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Despedimos para siempre a Ernesto Vera, un gigante defensor de la verdad

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En el Panteón de los Veteranos del Cementerio de Colón, tuvo lugar la despedida de duelo a Ernesto Vera, junto a sendas ofrendas florales enviadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro y por el General de Ejército Raúl Castro (Foto: Yoandry Avila Guerra)

Palabras de Tubal Paéz Hernández en la despedida de duelo del compañero Ernesto Vera, presidente de Honor de la Unión de Periodistas de Cuba, cuyas cenizas fueron depositadas este lunes en el Panteón de los Veteranos de las Guerras de Independencia , de la Necrópolis de Colón, en La Habana.

Compañeras y compañeros:

Es difícil que la tristeza no nos embargue a todos. Es difícil también comprender que llegó el final de ese ser tan querido que despedimos hoy; que ya no habrá nueva oportunidad de recibir su mirada dulce o de escuchar sus ideas en palabras directas, precisas, pausadas, de impecable dicción; ni hojear más el libro de su vida, abierto siempre a todos; y no disfrutar más la maravilla de medir la altura de su modestia y de su dignidad.

Dos grandes banderas en alto lo identificaban en la marcha o en el combate: la verdad y la ética. No son los halagos del adiós. Es como se nos representa en el recuerdo. El asumir desde muy joven esos valores como prioritarios le llevarían inexorablemente a identificarse y comprometerse con la lucha por la justicia social y el discurso periodístico transformador, es decir, revolucionario.

Nacido en Sagua la Grande, en el año de mayor impacto de la crisis económica mundial, ya en la adolescencia, Ernesto Vera Méndez encontraría en el trabajo la dignificación y la solidaridad humanas. Más tarde, en el peligro de la guerra contra Batista se crecería al hermanarse con aguerridos jefes del Movimiento 26 de Julio en el llano, y se entregaría, entre otras misiones, a la edición, impresión y distribución de las publicaciones insurreccionales Revolución y Vanguardia Obrera.

Observa las reglas del clandestinaje, se mueve de un lugar a otro en la capital, burla la vigilancia de la policía, que ya había asaltado el diario La Calle donde trabajaba; pero finalmente logran apresarlo, sufre prisión y debe partir hacia el exilio en Ecuador.

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A los familiares de Ernesto les acompañaron en las honras fúnebres decenas de colegas, amigos, dirigentes del Partido, la Upec y combatientes de la Revolución. (Foto: Yoandry Avila Guerra)

Tras el triunfo de enero de 1959, pronto se convence de la advertencia de Fidel en el campamento militar de Columbia: “quizás en lo adelante todo sea más difícil”. Empezaron a crecer las agresiones de los enemigos de la joven revolución; pero será en el plano de la lucha de ideas donde se va a dar la batalla política fundamental, y la prensa será el escenario en el que se dará el choque violento entre la verdad y la mentira.

A Ernesto se le ve entregado de nuevo a su pasión de siempre: el periodismo, escribir es su mayor deseo, pero no puede eludir importantes responsabilidades, como director del periódico la Calle, primero, y de La Tarde, después. En las redacciones de aquellos días se mezclaban periodistas que laboraban en las empresas del pasado reciente, otros provenientes de la prensa clandestina y de la Sierra, y jóvenes que acudían a reforzar las plantillas. Ética, entusiasmo y compromiso sembraba en todos.

Al aumentar la injerencia de Estados Unidos, se agudizó la confrontación entre los grupos afectados en sus privilegios y los sectores beneficiados por las leyes de impacto popular. Los dueños de los grandes medios comienzan a marcharse del país y dejan abandonadas las redacciones, las rotativas y los estudios de radio y televisión. Con frecuencia oímos a Ernesto hablar de aquel repliegue de la burguesía mediática cubana, error de clase que la SIP corrigió después al orientar a los dueños desempeñar su papel contra los gobiernos progresistas que emergieran en sus países.

