FOTOCRÓNICAS

Guaguas y guaguas

Elio Constantín, el gran maestro de periodistas y subdirector de diario Granma y el que escribe esta crónica, enviado especial de Prensa Latina, fuimos a reportar en mayo de 1973 la asistencia del presidente cubano Osvaldo Dorticós a la asunción del recién electo presidente de Argentina Dr. Héctor José Cámpora y la firma del restablecimiento de relaciones entre ambos países.

Al país austral llegamos cinco días antes para acreditarnos como corresponsales de prensa y cumplimentar una apretada agenda de trabajo previa a la ceremonia. Elio fue a Córdoba lleno de emoción para entrevistar a los familiares, profesores, condiscípulos y amigos de Ernesto Guevara, el Che, visitar los planteles donde estudió cuando era joven, revisar los expedientes académicos y buscar anécdotas. No pude acompañarlo porque además de las actividades preparatorias de la ceremonia  que enviaba diariamente por radiofoto a La Habana, tenía que retratar las principales calles, edificios y lugares famosos como la Plaza de Mayo, el  palacio del Congreso, la Casa Rosada, la calle Caminito, la célebre tumba de Carlos Gardel y otras 200 vistas más de esa gran ciudad para actualizar y ampliar los archivos fotoperiodisticos de la agencia.

El pie de esta fotografía lo hemos redactado de la siguiente manera: “Un grupo de niños acompañado de sus padres posan en una de las primeras guaguas de gasolina que circularon en La Habana. Pero si fuera escrito para Argentina, diría así:  “Un grupo de guaguas con sus padres posan en uno de los primeros colectivos que circularon en La Habana”. De esto trata esta fotocrónica.

Elio salió del hotel el 21 muy temprano en ómnibus hacia Córdoba y yo un poco más tarde, alrededor de las 8 de la mañana. Con mi cámara y la ayuda de un plano de la ciudad me dispuse a iniciar el primer recorrido por el lugar más lejano y regresar caminando hasta el atardecer, retratando los sitios de interés y la vida de la ciudad. Con esta idea fui directo a la parada de los ómnibus donde había tres o cuatro  personas y le pregunté a una señora de cara amable ¿Dónde puedo coger la guagua hasta …. No me dejó terminar y comenzó a insultarme. Una joven que nos escuchaba me tomó por el brazo y me sacó del allí. Cuando nos alejamos del lugar me dijo llamarse Victoria y preguntó ¿Tú eres extranjero, verdad?, Si le respondí, pero  no sé porque esa mujer se ha  puesto así.

Mira, – me explicó la muchacha – acá en Argentina y otros países que nos rodean, se dice coger a “la expresión de amor en su grado más crudo” y guagua se le dice a un niño pequeño. ¿Ahora te das cuenta qué le preguntaste? Quedé tan turbado que a duras penas pude agradecerle su oportuno y cordial gesto así como la lección idiomática propia de aquellos países.

Cuando Elio regresó le conté el incidente, se río. El, que dominaba exquisitamente  el español sabía que algunas voces que recoge y explica  el diccionario de la Real Academia de la Lengua no tienen el mismo significado para los pobladores de otros países de habla hispana, y me calmó diciendo: -A pesar de todo el cuidado que puse para no emplearlas en las conversaciones, cuando me despedí de los profesores y amigos que me ayudaron a buscar los datos  académicos y reunir a los compañeros del Che, estaba tan emocionado que inconscientemente les pregunté lo mismo que tú, pero la reacción fue distinta. Lo que para ti fue un bochornoso desaguisado para mi resultó ser un chiste festivo que rieron a carcajadas aquellos ilustrados intelectuales, aunque no dejó de sonrojarme – terminó también riéndose mi jefe y amigo.

Cuando regresé a La Habana sentí curiosidad por conocer el por qué la voz inca “guagua” usada en Argentina, Perú, Chile y otros países vecinos para denominar a los niños pequeños, en Cuba se emplea para nombrar a los ómnibus.

