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El beisbol en la plástica y la gráfica

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Con el título Antología visual. El Beisbol en la plástica y la gráfica cubanas, el Dr. Jorge R. Bermúdez, sin dudas, enriquece la historiografía del deporte nacional, al conmemorarse el 150 aniversario (1864) de la llegada a la Isla de los primeros enseres de la pelota, como solemos en Cuba llamar a esta disciplina.

Este delicado volumen contiene imágenes visuales de “autenticidad y belleza”, calificadas así por el autor, con relación  al arte-beisbol,distribuidas en once entradas, entiéndase capítulos, antecedidas por una meticulosa investigación, donde no faltan la propia sabiduría y gusto por el tema.

Bermúdez, destacado crítico de arte, poeta, profesor y ensayista, en nota a la edición, confiesa que el arte y el beisbol tienen una historia que contar juntos, al hallarse indisolublemente ligados a la historia mayor de nuestra identidad como nación.  Y, reconoce que la pelota, como todo deporte grande, es también un sentimiento, tal como han reflejado en sus respectivas creaciones los artistas de la plástica o la gráfica que seleccionó para la novedosa antología.

Su aspiración es que este libro devenga en estímulo para quienes practican el deporte de las bolas y los strikesy lo hacen parte esencial de su existencia, así como para esa inmensa mayoría de pueblo que lo disfruta. Además, afirma que el “arte es también un deporte, tal y como el deporte es un arte, y que jugarlo implica para todo verdadero artista conjugar talento, pasión y sacrificio”.

El pitcher Conrado Marrero, uno de los grandes del béisbol cubano incluido en el libro
El pitcher Conrado Marrero, uno de los grandes del béisbol cubano incluido en el libro

Las obras seleccionadas son de autores del siglo XIX y del XX, entre quienes figuran, Ricardo de la Torriente, Jaime Valls, César Leal, Juan Moreira, Conrado Walter Massaguer, Vicente Bonachea, Ernesto Rancaño, Reynerio  Tamayo, Alexis Leyva (Kcho), Lesbia Vent Dumois, Eduardo Abela, Ever Fonseca, Rubén Alpízar, Roberto Fabelo, Arturo Montoto, Arístides Hernández (Ares), Eduardo Muñoz Bachs, Constante Diego (Rapi),  Pedro Pablo Oliva, Isaac García Toledo, Alicia Leal, Rafael Pérez y Eduardo Roca (Choco).

Además, entre dibujos, caricaturas, pinturas y fotografía aparecen las firmas de Juan Padrón con su Elpidio Valdés al Bate o como pitcher manigüero; Armando Menocal con un dibujo publicado en 1885 acerca del primer juego de pelota en Cuba; José Agraz, quien tiene la imagen de Conrado Marrero en la portada de la Revista Fotos, 1949; de Eladio Rivadulla Martínez son los retratos de Martín Dihigo, Fermín Guerra y José de la Caridad Méndez (El diamante negro) que aparecen en las páginas 58 y 59, y la preciosa foto tomada de noche del Estadio Latinoamericano en 2014, Cerro, es de Guillermo Bello.

También caricaturistas prestigiosos en el decenio de los 50 asumieron el beisbol en sus propuestas humorísticas, entre ellos: René de la Nuez, José Pérez Montano, Pecruz, Antonio Mariño Souto (Ñico), y Antonio Lusrsing, (Ñico), aunque no es posible mencionar a todos los artistas con las obras seleccionadas para este volumen.

La escultora Rita Longo se inspiró en el juego de pelota taíno, 1962, una bella obra ubicada en la Ciénaga de Zapata;  Antonia Eiriz pintó La muerte en pelota, 1966, exhibida en el Museo Nacional de Bellas Artes; César Leal creó en creyón y cartulina Explicación de un out, 1973; José Lamas nombró a su serigrafía Oncena serie nacional del beisbol aficionado, 1972; mientras Rafael Pérez con la denominación Por aquí no pasa nada, con carboncillo sobre lienzo, pintó una palma y a un pelotero que, en espectacular salto, extiende la mano enguantada hasta el penacho esperando la bola.

Anécdotas personales, metáforas y sobre todo acuciosa investigación sobre nuestro deporte nacional, son recreadas de manera agradable bajo el epígrafe Una pequeña historia a manera de calentamiento.  En estas páginas no faltaron por aludir a la pelotica hecha por los niños con cajetillas de cigarro y la primera trasmisión en vivo de un juego de pelota de las Grandes Ligas, el 29 de septiembre de 1954, cuando mediante el sistema llamado estratovisión se estableció, por primera vez en el mundo, el servicio de comunicación audiovisual entre Estados Unidos y Cuba, mediante el avión que voló en forma de ocho entre Cárdenas y Cayo Hueso.

Se explica el por qué Matanzas y La Habana son registradas como los centros receptores del béisbol cubano en su etapa genésica. Se aportan detalles históricos del estadio Palmar del Junco, Matanzas,  donde en 1874 por primera vez se jugó pelota con todas las de la ley en Cuba, cuyo estadio de beisbol en activo representa al más antiguo del mundo.

