FOTOCRÓNICAS

El bombardeo del mulo y el sepelio del gorrión

Un mulo dio nombre a la primera batalla entre la flota yanqui y la artillería costera española. (Archivo J. Oller)

Después de la explosión del buque de guerra norteamericano “Maine” en el puerto de La Habana,  el 15 de febrero de 1898, los Estados Unidos declararon la guerra a España el 21 de abril  y al día siguiente la escuadra yanqui del Atlántico al mando del Almirante William Sampson se presentó frente al puerto de La Habana e inició el bloqueo a la isla.  El 26 de abril el jefe de la flota norteamericana recibió informes de que las fuerzas españolas estaban construyendo nuevas fortificaciones en la ciudad de Matanzas y decidió destruirlas.

Sampsom llegó el día 27 de abril a las inmediaciones de la rada matancera a bordo del  acorazado New York, buque insignia de la flota, escoltado por los  cruceros Cincinnati y Puritan. A las 12 y 50 del mediodía el New York, seguido del resto de los buques, abrieron fuego contra el Castillo de San Severino, las fortalezas  de El Morrillo y La Vigía y la batería de “Sabanilla”, alcanzando también algunos lugares de la ciudad.

¿Cuáles fueron los daños del bombardeo?  Veamos el despacho cablegráfico que envió el Capitán General de la Isla de Cuba, General Ramón Blanco Erenas, al Ministro de la Guerra de España:

Lugar donde el mulo fue alcanzado por una bala de los acorazados según la prensa norteamericana. (autor desconocido)

“Habana 27.   Capitán General a Ministro de la Guerra. Medio día 27 tres cruceros norteamericanos rompieron fuego sobre batería del Morrillo, puerto de Matanzas sin causar daño. 32 disparos hechos solo 2 cayeron próximos batería; los nuestros hicieron 14 disparos contestados por cruceros con multitud de granadas metralla, que tampoco hicieron daño. Contra la batería “Sabanilla” hicieron más de 40 disparos; que sólo mataron un mulo. La batería disparó cuatro cañonazos por estar barcos solo al alcance de uno de los cañones; escuadra se componía de cinco buques  que han disparado granadas contra plaza, cayendo varias de ellas, algunas grueso calibre, sin causar daños población.  Cónsules Francia y Austria  protestaron contra violación guerra por bombardeo sin previo aviso; tropas plaza ocuparon sus puestos animadas mayor espíritu y digno mayor elogio de los fuertes cañoneados. Bombardeo duró una hora. Al parecer se ha causado averías barco enemigo tres chimeneas. Blanco”.

 

El Morrillo fue uno de los fuertes españoles bombardeados en Matanzas.

Los diarios habaneros y los corresponsales extranjeros informaron del bombardeo y que la única víctima del ataque había sido el pobre mulo que pastaba tranquilamente en las cercanías de la batería Sabanilla. Los periódicos más sensacionales de los Estados Unidos se encargaron de exagerar los daños causados por la artillería naval del almirante Sampson en las fortificaciones hispanas y que el cuadrúpedo muerto por la metralla había sido enterrado como un héroe caído en combate por las autoridades matanceras. Esta primera acción naval yanqui en Cuba  fue conocida popularmente como “el bombardeo del Mulo”.

La noticia de que el mulo había sido enterrado con bombos y platillos por los militares españoles no fue tomada en serio por la mayoría de los lectores, pero la prensa amarilla insistió en la historia.  El día 5 de agosto de 1898  The New York Times reprodujo la siguiente entrevista que le hiciera el periódico inglés London Globe  a Mr. Smails, jefe de los oficiales del vapor Myrtledene, testigo presencial del entierro del mulo:

El  New York, buque insignia de la flota yanki, fue el primero en abrir fuego

Mr. Smails, jefe de los oficiales del vapor Myrtledene dedicado al transporte de azúcar, fue invitado a la ceremonia por un estibador español amigo y describió así la escena:Había alrededor de 200 personas, incluyendo a numerosos oficiales de alta graduación y las autoridades de la ciudad. Todos iban en procesión  acompañando con tristeza los restos de aquel desdichado animal hasta el campo donde iba a reposar, una banda de música que precedía el cortejo tocó música fúnebre todo el tiempo. Un oficial del Ejercito despidió el duelo al pie de la fosa y mientras se escuchaba una salva de mosquetería enterraron al cuadrúpedo envuelto en la bandera española”.