Según algunos estudiosos la voz guagua comenzó a usarse en 1856, cuando se inició la construcción de la batería de la Reina, un enclave defensivo de La Habana emplazado entonces en el mismo lugar que hoy ocupa la estatua del Mayor General Antonio Maceo y el parque que la rodea.

Arriba la batería de la Reina en 1864. Debajo, a la izquierda una guagua se dirige a las obras de la Batería al lado de varios carruajes de carga. A la derecha obreros trabajando, al fondo una de las guaguas que los transportaron.

Cuentan que los canteros, albañiles y los maestros de obra que dirigían a los esclavos para levantar la gigantesca edificación militar llegaban tarde y muy cansados debido a que la mayoría de ellos vivían  dentro de las murallas de la ciudad y tenían que ir a pie hasta la obra porque el jornal que ganaban no les alcanzaba para pagar el viaje en carretas u otros medios de transporte que en aquellos años eran tirados por caballos o mulos y salían de la entrada en la Puerta de Tierra de la Muralla, del Parque San Juan de Dios o de la explanada de la Punta, e iban por la ancha calle de San Lázaro, pasaban frente a la obra en construcción de la Batería de la Reina y continuaban viaje por un camino paralelo a la costa hasta llegar al Castillo de la Chorrera  en la desembocadura del río Almendares.

La obra estaba a cargo de un experimentado coronel de ingenieros  español que muy joven fue destacado al Perú hasta que este país obtuvo su independencia en 1824. Durante su  estancia se le fijaron  muchas palabras del quechua, la lengua de los incas que se hablaba en una gran parte de Sudamérica y las repetía con frecuencia  cuando conversaba, como por ejemplo llamaba “guagua” a los niños e “ir de guagua” o simplemente “de guagua” a lo que se transportaba gratuitamente.

Cuando el coronel supo que sus capataces y trabajadores no podían costear el pasaje para para construir este importante punto defensivo de la capital,  ordenó  a los dueños de las carretas y  transporte que los hombres  que fueran a trabajar a la obra tenían que traerlos y llevarlos  “de guagua” es decir gratis.

Esta expresión del coronel fue simplificada después por los habaneros, que decían  solamente guagua y le daban otro significado que no guardaba relación alguna con niño, ni con gratuidad, sino con el medio de transporte tirado por caballos o mulas que los trasladaba de un lugar a otro de la ciudad.

Y se comenzó en Cuba a llamar guagua a los ómnibus movidos por caballos.

Durante la edificación de la batería de la Reina se constituyó la empresa del Ferrocarril Urbano de La Habana e introdujo el tranvía  que rodaba sobre vías férreas uniendo los barrios de Jesús del Monte, Cerro y Vedado con el centro de la Ciudad y aunque era tirado por caballos no le decían guagua sino “tren de caballos”. La  misma compañía puso en marcha un trencito de vapor que popularmente lo llamaban “la cucaracha” el  cual iba desde El Carmelo en el Vedado hasta el Castillo de la Punta.

Estos vehículos de pasajeros fueron desapareciendo al principio del siglo XX cuando fueron reemplazados por tranvías eléctricos y por autobuses movidos por motores de gasolina o petróleo. Los primeros desaparecieron en 1952, mientras que los segundos continúan brindando sus servicios con más capacidad y mejor confort para los viajeros.

A estos transportes de pasajeros que vemos en la fotografía no se les llamaban guaguas porque rodaban sobre un camino de raíles. Los que eran arrastrados por caballos, como el de arriba, lo denominaban “tren de caballos” mientras que el abajo, que era de vapor, le decían “la cucaracha”.
El tranvía eléctrico que sustituyó al tirado por caballos estuvo funcionando en la capital hasta 1952
Las guaguas y los tranvías que eran de caballos y los carritos de vapor desaparecieron a principios del siglo XX para dar paso a los tranvías eléctricos y las guaguas de gasolina o petróleo. A la izquierda una guagua de los años veinte, la de la derecha corresponde a los años cincuenta, un autobus Leyland de los que popularmente eran conocidos como Enfermeras,  por estar pintados de blanco.