En aquellos años fundacionales se le vio siempre, vestido de miliciano en el centro del huracán de las transformaciones sociales. Es nombrado vicedirector del periódico Revolución; y cuando se une este en 1965 con el diario Noticias de Hoy y dan lugar al periódico Granma, estará entre sus fundadores como subdirector.

Al fundarse la Unión de Periodistas de Cuba, Upec, en julio de 1963, fue elegido vicepresidente. Las secuelas del sectarismo de entonces le impidieron ocupar la presidencia como muchos pensaban, pero ello no fue obstáculo para trabajar en función de la unidad de los periodistas y para hacer de la nueva organización un gremio profesional fuerte y capacitado, firme defensor de la Revolución Cubana.

El Segundo Congreso de la Upec, en 1966, lo eligió presidente. El prestigio de su historial y la honestidad de palabra y conducta le abrían las puertas en todas partes. Las ideas que proponía hallaban respuesta afirmativa en el Gobierno y la alta dirección de la Revolución.

La vieja aspiración de llevar a nivel superior los estudios de periodismo en Cuba encontró en él un defensor incansable y, como resultado de su prédica, la apertura, no sin polémica interna, de la Carrera de esa especialidad en la Universidad de La Habana y el camino expedito a pasos similares en la de Oriente y más tarde en casi todas las provincias. En el campo académico se opuso a los modelos y programas de formación de periodistas elaborados en los países ricos, dirigidos a mellar el filo político de una profesión llamada a frenar y revertir el pensamiento neocolonizador en los países del Sur.

Como inspirador del movimiento de corresponsales voluntarios fue un precursor del concepto de ver al pueblo no solo como consumidor pasivo de información, sino como generador y suministrador de contenidos noticiosos a los medios, algo que las modernas tecnologías favorecen y es objeto de investigaciones y mucho debate en el sector.

También fue impulsor y creador, 30 años atrás, junto a Irma Armas, de la Editorial Pablo de la Torriente, sello concebido para publicar textos de apoyo a la formación y superación profesional del sector.

En correspondencia con la línea de proyección internacional de Cuba, Ernesto involucró a la Upec en la construcción histórica de una organización de periodistas en América Latina, la Felap. En esta fue un pilar incansable en la dignificación del ejercicio de la profesión, la denuncia de los asesinatos y agresiones contra periodistas por parte de las dictaduras militares del continente y el enfrentamiento a los partidarios de la libertad de empresa que hablan en nombre de la libertad de prensa, particularmente la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), engendro de la CIA y de las oligarquías proimperialistas. Siempre tuvo claro, como acaba de afirmar la propia Felap de por dónde pasaba la línea de principios en defensa de los trabajadores en general y de los periodistas en particular. Las alianzas que apoyó fueron un baluarte para frenar el asalto neoliberal a las organizaciones sociales y populares, sobre todo de sindicatos, colegios, uniones y federaciones de periodistas.

Esa actividad le dio un gran prestigio personal tanto por su sabiduría y vocación unitaria como por las relaciones de solidaridad con organizaciones hermanas de la región. No es muy conocido, por cierto, el hecho de que participara en una reunión con dirigentes de la Unión de Trabajadores de la Prensa de Buenos Aires, donde se gestó la idea de traer a Cuba a Diego Armando Maradona, proyecto que daría lugar a una relación de amistad entre el ídolo sudamericano y el máximo líder de la Revolución Cubana.

Tras el congreso de la Upec de 1986, y luego de encabezar durante 20 años a la organización, pasó a dirigir en México el Centro Regional de la Organización Internacional de Periodistas de la cual fue vicepresidente.En esta última apoyó la participación de la Upec en el marco de la Unesco en la encarnizada lucha por un nuevo orden mundial de la comunicación y la información, expresión de una confrontación ideológica de carácter mundial y de la resistencia ante la avasalladora influencia de las transnacionales mediáticas y de sus organizaciones satélites.

Sin embargo, los signos de debilitamiento y errores del campo socialista también tuvieron su expresión en la OIP, y una de las víctimas fue Ernesto Vera, cuya voz no pudo ser callada por los oportunistas que se apoderaron de la conducción de la organización y redujeron el financiamiento al centro regional.

