JOSÉ MARTÍ PERIODISTA

La Protesta de Baraguá: lo más glorioso de nuestra historia

Mucho se ha hablado, y no siempre con justicia, de los desacuerdos existentes entre José Martí Pérez y Antonio Maceo Grajales. Quienes al tema se refieren sin mayor análisis olvidan que estos dos hombres eran titanes, que cada uno de ellos había conformado su pensamiento a través de su propia experiencia vital y que los contextos en que se desarrolló cada uno de ellos fueron muy diferentes.

Antonio Maceo se incorporó a nuestras guerras libertarias desde sus mismos inicios y en ellas ascendió, a fuerza de temeridad y valor, desde simple soldado hasta mayor general y lugarteniente general del Ejército Libertador, a pesar de ser negro y humilde hombre de pueblo.

Una leyenda se genera tras cada uno de sus innumerables hechos de armas y tras cada una de sus heridas. El mito se refuerza con la idea de que es el más grande en una familia de gigantes: la tribu heroica.

Su pensamiento militar se formó en la propia contienda y durante la tregua fecunda; su pensamiento político —nacionalista, latinoamericanista y antimperialista— creció en el entorno que lo rodeó y que su preclara inteligencia fue capaz de procesar, porque Maceo era también un hombre de ideas. A pesar de sus éxitos militares y del tremendo respeto que su quehacer le ganó, tanto en Cuba como en el extranjero, fue víctima de la discriminación racial —incluso se le vetó la posibilidad de incorporarse a la Guerra Chiquita por el temor a una guerra de razas—, así como de la desacertada injerencia de la Cámara de Representantes o el Consejo de Gobierno en los asuntos militares. (Vale recordar que se dirigía al encuentro de Gómez para intentar mediar en los desacuerdos entre este y el Consejo de Gobierno, cuando se produjo el fatídico combate de San Pedro en el que perdió la vida y Cuba a uno de sus mejores hijos.)

Por su parte, José Martí, niño aún, fue un combatiente clandestino en la ciudad, estuvo condenado a trabajos forzados y cada día, con grilletes y cadenas, caminaba desde el presidio hasta las can¬teras de San Lázaro antes del amanecer y desde estas de nuevo hacia el presidio ya en la noche… Por eso, en septiembre de 1882, en carta al patriota Fernando Figueredo Socarrás, Máximo Gómez afirmó: “¿Quién es Martí para atreverse a tan¬to?, pensarán algunos y yo les digo: ‘un cubano a prueba de grilletes por ser cu¬bano cuando apenas tenía bigotes’. He ahí una buena credencial ¿Que no se ha bati¬do en los campos gloriosos de la patria? Pero puede batirse ¿Y acaso solamente los que tiran tiros pueden y deben ser los depositarios de la confianza pública? Po¬bres entonces y dignas de compasión las naciones donde los hombres razonan de semejante modo”.

De las palabras de Gómez se infiere que Martí no tenía experiencia militar práctica; sin embargó, no puede olvidarse que estudió meticulosamente los principales conflictos bélicos que le antecedieron, en Cuba y en el extranjero, y logró desarrollar un pensamiento militar que le permitió organizar la guerra necesaria. Perfiló, asimismo, un profundo pensamiento político —nacionalista, latinoamericanista y antimperialista—, cuya vigencia llega hasta nuestros días.
También de las palabras de Gómez se infiere que no es la lucha armada la única manera de combatir y nuestro Martí combatió, con arrojo, a través de su palabra enérgica —tanto oral como escrita— desde los diecisiete años.

La idea que tenían muchos de sus contemporáneos —incluido el general Antonio— acerca de su falta de conocimientos militares lo hacía sufrir y lo llevaba a querer probarse en todas las circunstancias. Sin embargo, las “Instrucciones a los jefes y oficiales del Ejército Libertador” —firmadas el 14 de mayo, en la manigua por el Delegado y el Generalísimo, pero escritas, sin duda, por el primero—, dan fe del nivel estratégico que había alcanzado el pensamiento del mayor general José Martí, lo que también se manifestaba en su correspondencia y en muchos de sus discursos y artículos publicados en Patria, donde, por ejemplo, defendió siempre la necesidad de la unidad, censuró los alzamientos prematuros y abogó para que se comprendiera el valor de la independencia de Cuba para los pueblos latinoamericanos.

De uno de sus discursos es el siguiente análisis: “[…] nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer nosotros mismos; y no estamos aquí para decirnos ternezas mutuas […] sino para ir poniendo en la mano tal firmeza que no volvamos a dejar caer la espada”, (1) conclusión válida de sus análisis acerca de las causas del fracaso de la Guerra de los Diez Años.

De igual modo, su valoración de la trascendencia de la Protesta de Baraguá —“[…] tengo ahora ante los ojos la protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia”-(2) va más allá de su época y llega hasta nuestros días. A la luz de esta conclusión martiana se levanta también la palabra de Fidel, fervoroso martiano: “[…] en el momento en que aquella lucha de diez años iba a terminar surge aquella figura, surge el espíritu y la conciencia revolucionaria radicalizada, simbolizada en ese instante en la persona de Antonio Maceo, que frente al hecho consumado del Zanjón —aquel Pacto que más que un pacto fue realmente una rendición de las armas cubanas— expresa en la histórica Protesta de Baraguá su propósito de continuar la lucha, expresa el espíritu más sólido y más intransigente de nuestro pueblo declarando que no acepta el Pacto del Zanjón”.(3)

A pesar de sus desacuerdos, estos dos grandes entre los grandes —José Martí y Antonio Maceo— sentían uno por el otro un profundo respeto y admiración, y un cariño sostenido por sus ideales compartidos.

Notas
1 José Martí: Discurso en conmemoración del 10 de Octubre de 1868, en Hardman Hall, Nueva York, 10 de octubre de 1890, en Obras completas, t. 4, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, p. 248.
2 ___________: Carta al general Antonio Maceo del 25 de mayo de 1893, en ob. cit., t. 2, p. 329.
3 Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la velada conmemorativa de los cien años de lucha, efectuada en la Demajagua, Manzanillo, el 10 de octubre de 1968, en www.cuba.cu/gobierno/discursos.

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Redacción Cubaperiodistas
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