Las guaguas tan tenido también sobrenombres como “el lechero”  cuando recogía pasaje en todas las paradas,  o “las bien pagadas” como el pueblo llamó a los ómnibus Leyland que como sobrantes de guerra y fueron adquiridos en Inglaterra a precios reducidos para sustituir a los tranvías de La Habana, en un negocio en el que los  mediadores  del gobierno del presidente Prío Socarrás  se embolsillaron sumas millonarias al alterar los precios de compra en su provecho. También las llamaron “bien pintadas” por estar acabadas de maquillar o “enfermeras” porque eran blancas. Recordamos a los ómnibus Hino que también estaban pintados de blanco y los llamaron   “Colmillos Blancos” porque cuando comenzaron a circular en 1979 coincidió con el estreno de una película con ese título. Más recientemente apareció otro apodo más para las guaguas: “los camellos”, medios de transporte que fueron creados durante el periodo especial, a partir de una cuña tractora y un enorme vagón con puertas y asientos y tenían una forma parecida a estos cuadrúpedos del desierto.

Guillermo de Zendegui: Biografía de una guagua, Revista Bohemia de octubre 4 de 1848, pp. 50, 51 y 73.

Agradecimientos: Licenciada Mabiel Hidalgo,  investigadora de la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí”

Fuentes:

        • Samuel Hazard: Cuba a Pluma y Lápiz. “la siempre fiel isla” .Cultural, s.a., 1928
        • Jacobo La Pezuela:Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba. Madrid: Imprenta de Mellado, 1863, tomo II, p. 334.
        • José María de la Torre: Lo que fuimos y lo que somos o La Habana antigua y moderna. Habana, Imprenta de Spencer y Compañía, 1857Fotografias: Fototeca de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y Archivo del autor
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Jorge Oller Oller
Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y del Periódico Granma. Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la Vida. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

3 thoughts on “Guaguas y guaguas

  1. Interesante recuento de la historia de nuestra ciudad y de un elemento que al parecer no solo acompaña sino que acompaño de manera muy singular la vida cotidiana de los habitantes de nuesra linda urbe y que parece que nos acompañara por mucho años mas. ! LA GUAGUA ! .

  2. Es interesante y emocionante a la vez poder vivir a traves de fotocronicas tiempos de nuestros padres y aun nuestros, por las guaguas les digo.
    Que maravilla que algunos hayan captado esas imagenes para la historia, por eso me gusta tanto la fotografia y que bueno que ahora hay muchos lugares donde publicar.
    Imagino a mis padres subiendo a una de ella y lo siento con amor, quien sabe si yo las tuve que subir con ellos.

  3. En la última foto, a la derecha, el ómnibus pintado de blanco con franja azul no es un Leyland, sino un Aerocoach americano modelo T-361 de 1950. Curiosamente, las fotos de dichos ómnibus son rarísimas, mientras que de los Leyland “Royal Tiger” que entraron en 1951 se encuentran muchas más. Otra nota: aquellos Leylands no fueron sobrantes de guerra, sino un modelo diseñado especialmente para Cuba y que la mayoría se ensambló en la isla. Hubo un lote que no se vendió a La Habana y terminó en Uruguay, donde fueron apodados como “los cubanitos” por esa razón. Vale también recordar que al final de la vida útil de los tranvías, se pensó en sustituirlos por trolebuses y de hecho al menos un par de ellos adquiridos de segunda mano funcionó por un corto tiempo en La Habana. Nótese en la foto del tranvía que este tiene dos troles como un trolebús (cosa bastante inusual pues los tranvías casi siempre tienen uno, el segundo polo son los raíles) lo que hubiese facilitado la transición, pero ya para aquel entonces la operación de ómnibus diesel era mucho más barata y eficiente, además de que el tendido de cables resultaba una limitación al cambiar las rutas o introducir nuevas.

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