Las versiones que se cuentan del entierro del mulo parecen fantasías, pero si se tienen en cuenta las informaciones publicadas por los diarios españoles a los seis meses de iniciada la Guerra de los Diez Años, veremos que ocurrió otro entierro más increíble aún: el de un gorrión que fue  sepultado con los honores de un coronel muerto en campaña.

En aquellos tiempos los voluntarios españoles se autodenominaban orgullosamente  “gorriones”, mientras que a los criollos les decían “bijiritas”.  En la tarde del jueves 25 de marzo de 1869, un voluntario de la compañía de tiradores del séptimo batallón encontró debajo de un laurel en la Plaza de Armas el cuerpo sin vida de un gorrión  y lo llevo al Castillo de la Real Fuerza  a cuya guarnición pertenecía. Uno de sus compañeros se le ocurrió vestirlo con un diminuto uniforme de voluntario y colocarlo en un improvisado altar. Cuando el Jefe de los voluntarios vio aquella ingenua tontería, lejos de enfurecerse, se le ocurrió transformar aquel diminuto “soldadito” en un héroe y enterrarlo con toda la pompa posible. Y la absurda idea prosperó…

Se inventó una trama en que el gorrión, que simbolizaba el alma de España, había sido víctima de una bijirita sediciosa. La prensa integrista se encargó de difundirla y llenó sus páginas de mensajes necrológicos, poemas y artículos en honor de la avecilla.  El cuerpo del gorrión fue embalsamado y acomodado en un hermoso sarcófago de oro costeado por una suscripción pública, además fue ascendido al grado de coronel muerto  en campaña  y colocado en un altar construido para la ocasión en una de las salas del castillo que estaba repleta de coronas y ramos de flores.

Vista actual del panteón donde fue enterrado el gorrión, en el Cementerio Cristóbal Colón, en La Habana (Foto Idania Rodriguez)

El Capitán General y las autoridades más destacadas del gobierno y la sociedad le rindieron guardia de honor y desfilaron ante su féretro y también miles de españoles obligados a demostrar así su adhesión a la Corona. Días después el cuerpo del gorrión peregrinó solemnemente por Matanzas, Cárdenas y Puerto Príncipe. Terminado el recorrido por estas ciudades regresó de nuevo al Castillo de la Real Fuerza donde le rindieron la última guardia de honor y después o colocaron en una lujosa una carroza fúnebre que fue escoltada por un batallón y la banda de música de los voluntarios  hasta los terrenos del nuevo Cementerio de Colon, que aún no había sido inaugurado.

Todavía se conserva en el sector noreste de la necrópolis  la base escalonada que sostenía el monumento funerario erigido en honor al gorrión. Alrededor de ella le celebraron la primera ceremonia militar realizada en el cementerio teniendo el privilegio de ser el primer y único animal que ha sido autorizado a descansar en el cementerio.

Si en la “Guerra de los Diez Años” los Voluntarios enterraron un gorrión con el grado de coronel muerto en campaña sin más méritos que haberlo encontrado casualmente, ya sin vida, uno de sus soldados,  no sería extraño que años después, en la “Guerra Cubano-Española-Norteamericana”, el pobre mulo muerto por un cañonazo yanqui durante el primer enfrentamiento entre la flota yanqui y la artillería costera española, mereciera un trato parecido además de dar nombre a la batalla.

Fuentes:

  • Ramiro Guerra Manual de Historia de Cuba, La Habana, 1938
  • El bombardeo de El Mulo: Revista del Habana Yatch Club. Enero 1929 p. 39.
  • The New York Times del 5 de agosto de 1898

Agradecimientos:

  • A la historiadora del Cementerio de Colon Lic. Idania Esther Rodriguez Ortega,  por su valiosa ayuda y fotografías.
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Jorge Oller Oller
Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y del Periódico Granma. Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la Vida. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

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