrileña, también le expresó alarma porque en un periódico cubano se había usado el verbo defenestrar como sinónimo de denostar o calumniar, y cuando este artículo ya estaba empezado, se repitió ese error en la misma publicación. El verbo defenestrar viene etimológicamente de arrojar o lanzar por la ventana, y al expresar que alguien fue defenestrado se dice, ni más ni menos, que se le destituyó de su cargo, como si lo hubieran lanzado por la ventana. Algo parecido ocurre con el metafórico tronar del habla popular cubana, en la que “tronaron a alguien” significa que lo sustituyeron, como si lo fulminara un rayo.

En el mismo órgano de prensa aludido apareció un error que parece proliferar: pírrica como sinónimo de pequeñita. Se desconoce así la imagen originada en la batalla en que el rey Pirro, de Epiro, alcanzó con sus tropas una victoria sonada pero a tan alto precio que —se dice— le arrancó una expresión amarga: “Otra victoria como esta, y tendré que volver a casa solo”. De ahí “victoria pírrica”, o demasiado cara.

El mal uso de pírrica —y pírrico— resuena hasta en espacios estelares, y recuerda una anécdota quizás no verídica, pero verosímil. En un pobre reparto de merienda, un graduado universitario se sintió desfavorecido y protestó diciendo: “Me han dado una ración pírrica”, al tiempo que mostraba la punta del índice de la mano izquierda, porque con la derecha sostenía el tente en pie. Lo que mantenía mal era el lenguaje, y eso también ocurre al decir que “una cosa deviene en otra”. Devenir significa convertirse en, y “algo devino en otra cosa” equivale a decir “algo se convirtió en en otra cosa”. Ojalá esta columna pudiese devenir regocijado espacio de elogio, solo elogio, a buenos usos del lenguaje. Parafraseando a Antonio Machado, ¡qué más quisiera yo!

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Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

2 thoughts on “Fiel del lenguaje 26 / Pandemia y defenestración de lo correcto

  1. Muy interesantes todos sus artículos sobre el idioma, ojalá que el eminente profesor que cambia la “e” por la “i” en la enfermedad del páncreas que menciona, lea o le comenten este artículo, al igual que sucedió con el repetido “como tal”, que ya no lo repite.

  2. Gracias, amigo, porque continúas entusiasmando con tus “clases” que contribuyena mejorar el uso de nuestro amadísimo idioma.

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