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En defensa del idioma

Un trabajo que publicamos hace años en este mismo blog bajo el título de “La W se impone” toma mayor vigencia en estos tiempos de MP3, Wi-Fi y otras linduras de la era digital. A tal punto que a comienzos de este 2016, me tomo la libertad de recordarlo a mis vecinos digitales para reafirmar este terrorismo mediático: Especie de Tercera Guerra Mundial contra Nuestro Idioma.

La humanidad marcha a pasos agigantados hacia el desarrollo. Primero a pie, después en coche, hasta la invención del automóvil hace más de cien años. La tapa al pomo se la puso un alemán que mientras el resto de los fabricantes hacían cada vez carros más grandes, lujosos y caros, logró una cucaracha con ruedas a la que le puso como marca “VW”.

La minoría opulenta se reía del invento, pero los menos ricos–que eran los más–se viraron para la cosa. Por entonces yo ni siquiera andaba en VeDobleVe, sino–en Ve Doble Pie-–como se diría en español ahora igual que antes–en la guagua de San Fernando, un rato a pie y otro caminando.

Estas reflexiones vienen al caso, por las innovaciones que a diario se le imponen por dentro y desde afuera a nuestro paciente idioma, argumentando cambios a tono con los tiempos. Pero, mucho peor, invadiéndonos con una letra que tampoco nos pertenece porque nos viene del American Wuey of Life.

Tal vez a algunos no les caiga bien esa W sajona atravesada en nuestro camino. Castizo. Bien, ¿Y por qué tenemos que comernos esa W chatarra con papas fritas de la McDonald?

Reconozco que sufriéramos un pésimo presidente conocido como Mr. W, hace apenas una década o que hubo un dictador-pirata en la América Central que respondiera por WW, o sea William Walker –aún más–acepto de buena gana esta triple W, del World Wide Wave, que si no sabemos navegar por internet, nos hará naufragar en las olas del WWW.

Lo que me preocupa aquí, en Cubita la Bella, es el uso creciente de términos foráneos que, tal vez al principio resultan originales, pero que por el abuso se convierten a caballo del facilismo, en todo lo contrario. Donde más he notado esto es en la publicidad y los espectáculos.

Que un grupo musical se llame “Warapo” pasa, ¡pero cuidado! Recordemos que ese jugo es de caña, no de wayaba, ni de wanábana, porque corremos el riesgo de perder nuestras raíces aunque toquen un wawancó en los wateques campesinos y sus intérpretes se vistan con wayaberas de warandol de hilo. O lo que es iwal, que en aras del postmodernismo, maltratemos nuestra lenwa.

Me preocupa que esto ocurra. Es más, no me gusta, pero me awanto. Tal vez algunos me crean wanajo, pero siempre estoy en wardia para que no me formen awaje.

Los que crean que en términos mercantiles eso venda, tal vez estén en lo cierto. Los necios como Silvio y yo no pensamos igual: No tendré wano, pero soy wapo. Allá los watacas que no montan en wawa y piensan salir de Watemala sin saber que entran en Watepeor.

No seas wey y apréndete esta waracha: “Dile a Catalina que te compre un wayo, que la yuca se me está secando”. Por mi parte sigo cantando la Wajira Wuantanamera en mi Wira de Melena querida.

¡Hasta aquí la muela y sigo warachando!

¿Ven cómo eso se pega?

–¡WAJIRO, PONME OTRO AWARDIENTE!

 

Por Francisco Blanco/Blanquito

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba