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Gómez y Martí

No siempre los hombres que comparten un ideal se comprenden desde la primera palabra. Quizás por eso y a pesar de la gran admiración que sentía Martí por Máximo Gómez y Antonio Maceo, de su primera entrevista resultó un encontronazo.

En el hotel Griffou, el 2 de octubre de 1884, se vieron por primera vez los tres grandes próceres: los dos caudillos de la Guerra Grande y el presidente de la Asociación Cubana de Socorros, José Martí. Por esos días, se organizaba el Programa de San Pedro de Sula —más conocido como Plan Gómez-Maceo—; Martí se sumó a las actividades con fervor; ese año, en la conmemoración del 10 de Octubre, en Tammany Hall, enardeció con su palabra vibrante a una multitud superior a la habitual en este tipo de mítines. No obstante, la recaudación fue insuficiente.

De Gómez vengo enamorado, y no puedo recordarlo sin ternura¹. José Martí.

Martí los visitaba a diario y, en algún momento, a propósito del viaje que realiza­ría junto a Maceo a México, el Apóstol expresó una sugerencia y Gómez, ríspido, pronunció las duras palabras —“Vea, Martí, limítese usted a lo que digan las instrucciones, y lo demás el general Maceo hará lo que deba hacer”—2 que provo­carían la separación de José Martí del plan lidereado por ambos guerreros, quienes aún no habían aquilatado la talla humana y la visión es­tratégica de José Martí y subestimaron a aquel civil que nunca había combatido. Ese día, Martí se marchó disgustado y dos días después dirigió a Gómez una severa carta, en la que expuso con firmeza sus criterios. Aquellas duras palabras hirieron al guerrero.

El fracaso del Plan Gómez-Maceo se debió, en parte, a los procedimien­tos empleados, pero también porque faltaba el agita­dor por excelencia y el entusiasmo de las emigraciones fue enfriándose.

Pese al disgusto de la separación, cuando años después Martí reinició la labor organizativa que culminaría en la creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) sabía que a ese empeño tenía que atraer a Gómez y Maceo. Por eso, el 10 de septiembre de 1892, arribó a Montecristi y tocó a la puerta de la humildísima vivienda de madera y zinc, que era el hogar del Generalísimo y donde se hallaban su esposa e hijos. De allí, continuó viaje a caballo y llegó a la finqui­ta La Reforma, donde lo recibió Máximo Gómez; allí el delegado y el viejo general conversaron largamente. “[…] fue un grato reposo de almas la conversación primera, con esa rara claridad que al hombre pone el gusto de obrar bien […]”.3

Juntos se encaminaron el día 13 hacia Santiago de los Caballeros y se alojaron en la casa del médico cubano y veterano de la Guerra Grande, Nicolás Ramírez, donde se escribieron las Cartas de Santiago:4 el propio día, la de Martí, a nombre del PRC, en la que ofrecía a Gómez el mando supremo del Ejército Libertador aunque no tenía para brindarle más que “la ingratitud probable de los hombres”;5 también en esa casa escribió Gómez la respuesta en la que aceptaba la tremenda responsabilidad, en misiva fechada el día 15.6

Fue precisamente en este encuentro donde estos dos grandes hombres estrecharon los lazos de su profunda amistad. Luego, Martí lo visitaría de nuevo en 1893, cuando analizaron la situación en Cuba y trazaron planes expedicionarios, que deberían coordinarse con el alzamiento simultáneo de la Isla. En abril de 1894, sería el general quien acompañado de su hijo Panchito llegaría a Nueva York; entre el 8 y el 21, discutieron los pormenores del plan de alzamiento coordinado con el arribo de expediciones. En la reunión en que es reelegido por unanimidad delegado del PRC, Gómez estuvo presente y ambos hicieron uso de la palabra. Luego, el 21, Gómez regresó a Santo Domingo, pero le dejó a Pancho para que lo ayudara.

El 30 de enero de 1895, tras el fracaso del Plan de Fernandina, Martí partió definitivamente de Nueva York jun­to a Enrique Collazo, Mayía Rodríguez y Manuel Mantilla, con rumbo a Montecristi y llegaron donde los esperaba Gómez al amanecer del 7. Tras el abrazo de bienvenida, los viajeros informaron al viejo gene­ral acerca de los pormenores del revés sufrido y de la comprometida situación en que se hallaban para marchar a Cuba, escasos de fondos y estrechamente vigilados. El general en jefe del Ejército Libertador y el Delegado del Partido Revolucionario Cubano deliberaron acerca de los pasos que deberían dar. En esos días, estuvieron muy cerca uno del otro; juntos supieron del alzamiento en Cuba y sufrieron la angustia que las dificultades para emprender su expedición les causaron. Juntos compartieron sus días de manigua, entre el 11 de abril y el 19 de mayo y como dijera Martí: “Subir lomas, hermana hombres”.7

De modo que, aunque empezaron mal, estos dos hombres anudaron una profundísima amistad. Por eso, Martí, consciente de la estatura humana  y moral de Gómez, en su trabajo acerca del viejo general publicado en Patria valoraría que aquel trabajaba “[…] para los que llevan en su corazón desamparado el agua del desierto y la sal de la vida: para los que le sacan con sus manos a la tierra el sustento del país, y le estancan el paso con su sangre al invasor que se lo viola: para los desvalidos que cargan, en su espalda de americanos, el señorío y pernada de las sociedades europeas: para los creadores fuertes y sencillos que levantarán en el continente nuevo los pueblos de la abundancia común y de la libertad real: para desatar a América, y desuncir el hombre”.8

 

Notas

1 José Martí: “Carta a Serafín Sánchez”, 25 de julio de 1893, en Obras completas, t. 2, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 357.

2 Ramón Infiesta: Máximo Gómez, Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 1937, p. 127.

3 José Martí: “El general Gómez”, en ob. cit., t. 4, p. 448.

4 Véase María Luisa García Moreno: “Las Cartas de Santiago”, publicado en Cubaperiodistas.cu, el 12 de septiembre del 2018.

5 José Martí: “Carta a Máximo Gómez”, en ob. cit., t. 2, p. 163.

6 Máximo Gómez: “Carta a José Martí”, cit. por María Luisa García Moreno, artículo cit.

7 José Martí: “De Cabo Haitiano a Dos Ríos”, en ob. cit., t. 19, p. 216.

8 _________: “El general Gómez”, en ob. cit., t. 4, p. 450.

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María Luisa García Moreno
Profesora de Español e Historia, Licenciada en Lengua y Literatura hispánicas. Periodista, editora y escritora.

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