COLUMNISTAS

Abriendo fuentes

Hace tiempo, usé un dato de una “fuente confiable” que resultó ser erróneo. La prudencia cultivada al documentarme con amplitud para cada trabajo se fue por la cañería pública en esa oportunidad por exceso de fe. Pero como rectificar es lúcido, y además, si uno resbala se recomienda, de viejo, ponerse en pie, sacudirse la vergüenza, y seguir camino. Eso sí, con un átomo más de conocimiento en la alforja íntima.

¿A santo de qué la anécdota? Pues movida ante la antigua queja sobre la falta de acceso a los suministradores de información. Se añora el contacto con un alto ejecutivo  suponiendo encontrar en él la mayor entrega de informes. El supuesto es cierto, pero no al 100%. Si no tomamos contacto con escalones inferiores también, o si omitimos la praxis cotidiana popular en aquello relacionado con el tema, tendremos números bonitos, pero no la realidad en todo su raro esplendor.

Y no se trata de si el alto funcionario carece de lo requerido. Bien pueden haberle entregado datos incompletos, parcializados y hasta falsos. De otro modo ¿cómo explicar lo que ha venido detectando la Controlaría General de la República y tantas malas experiencias anteriores? Y no han sido centavos ¿eh? Partiendo de ello, vale suponer que la directiva superior del ramo fue engañada.

No me propongo cuestionar métodos de trabajo. Ni siquiera si es necesario mayor control, aunque si me preguntan digo que sí: faltan normas y vigilancia efectiva, mecanismos enérgicos, capaces de impedir todo lo ilícito, incluyendo la voluntariedad con la cual proceden muchos  burócratas o cargos oficiales de distintos niveles, incapaces de pensar en las molestias o daños que provocan a gran parte de la ciudadanía con sus “ocurrencias”, improvisaciones o por su rechazo a los cambios orientados por la máxima dirección del Estado.

Si para un ministro es necesario verificar a través de entes seguros o por sí mismo sobre el terreno cómo va lo que fuere, en nuestra profesión es imprescindible contrastar, verificar si se prefiere,  los elementos con los cuales trabajaremos, lo mismo si se trata de la más inocente información (no lo será si no es verídica), o, sobre todo, cuando damos criterio.

Si en cuestiones internas del país resulta básico tener todos los hilos del asunto (o la mayoría de ellos),  en materias internacionales, el cuidado no será menor. Los grandes medios informativos  siempre usaron medias verdades o artificios enteros para justificar determinadas políticas. En la actualidad esa tendencia se ha multiplicado y no para aumentar las ventas de sus publicaciones con chismes o sensacionalismos de ocasión, sino porque forman parte, más que en otros momentos, de las agendas corporativas y/o gubernamentales.

Invasiones basadas en armas de destrucción masiva inexistentes, bombardeos humanitarios, títeres inflados a rango de personalidad respetable, son parte ínfima, pero malsana, del vademécum que amplifican sin rubor los medios difusivos, convirtiendo razones de peso o hechos, en referencias monocromáticas, incluso valiéndose de cuestionables hipótesis de sesuda apariencia. (Me viene a la mente Vargas Llosa y su reciente dictamen sobre el papel “civilizador” de la conquista española en estas tierras, pecado menor si se le compara con la espeluznante ignominia con que se trata mediáticamente a Venezuela).

¡Ah! y la inmediatez no impide hacer comprobaciones, aunque solo sean básicas. En muchas oportunidades, involuntariamente, distintos periodistas se convierten en eco de enfoques impugnables, cuando toman una noticia y la repiten toda o en parte, sin indagación suficiente.

Ante la duda, es recomendable usar la socorrida pero eficaz táctica de anteponer expresiones como: “pendiente de  ser confirmadas, circulan noticias sobre” (…) “datos sobre lo realmente acontecido, hacen suponer tal y cual” existen distintas herramientas de ese corte posibles de emplear hasta tanto se llegue a la verdad con paso firme, sin dejar de dar cuenta sobre el suceso de marras. La omisión pues ser un desliz imperdonable en este oficio.

Estas generalidades anotadas en la experiencia, no excluyen  el empleo de las nuevas tecnologías informáticas. Al contrario, ellas ayudan, por su alcance y relativa rapidez para la búsqueda, encontrar confirmaciones o desmentidos, o tener idea de “por  dónde van los tiros” y evitar convertirnos en blanco de una bala perdida o alguna intencionalmente lanzada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *