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Aquella entrevista a Andrés Acosta

Obrero. Entrenador voluntario de fútbol. Andrés Acosta con su equipo en el campeonato capitalino de primera categoría. Partido difícil. Jugada complicada. Ante la decisión del árbitro, Andrés dice y hace lo que no debe. Lo expulsan. Después, sanción que le cae arriba. Debe despedirse del torneo por esta temporada.

Lo busco y encuentro luchando contra algún desperfecto de un carro. Lo entrevisto cual palmada en la espalda. Junto a su sentir y algo de su historia agrego mis opiniones sobre el caso a las cuartillas: Fallaste, sí, pero volverás. Y con más fuerza. Eso espera la afición. Cualquiera se equivoca. Hay que saber levantarse y luchar de nuevo.

Mis líneas ven la luz en Juventud Rebelde. Han pasado alrededor de cuatro décadas y aún me siento feliz por aquel trabajo. Ah, la vida, la vida, amigos. Puede ocurrir en cualquier día del actual siglo: esperas hasta aplausos y  la incomprensión de algunos te hiere.

Reunión de la dirección del círculo especializado de periodistas deportivos. Chaparrón sobre mí: ¿Cómo una gente con tu pensamiento claro cae en esto? ¿Cómo has sido capaza de apoyar la indisciplina?. Andrés no merecía una entrevista. De contra, eres uno de los dirigentes del círculo. En el acta de esta reunión debe aparecer una crítica a tu actitud…

Pido la palabra: Pablo de la Torriente Brau era mejor que todos nosotros juntos y dijo en una de sus crónicas que no creía en el hombre perfecto e irónicamente mandó a buscarlo en las películas de Hollywood. Miren, ese entrenador voluntario se ha dado entero al balompié sin pedir nada a cambio cuando sobra la gente que vive del deporte y no para el deporte

Alguien deposita lo que le queda del cigarro en el cenicero y permite que una sonrisa rara le gane el rostro. Otros ojos, otras caras muestran asombro. Sigo mi contraofensiva:

Es ejemplo. Se ducha después de batirse con un auto, adiós a la grasa por hoy para domar a la tropa que dirige, sin pedir un centavo por eso, en busca de goles y de evitarlos hasta que muera el sol. Los crea más como hombres que como futbolistas. La pasión lo cegó, falló. Pero sus virtudes pesan más que ese error. Hay que tirarle un cabo. ¿Por qué dejarlo solo con sus tristezas? La entrevista lo ayuda. Sin aplaudir lo que hizo, le levanta la moral, no le mata ese amor que demuestra todos los días.

Me levanto del asiento para terminar mi exposición: Ya volvió a entrenar a sus muchachos para el campeonato próximo, cuando volverá a dirigirlos porque habrá cumplido la sanción. No seamos ingratos, compañeros, no le  paguemos tanta entrega con el silencio o con el abandono. No estoy de acuerdo con la decisión de ustedes.

Sin embargo, por mayoría la crítica es acogida por el acta. No me quedé tranquilo. Al contraataque. Envío el escrito al Concurso Raúl Gómez García del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura. Gana el primer premio. Repite después la alegría en el Rubén Martínez Villena de la Central de Trabajadores de Cuba.

En la más cercana reunión de aquella dirigencia, pido un punto. No hablo. Muestro los dos diplomas conquistados gracias al escrito censurado injustamente. La callada por respuesta. Me felicitan antes de tocar los otros puntos. Y aquí no ha pasado nada.  Mi sonrisa es más grande que mis labios. Hasta carcajadas me recorren por dentro. Las mías y las de Andrés Acosta. Victoria sobre el dogmatismo que tanto daño provoca en cualquier trinchera. Y hay que enfrentarlo o usted es cómplice.de esa falta de luz.

Más que la entrevista, los sucesos alrededor de ella son uno de mis tesoros más preciado en mis 55 años de cantor cotidiano de la verdad.  Por cierto, Andrés volvió con sus muchachos a la justa del año siguiente y venció.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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