JOSÉ MARTÍ PERIODISTA

Martí y el 24 de febrero

El fracaso del Plan de Fernandina —12 de enero de 1895— a causa de una delación, en vez de derrumbar los planes conspirativos, paradójicamente, sirvió de estímulo, pues los patriotas conocieron, asombrados, el inmenso quehacer de José Martí. Los enemigos de la revolución no entendían cómo se habían podido obtener tales recursos en las mismas narices del espionaje español y norteamericano, y se percataron, demasiado tarde, de que la labor del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y de su delegado, José Martí, iba muy en serio. No obstante, los conspiradores habían perdido el factor sorpresa…

En el Plan de Fernandina, se había invertido la para entonces fabulosa cifra de 65 000 pesos y, aunque casi todas las armas y pertrechos confiscados llegarían a Cuba en varias expediciones entre 1895 y 1898, en ese preciso instante, Martí se vio sin fondos y urgido de dar inicio a la guerra.

El 29 de enero se envió a Cuba la Orden de Alzamiento —firmada, además, por José María Rodríguez Rodríguez, en representación de Gómez, y Enrique Collazo Tejada, por los complotados en Cuba—, en la cual se indicaba dar inicio a la contienda de forma simultánea y fijar el estallido revolucionario para la segunda quincena de febrero.

La orden llegó a manos de Juan Gualberto Gómez Ferrer, quien, junto con los principales conspiradores, determinó que la fecha para el levantamiento sería el 24 de febrero, primer domingo de carnavales. En esa fecha, en diferentes puntos de la Isla, los revolucionarios se lanzaron de nuevo a la manigua y, aunque algunos levantamientos fracasaron y muchos conspiradores fueron detenidos, una vez iniciada la guerra, la llama de la insurrección se extendió con rapidez, primero por toda la región oriental, la más rebelde, y luego, por todo el archipiélago cubano.

Sin saber nada aún, José Martí y Máximo Gómez se hallaban en Montecristi, en la humilde vivienda del dominicano, construida de madera y zinc. Por esos días, ambos habían estado tratando, inútilmente, de conseguir una goleta que los llevara a la cercana patria; también procuraban embarcar hacia Nueva York a Manuel Mantilla y a Enrique Collazo, a quienes se les habían indicado tareas a realizar en la Delegación del Partido Revolucionario Cubano en esa ciudad.[i]

El día 26, mediante un cablegrama[ii] firmado por Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, ambos conspiradores conocieron del estallido de la insurrección en Cuba, noticia que, de igual modo, apareció publicada en el Listín Diario, de Santo Domingo.

En respuesta al cablegrama, Martí dirigió ese mismo día una importante misiva a Quesada y a Guerra. En ella, les decía: “Ya Cuba está encendida. De acá se hace lo que se debe”.[iii] En la carta, también indagaba acerca del trabajo en la Delegación y del rescate de las armas implicadas en el fallido Plan de Fernandina; les recomendaba hacerlas llegar a Cuba en una expedición dirigida por Serafín Sánchez y les daba instrucciones de organizar un “servicio amplio—y continuo de socorros—de recursos de guerra, y no de hombres innecesarios”:[iv] una vez más reiteraba que la guerra no era contra el español y habló de la necesidad de sumar a todo cubano honrado, cualquiera que hubiera sido su credo político: “La guerra es para que españoles y cubanos puedan gozar de la tierra ordenada en paz, y que la revolución, generosa y serena, jamás tratará como enemigo en el cubano de hoy, al autonomista de ayer”.[v] Entre otras instrucciones, recalcaba la importancia del periódico Patria, y les indicó: “muchas noticias ahora […] Un fondo con las ideas fijadas […] Todo lo de Cuba”.[vi]

Mucho entusiasmó a Martí y a Gómez la buena nueva acerca del estallido anunciado en el periódico; pero, a la vez, les preocupaba el hecho de que los principales jefes del movimiento libertario no se encontraran aún en la manigua, lo cual los obligaba a agilizar los preparativos de su propia partida y a enfrentar la situación que con el grupo del Titán se había presentado en Costa Rica.

Resulta probable que ese mismo día, Martí haya entrado en contacto con los miembros del club Diez de Octubre, de Puerto Plata, a través de una carta[vii] dirigida a su presidente, la cual fue escrita con extrema prudencia, pues el vicecónsul de España en esta provincia dominicana —Cosme Batlle— era espía al servicio de la antigua metrópoli; tenía gran autoridad sobre el presidente de República Dominicana, el general Ulises Heureaux, Lilís,[viii] y no le sería difícil conseguir la expulsión de los conspiradores. Desde este viceconsulado se vigilaba estrechamente a los revolucionarios cubanos.