Recuerda Bermúdez que fue Nemesio Guilló Romaguera el introductor de este deporte, quien aseguró ser el primero en traer bates, pelotas y guantillas a Cuba, a su regreso de Alabama, y que junto con sus hermanos practicaba tal deporte en los terrenos que hoy ocupa el hospital América Arias  (comúnmente  llamado Maternidad de Línea), en el Vedado. No son olvidados Esteban Bellán, primer latinoamericano en jugar en una liga profesional estadounidense y Carlos de Zado, otro de los peloteros cubanos del siglo XIX.

El autor tampoco pasó por alto el año 1867, cuando en el Palmar del Junco se jugó pelota entre jóvenes del comercio de La Habana y estadounidenses radicados en Matanzas, presuntamente vinculados al negocio del azúcar. Asimismo, a finales de 1868 se fundó el equipo Habana BBC (Base Ball Club), primero de Cuba y Latinoamérica. Uno de los fundadores fue Esteban Bellán.

Incluye la investigación a juegos “manigüeros” celebrados en los terrenos ocupados por el Ejército Libertador, durante los ratos de ocio o treguas combativas. Los bates eran realizados con la madera del árbol de majagua y de ahí viene la expresión popular de “empuñar la majagua”, así como llamar al batazo grande: “palo”.

Cada una de las once entradas revela desde el inicio hasta la contemporaneidad, en texto e imagen, el desarrollo del beisbol en Cuba, por ejemplo la Primera Entrada, comienza así. “Entre 1878 y 1895, la creciente demanda de uniformes de peloteros en La Habana no solo fue indicador del auge alcanzado por el beisbol durante este período, sino también soporte de las primeras tipografías relacionadas con la identidad de los equipos en competencia.  En la confección de tales uniformes (…) los referentes dominantes fueron los diseños usados en las ligas de Norteamérica.”

Al respecto, amplió señalando que los equipos Base Ball Club y Almendares Base Ball Club hicieron uso de las letras ornamentales de evidente influencia neogótica.  Acompaña el texto, pero insertada en la página del lado, una foto volada de finales del XIX, donde se puede observar que dos jugadores de Almendares BBC llevan en sus uniformes letras neogóticas entrelazadas.

Asimismo, en la Segunda Entrada recuerda de cómo durante la República (1902-1958) el beisbol cubano llegó a su adultez táctico-estratégico y produjo un número importante de estrellas al tiempo que alcanzaba la condición de Deporte Nacional, y de cómo se cubanizaron términos en inglés, pues hit se pasó a jil, del two base al tubey o doble, del home rum al jonrón, del out al ao, entre otros más usuales.

El deporte y en particular la pelota, contribuyeron a la amistad entre dos importantes figuras de la historia y las letras, Pablo de la Torriente Brau y Rubén Martínez Villena, sobre quienes Bermúdez dedica un espacio e incluye una opinión de Pablo sobre Rubén. “…. En la azotea del bufete Ortiz, Jiménez Lanier, Barceló, donde yo trabajaba y él (Rubén) había trabajado, cuando terminaban las labores de oficina jugábamos a la pelota y nos divertíamos como dos mataperros.  Luego antes de bañarnos, corríamos,  en cueros, por entre todas las salas del bufete, entre los pedestales de bustos serios y la ceremoniosas mesas de caoba”.

En la Tercera Entrada encontramos información sobre el desarrollo operado en las cámaras fotográficas, lo que dio lugar a puntos de vista y tomas más atractivas a partir siempre de las novedades tecnológicas que dieron impulso al nuevo nivel estético-comunicativo, cuyo lenguaje dio lugar a la tendencia llamada “nueva realidad”.

“En lo que respecta a la fotografía deportiva cubana –nos dice Bermúdez-, esta realidad tuvo su momento en los decenios cuarenta y cincuenta, en los que se destaca el fotógrafo José Agraz.” Añade que este fotorreportero modificó una cámara de cine de 35 milímetros para permitir conjugar objetividad y fugacidad del instante, pues aquella cámara le ofreció mayor velocidad de la que usaba de fábrica.

“Las instantáneas de Agraz más de una vez pusieron en crisis las decisiones de los árbitros, al aparecer publicadas al día siguiente en la prensa”, comenta el autor en su Antología Visual, en la cual hallamos elogios para el trabajo  del  fotógrafo Jorge Oller y expresa: “… Agraz y Oller sirvieron de puente entre la mejor fotografía deportiva cubana del período republicano y de la Revolución, convirtiéndose en referentes obligados de un número cada vez mayor de nuevos y talentosos fotógrafos.”

Tras la oncena Entrada, se hallan los anexos con la advertencia: Esto no se acaba hasta que se acaba.  En algunas páginas el autor explica el sistema visual y simbólico de un equipo, tanto en la antigüedad como en la modernidad, donde intervienen la tipografía, el color, la fauna, frutos, flores e incluso algunos oficios, y comenta las razones que han originado los diferentes diseños en el vestuario deportivo actual de los equipos cubanos.

IMG_1211Prepárense los lectores a disfrutar El Beisbol en la plástica y la gráfica cubanas, pues hay mucha tela por donde cortar porque lo esencial de la historia de la pelota lo refiere el autor con su proverbial  excelencia en el ejercicio de la crítica y el ensayo.

Al cerrar el libro, sentí que Bermúdez de alguna manera les pasa a otros investigadores la bola, luego de haber dado un “batazo” o “palo” con su deliciosa Antología Visual.

Por Angela Oramas Camero

 

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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