El hogar de Vera y Josefa Acosta (Fifi), en Ciudad de México, −que siempre fue albergue seguro para los periodistas perseguidos en los países de América Latina y apoyo para muchos colegas cubanos en misión o en tránsito−, empezó a sufrir las represalias económicas de los que dilapidaban los fondos en Praga o Madrid. El matrimonio ejemplar solo dejó de apoyar dignamente a los amigos cuando se vieron obligados a rematar las pocas propiedades, pagar las deudas y regresar a Cuba.

Ernesto mantuvo durante mucho tiempo su presencia como profesor en las aulas, tanto de la Universidad de La Habana como en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, el cual se fundó durante su mandato en la Upec, como centro insignia de la educación y superación profesional de periodistas cubanos y de otros países.

El propio Instituto, al presentar una de sus obras escritas lo identificó como un profesor que ha calificado problemas esenciales del periodismo y mediante investigaciones realizadas durante muchos años, considera a la guerra mediática como fenómeno del poder imperial, cuya estrategia consiste en la fórmula de la mentira organizada, y debido a que se carece de una estrategia común en la defensa de la verdad, el resultado es la dispersión de sus acciones. “Por tanto, agregaba, mentira organizada y verdad dispersa caracterizan el combate en esa esfera en nuestro tiempo, lo que conduce al deber de contribuir a la organización y el fortalecimiento de la verdad, defendiéndola con los argumentos convincentes capaces de reducir y finalmente eliminar la capacidad de engaño y la impunidad de los medios poderosos”.

Durante los últimos años de su vida, Ernesto se mantuvo vinculado estrechamente al periodismo, los periodistas y sus organizaciones, participando en congresos, seminarios, acciones de superación y en la redacción de artículos para la prensa y de ponencias, así como en la difusión de boletines y el intercambio de información utilizando la computación y las redes informáticas. Fue autor de varios títulos relacionados con la prensa y el periodismo.

En el último Congreso de Felap, en Caracas, en 2012, donde fue homenajeado, y -a pesar de sus problemas de salud-, lo vimos apoyar entusiasmado el periodismo bolivariano ejercido personalmente por el Presidente Hugo Chávez Frías.

Entre otras muchas condecoraciones, recibió el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida de manos del Comandante en Jefe Fidel Castro; los premios de la Dignidad concedido por la UPEC, del Periódico Patria y el Internacional de Periodismo; las medallas Julius Fucik de la OIP, Combatiente de la lucha clandestina y de la Alfabetización, y numerosas distinciones oficiales entre ellas la Félix Elmuza y la Raúl Gómez García. Las FAR le confirieron la Réplica del machete del Generalísimo Máximo Gómez.

Fue diputado a la Asamblea Nacional, y por haber pertenecido a una de las organizaciones que derrotaron a la tiranía y mantenido una actitud ejemplar como militante, ostentaba la condición de Fundador del Partido Comunista de Cuba.

Por eso no es raro, que a la hora de despedir a un periodista revolucionario como él, junto al dolor, nos sintamos orgullosos de haberlo conocido, y de habernos evidenciado que como nunca, tenemos verdades que defender, que como nunca, hay argumentos poderosos que esgrimir, y porque hemos vivido, como parte del pueblo cubano, una historia de dimensiones universales.

En nombre de la Federación Latinoamericana de Periodistas y de su presidente Juan Carlos Camaño, de la Presidencia, el Comité Nacional y los afiliados de la Unión de Periodistas de Cuba, de los Combatientes de la Revolución Cubana, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, de sus compañeros y amigos, y en especial de sus hijos y demás familiares, les agradezco la presencia solidaria en este día en que despedimos para siempre a ese gigante defensor de la verdad que fue Ernesto Vera Méndez y depositamos aquí sus cenizas junto a las de su querida Fifi, a quienes la muerte los separó solo por muy poco tiempo.

* Tubal Páez Hernández es vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap) y presidente de honor de la Upec.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba