JOSÉ MARTÍ PERIODISTA

La mujer: corona natural

Es asunto conocido el respeto que en múltiples ocasiones manifestó nuestro Martí por la mujer y, en particular, por la mujer cubana y, por ello, en otras ocasiones me he referido a sus trabajos dedicados a Mariana Grajales, Carolina Rodríguez y otras célebres patriotas. Sobre ellas, sobre todas, en una de sus numerosas cartas escribió: “Se ordena ya el gran sacrificio, y es justo que se apresuren a premiarlo las mujeres, que son su corona natural”.1

Una de las precursoras que despertó en él especial admiración fue Ana Betancourt. En su trabajo “El 10 de abril”, publicado ese día de 1892, en Patria, José Martí se refiere a la Asamblea de Guáimaro (10 de abril de 1869), nuestra primera Constituyente y, aunque no son tema de ese trabajo ni la mujer en general, ni la patriota que a nombre de las cubanas alzó su voz en el magno evento, no pudo el Apóstol olvidar a la camagüeyana Ana María de la Soledad Betancourt Agramonte (1832-1901), de quien expresó: “Al caer la noche, cuando el entusiasmo no cabe ya en las casas, en la plaza es la cita, y una mesa la tribuna: toda es amor y fuerza la palabra; se aspira a lo mayor, y se sienten bríos para asegurarlo; la elocuencia es arenga: y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana”.2

Y es que Ana Betancourt fue, sin duda, una mujer excepcional. Casada con Ignacio Mora, luego del alzamiento de Las Clavellinas (4 de noviembre de 1868) convirtió su casa en centro revolucionario: allí se depositaban armas, pertrechos, medicamentos y otros recursos útiles, que luego se harían llegar al territorio ocupado por Cuba Libre; allí se albergaban combatientes y emisarios, se escribían proclamas, y de una y mil formas se luchaba por la independencia patria hasta que, asediada por los españoles, tuvo que refugiarse en la manigua insurrecta.

Animada por su esposo y por Rafael Morales González, Moralitos, Ana envío a la Asamblea una petición de igualdad de género, que Ignacio Agramonte leyó en la sesión matutina. Luego, en la noche, la propia Ana hizo uso de la palabra y recibió una estruendosa ovación cuando expresó: “Ciudadanos: la mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora hermosa, en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas. Ciudadanos: aquí todo era esclavo: la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer”.3

Tan singulares palabras merecieron, además, una respuesta de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, el Padre de la Patria, recién designado en la Constituyente como primer presidente de la República de Cuba en Armas, quien, solemne, afirmó: “Usted se ha ganado un lugar en la historia. El historiador cubano tendrá que decir: Una mujer, adelantándose a su siglo, pidió en Cuba la emancipación de la mujer”.4

Y tenía Céspedes toda la razón del mundo. No puede olvidarse que Clara Zetkin (1857-1933), mujer-símbolo del movimiento feminista mundial y propulsora de la creación del Día Internacional de la Mujer, era en 1869 solo una niña, de modo que nuestra Ana es, sin lugar a duda, precursora de ese movimiento feminista universal.

La disposición de la patriota de entregar, incluso la vida por la libertad patria, quedó probada cuando, sorprendida por una guerrilla española, es aprehendida, mantenida durante dos meses a sol y lluvia bajo una ceiba, sin que lograran ni por un segundo que vacilara en sus principios. Así sufrió, incluso, un simulacro de fusilamiento. Radicada en Nueva York y acompañada de Emilia Casanova —esposa de Cirilo Villaverde, mujer muy comprometida con el apoyo a la lucha libertaria desde la emigración—, Ana visitó al presidente norteamericano Ulises Grant, para solicitarle que intercediera a favor de los estudiantes de Medicina, presos en noviembre de 1871 y después sacrificados en uno de los crímenes más horrendos cometidos por el colonialismo español en Cuba.

Martí reconoce su patriotismo y su entrega cuando en las breves pero emotivas palabras citadas comenta que Ana Betancourt había reclamado a nombre de la mujer cubana el derecho a luchar, junto al hombre, por la independencia patria.

Notas

1José Martí: Carta a Clara Camacho, Nueva York, 30 de agosto de 1893, en Epistolario, t. 3, p. 398.

2 ______: “El 10 de abril”, en Obras completas, t. 4, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, p. 387.

3 Ernesto Limia: Cuba Libre. La utopía secuestrada, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2015, p. 216.

4 Ana Betancourt: “Datos sobre Ignacio Mora”, en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, no.1, enero-abril de 1968, p. 74.

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Redacción Cubaperiodistas
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