El día 28 respondió la misiva del coronel Mayía Rodríguez, quien le daba noticias de la guerra en Cuba. Martí se refirió a un cablegrama recibido —“Movimiento firme: llegada de Gómez necesaria para fortalecer su desarrollo”— y expresó: “A toda alma, pues. Ni equivocación, ni descanso”.[ix]

Mientras, Mayía, en Santo Domingo, trataba de obtener los fondos necesarios para la expedición con la ayuda de dos dominicanos, amigos de la causa cubana: Federico Henríquez Carvajal[x] y Jaime R. Vidal.[xi] A este último se le ocurrió pedir ayuda económica al propio general Lilís, presidente de la República.

Según relata Federico Henríquez Carvajal en su artículo “Todo por Cuba”, la entrevista tuvo lugar en horas de la noche y en las propias habitaciones del presidente dominicano, con quien los cubanos conversaron con franqueza.

El general y presidente actuó con caribeña solidaridad. A pesar de que Heureaux estaba obligado por razones diplomáticas a no permitir en territorio haitiano acciones que fueran en contra de la soberanía de España sobre Cuba, facilitó la suma necesaria para que los conspiradores pudieran llegar a la manigua en tierra cubana.

Al día siguiente, el general José Mayía Rodríguez tuvo en sus manos una orden[xii] de Lilís, dirigida al general Miguel A. Pichardo, Guelito,[xiii] gobernador de la provincia de Montecristi, para que entregara a los cubanos dos mil pesos oro, suma muy considerable para la época. Además, Heureaux entró en contacto directo con Guelito a través de su clave privada, lo que facilitó las cosas a los conspiradores.

Luego de conseguir la orden que aseguraba tan importante cantidad, suficiente para el alistamiento de la expedición, y con su pasaporte acreditado, Mayía Rodríguez partió el día 3 hacia Montecristi, para reunirse con José Martí y Máximo Gómez. Solo quedaba conseguir armas y pertrechos, y poner rumbo a Cuba.

Notas

[i] Aunque deseoso de incorporarse a la Guerra de Independencia, Enrique Collazo no podría sumarse a las filas mambisas hasta marzo de 1896, cuando arribó a tierra cubana por Varadero, en la expedición del vapor Three Frieds. Por su parte, Manuel Mantilla regresaba enfermo de gravedad y, poco después, moriría.

[ii] El cable enviado a Martí y Gómez decía: “Revolución en Occidente y en Oriente”. Véase Luis García Pascual: Destinatario José Martí, p. 448.

[iii] José Martí: “Carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra”, 26 de febrero de 1895, em Obras completas, t. 4, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 72.

[iv] Ibidem. Muchos emigrados cubanos y solidarios extranjeros aspiraban viajar a Cuba para pelear por ella; sin embargo, la realidad era que en el campo insurrecto había una buena cantidad de mambises desarmados: los hombres sobraban; pero las armas faltaban y, por ello, era política del PRC priorizar el envío de armamento y municiones.

[v] Ibidem, p. 73.

[vi] Ibidem, p. 76.

[vii] La carta de Martí al club Diez de Octubre (Emilio Rodríguez Demorizi: Martí en Santo Domingo, La Habana, 1953, pp. 116-118) recalcaba la prudencia necesaria que justificaba su no presentación en el club y reclamaba la solidaridad de la América toda con la causa cubana.

[viii] Ulises Heureaux, Lilís (República Dominicana, 1844-1899). Aguerrido y valiente militar; político audaz, ambicioso y autoritario; presidente de la República en dos ocasiones (1882-1884 y 1887-1899). Uno de los personajes más controversiales de la historia dominicana. Su régimen representa la etapa del siglo xix de mayor estabilidad política y crecimiento económico. Su paso por la vida política nacional ha quedado recogido en cantos y leyendas populares; sin embargo, murió ajusticiado, cuando importantes sectores de la población se cansaron de sus abusos de poder.

[ix] Luis García Pascual y Enrique Moreno Pla: Ob. cit., p. 84.

[x]  Federico Henríquez Carvajal (Santo Domingo, 1848-1952). Maestro y director de la Escuela Normal, catedrático de Derecho Constitucional y Público, profesor y vicedirector de la Universidad de Santo Domingo, ferviente amigo y servidor de la causa cubana. Conoció a Martí durante la visita que este hiciera a Santo Domingo en 1892.

[xi] Jaime Rodolfo Vidal Castillo. Llegó a formar parte del Concejo de Secretarios de Estado de la República Dominicana, en 1899, con las carteras de Hacienda y Comercio.

[xii] Consta en el Copiador de oficios del presidente Heureaux, no. 44, 1895, folio 476.

[xiii] Miguel A. Pichardo (Santo Domingo, 1848-Islas Turcas, 1912). Militar y político, amigo de la causa cubana.

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María Luisa García Moreno
Profesora de Español e Historia, Licenciada en Lengua y Literatura hispánicas. Periodista, editora y escritora.

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