DE TODO EL PAÍS

Los colores de la vida

Gertrudis Rodríguez llegó un día a la UPEC con un puñado de fotos en las manos. Mostraban a Fidel entrando con los rebeldes a Santa Clara: las caras sonrientes, las palomas, el pueblo eufórico, la victoria revolucionaria. Todas fueron tomadas por ella.

Hace 17 años que dirige la delegación de jubilados Ernesto Medialdea; y hace algunos pocos, montó una sala de historia en la sede de la UPEC, para que los más jóvenes pudiesen conocer el legado de los periodistas santiagueros.

Aunque nació en Caibarién, en 1935, vino a vivir a Santiago hace 25 años. No aprendió fotografía en academias, pues al terminar el colegio comenzó a estudiar en la Escuela del Hogar, donde las muchachas se entrenaban en los quehaceres hogareños.

“Recuerda que en esa época las mujeres vivían para casarse y tener hijos, no para hacer una carrera e ir por el mundo”, comenta mientras busca algunas imágenes para ilustrar aquellos recuerdos.

—¿Cómo se hizo fotógrafa?

—A los 18 años con mi tío. Él hacía fotografías y después les daba color; las coloreábamos en carmelita. Nunca fui a ningún curso. Teníamos una cámara antigua, una panorámica alemana, pero pesaba mucho. Después él hizo una cubana que hacía imágenes de ese tipo. Durante mucho tiempo me dediqué a retocar negativos y eso me dañó un poco la vista, porque se trabaja en un cuarto oscuro.

“Coloreábamos las fotografías con productos específicos. Yo hacía fotos en cumpleaños, bodas, y también pequeñas películas. Para colorear las imágenes se utilizaban unos palitos finos y un algodón que se mojaba en gasolina de avión, que era mucho mejor y no dañaba la imagen”.

—¿El trabajo que realizó después de alguna forma tuvo que ver con la fotografía?

—Me casé muy joven, con 21 años, y me fui a vivir a Sagua La Grande. Estuve un tiempo sin hacer fotografías porque iniciaba mi matrimonio y mi esposo no quería. Nos metimos en la Revolución, en el Movimiento 26 de Julio. Vendíamos bonos, hacíamos muchas cosas.

“En ese trajín vivimos la huelga del 9 de abril y otros hechos relacionados con la lucha. Preparamos un cuarto especial en la casa, lleno de colchones porque los tiros se escuchaban muy fuertes. Esa vida no era fácil. Fuimos muy señalados y estuvimos una semana afuera porque era peligroso. Conseguimos una casa en el centro, pero finalmente nos fuimos para Cienfuegos.

“Regresamos a Santa Clara cuando iba a entrar Fidel. Comencé a tirar fotografías de todo el movimiento, de los rebeldes. Monté un cuarto oscuro en un hotel donde los hospedábamos”.

—A partir del triunfo de la Revolución pudo dedicarse con mayor tiempo a hacer fotos…

—La verdad es que a pesar de haber triunfado la Revolución, seguíamos amenazados por la dictadura y regresamos a Cienfuegos. Ya después trabajé con el periódico en las fotografías de los mártires de Caibarién, con el estudio fotográfico que tenía en la casa, en la calle.

“Me propusieron irme a La Habana y trabajar en un almacén frente a La Coubre, antes de regresar a mi oficio de fotógrafa. Colaboré un tiempo en una empresa que hacía micro presas, y montamos un estudio con ayuda de la Kodak, donde yo conocía algunas personas. Después trabajé 25 años en el edificio de la Avenida Boyeros, en el Ministerio de la Agricultura. En ese sector pude colaborar con los periodistas, con algunos medios”.

—¿Y en qué momento vino a Santiago de Cuba?

—Cuando me divorcié. La familia estaba dividida en muchas partes por todo el país. Entonces vine para Santiago hace 25 años. Acá continué dedicándome a la fotografía: al principio muchos guajiros venían a buscarme para ir a los montes a celebrar cumpleaños, fiestas. En un baño de la casa preparé el cuarto oscuro y continué trabajando hasta que decidí dejarlo por problemas de salud.

—¿Qué diferencias aprecia usted entre la fotografía que se hacía hace años y la que se hace actualmente? ¿Ahora es menos natural?

—La fotografía de antes llevaba un proceso diferente: yo la hacía y la ponía en el fijador, y debía estar tiempo suficiente para que con el paso de los años no se deteriorara. Después había que lavarla bien. Como ves, no se trataba solo de hacer la foto y ya. Se necesitaban otros recursos que después comenzaron a faltar.

“Hay que tener conciencia para hacer fotografías. Hay muchos hechos de los que aún guardo los negativos. En la UPEC montamos una exposición de fotos de Fidel en la entrada a Santa Clara. En Caibarién fui dirigente e intervine vaquerías, me moví en muchos lugares; por eso tuve la oportunidad de captar esos momentos.

“A veces no veo entusiasmo en la fotografía que se publica en los medios, no siempre hay calidad. Porque eso se lleva adentro, hay que respetar a la imagen, a las personas. No se trata solo de captar una escena, sino de ver el color, la vida”.

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Viviana Muñiz Zúñiga
Profesora de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Departamento de Periodismo y Comunicación Social.

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