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Ojón

Si bien los diminutivos son tiernos y cariñosos, los aumentativos tienden a sonar casi vulgares y despreciativos. Pero en este caso, cuando a un  “guajiro” espirituano se le acaba de otorgar el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida, a pesar de su pequeña estatura y su cortedad de vista, que no de visión, no me queda más alternativa que apedillarlo, desde el afecto más entrañable, Enrique OJÓN, en lugar de OJITO.

No por su periodismo, que ya todo el mundo escribirá de él en tantas crónicas y entrevistas por estos días, sino hablar del ser humano, casi irrepetible, que habita a este hombrecillo —ahora el diminutivo no pretende disminuirlo, sino darle un hálito de duende travieso— con sus camisas a cuadros y limpiando a ratos sus maltrechos espejuelos, al cual nunca he visto quejarse de las marcas de la vida ni abandonar esa mínima sonrisa que es como los aguaceros que limpian aquellas otras montañas de un Escambray, de papel e ideas, con nombre tan bien puesto por ser cima, entre nubes de burocratismos e incomprensiones, del periodismo que soñamos para Cuba con su sentido restaurador desde la crítica y la defensa de los valores patrios.

Convivir con OJITO-OJÓN (así para que diminutivos y aumentativos no se pongan bravos) en una habitación del Costillar, durante una jornada de jurados, es un regalo; diría que otro premio aunque, en realidad uno casi no duerme por las constantes llamadas a su Arelys, una Dulcinea espirituana que no solo lo acompaña en los andares de la vida sino, además, en el arte de convertir la palabra en ranura necesaria por donde entre la luz, y, aunque uno no quiera ser chismoso y el trate de hablar bajito y con la luz apagada para no molestar, escucha cómo quiere saber desde “el microbio a la nube” de la familia que ha dejado atrás solo por unos días de sesiones; de qué está sucediendo en la redacción con el último trabajo publicado, por si alguno de esos funcionarios que no nacieron para funcionar “han chirriado gomas” frente al último reportaje de un profesional que no puede hacer lo mismo al estilo de The Fast and the Furios con unos neumáticos que no tiene; o si logró buscar los mandados de la cuota.

Pero digo yo que OJÓN-OJITO se merecía el José Martí desde hace mucho tiempo por su amor de padre, si sentados juntos en el comedor de la UPEC, luego de las largas discusiones de los jurados, sacaba, de manera casi imperceptible y delicadamente, ese mágico invento de la “jabita Cubalse” para echar allí su “plato fuerte” y, “sin quitarse el polvo del camino” de tanta lectura del día, montarse en un camello o una de las famosas “P” rodantes e irse, a no sé cuántos kilómetros, a llevarle a uno de sus muchachos que estudiaba por entonces en una academia militar, el pedazo de pollo o de bistec que se había dejado de comer, y no porque no tuviera apetito.

Luego, cuando regresaba tarde en la noche y le preguntabas dónde diablos se había metido —intuyendo erróneamente alguna “canita al aire” o ese “andar La Habana” que hacemos muchas veces los “guajiros” aprovechando “La Poma” (no sé de dónde salió este nombrecito conque algunos han bautizado a la capital que no siempre resulta ser, en la concreta, de todos los cubanos), él, con la felicidad más absoluta concentrada tras los gruesos lentes en esos achinados OJITOS-OJONES-OJITOS, te decía: “¡Muchacho, vengo ‘hecho posta’ del empuja-empuja y los apretones en la guagua, pero vi al ‘niño’ y le llevé la meriendita”. Y cual si se tratara de un punto y seguido, apagaba la luz, marcaba por tacto el acostumbrado número, y comenzaba a contarle a su esposa las aventuras del día.

No sé por qué resorte extraño del espíritu, aunque nunca se lo dije, era el momento en que, intentando dormirme, repetía ese fragmento del Ismaelillo que reza: “…Sus dos ojos parece/ estrellas negras: ¡Vuelan, brillan, palpitan,/ relampaguean!…”, cual si Martí, hombre de pequeña estatura como él, durmiera a mi lado acompañándome en la difícil tarea de escoger, entre tanta gente buena, un premio que ahora recibe este gran OJO para dignificar un oficio a veces tan poco dignificado; cíclope del periodismo cubano que ha hecho suya la fórmula martiana de que el lenguaje, apegado a la ética y el patriotismo, sea matemático en su exactitud, geométrico en su dimensión y escultórico si la palabra baja del fatuo pedestal para mezclarse con la tierra húmeda de la humildad misma. (Foto: Abdel Romero).

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Jose Aurelio Paz
Lic. José Aurelio Paz Jiménez (JOPA) (1951-2021). Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida. Distinguido con el Juan Gualberto Gómez, el Enrique Núñez Rodríguez, el de Periodismo cultural José Antonio de Castro, la distinción Espejo de Paciencia y multipremiado en los concursos 26 de Julio de la UPEC. Periodista del Invasor. Hijo Ilustre de la ciudad de Ciego de Ávila.

2 thoughts on “Ojón

  1. Hermano Ojo. Una cosa es que en el gremio nos sintamos contentos cuando alguien con tu trayectoria haya recibido el José Martí y otra (que es a la que me refiero) en la inmensa satisfacción porque se ha hecho justicia sin esperar el paso de mas años. Tu te lo mereces hace muchos Enrique, y de eso estamos convencidos, tu gente de la 8 SF, de Baraguá de los jurados y contendientes informativos de todo Santiago de Cuba. Y cuando a un fraterno contendiente se le entrega lo que merece, lo que menos podemos hacer es inclinarnos. Pero como sabemos que te da mucha pena tantos elogios aunque sean muy merecidos, sencillamente un abrazo de tu hermano de profesión Angel del Toro y compartido también para Doña Arelis que es parte del éxito

  2. Una excelente crónica de Jopa para un excelente amigo y colega que es Ojito y su esposa Arelys, con quienes he disfrutado su compañía, modestia, sencillez, amistad y profesionalidad en el Premio Nacional de Periodismo 1ro. de Mayo. A él y ella las felicitaciones en vísperas del 8 y el 14 de marzo,respectivamente.

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