FIEL DEL LENGUAJE

Fiel del Lenguaje 7: Hipocresía en el uso de las palabras

Los medios imperiales de propaganda logran éxitos alarmantes en la difusión de equívocos o usos “francamente” aviesos, como dichos medios y quienes los financian y manipulan. Fanqueza y franco —o franca— y sus derivados no vienen del cielo, sino de cuando los francos sometieron a los galos, y se permitían hacer en la Galia cuanto les viniera en gana. Actuaban “a lo franco”: como los francos dominantes que eran.

El imperio de hoy actúa y habla de ese modo, “francamente”, o, para no dejar margen a dudas: desvergonzadamente. Si no, ¿cómo explicar el avasallador empleo de humanitario y humanitaria como si fueran sinónimos, respectivamente, de humano y humana? ¿Terminará la Real Academia Española aceptando semejante equivalencia, que tantas confusiones genera? De momento al menos, no. La más reciente edición de su Diccionario (23ª, actualizada en línea en 2018) sigue definiendo humanitario —y, por tanto, humanitaria— como adjetivo que califica lo “que mira o se refiere al bien del género humano”, lo “benigno, caritativo, benéfico”, lo “que tiene como finalidad aliviar los efectos que causan la guerra u otras calamidades en las personas que las padecen”. Y del nombre humanitarismo dice que indica “humanidad”, entendida como “sensibilidad, compasión de las desgracias de otras personas”.

¿Se corresponden esas acepciones con el uso dado hoy al citado adjetivo para calificar catástrofes y crisis que generan sufrimiento en seres humanos, a veces en enormes cifras? Lo más perverso de esa confusión no es de índole asépticamente lingüística, sino conceptual. Además de su eventual aparición en documentos de organismos internacionales que el imperio procura capitalizar, y que irrespeta o ignora cuando no le son dóciles, parece haber tomado fuerza cuando la OTAN y el propio gobierno de los Estados Unidos, que creó ese tratado y lo maneja a su conveniencia, empezaron a calificar de humanitarias a operaciones criminales suyas que intentaban justificar con la falacia de que buscaban salvar pueblos, sembrar democracia, pero solo procuraban derrocar a gobiernos que no les resultaban mansos, y saquear a sus pueblos.

Tal práctica se prolonga y penetra hasta en el lenguaje de quienes tienen la responsabilidad de desenmascarar las maniobras del imperio y sus cómplices. Entre ellas figuran otras falsificaciones, como calificar de colaterales a los daños causados por sus actos genocidas, a menudo la muerte de niños y niñas.

Quien domina el lenguaje domina el pensamiento, y los ejemplos citados están lejos de ser los únicos que muestran el éxito de los medios imperiales en ese terreno. Terrorismo y terrorista los aplican a quienes se les rebelan, no solo a quienes pudieran merecer de verdad tal acusación. En otros tiempos los opresores hicieron algo similar con insurrecto, filibustero y algunos más y, no tan remotamente, con comunista. Ahora el césar de turno, el patán Donald, promueve una especie de cruzada contra el socialismo, como para que al comunismo no le quede ni la ilusión de un preludio posible.

Aplicar radical a posiciones extremas, violentas, drásticas, acérrimas, asesinas, soslaya una tradición revolucionaria como la martiana, esencial de modo directo para Cuba y nuestra América. Definido por el propio José Martí, radical debe aplicarse a quien va a la raíz de los problemas para enfrentarlos y resolverlos.

Duele ver con cuánta frecuencia el periodismo revolucionario —hasta en Cuba— reproduce miméticamente usos aviesos propalados por los medios imperialistas, que no hace mucho tiempo zarandearon categorías dignas que ellos incumplían o asesinaban. Manosearon así libertad, democracia y derechos humanos como si fueran patrimonio exclusivo suyo, y a veces lograron que a las izquierdas esos conceptos, que son y deben saberse parte esencial de su programa de lucha, rehuyeran de ellos.

Si junto con la honradez y la agudeza hay algo que la prensa revolucionaria no puede perder es el espíritu crítico, y este debe ejercerse como también reclamaba Martí que cada ser humano asumiera en general el ejercicio de pensar: con cabeza propia. Al espíritu crítico no se debe renunciar ni siquiera para lo que merece ser compartido al servicio de la justicia, porque podría terminar siendo mal defendido, o embotellado en la inconsistencia, si no abandonado. Para impedir que esa catástrofe nada humanitaria ocurra se requieren no solo buenas intenciones, y menos si están lastradas por la desidia o la inercia: se necesita, entre otras cosas, una profesionalidad buscada con denuedo.

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Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

One thought on “Fiel del Lenguaje 7: Hipocresía en el uso de las palabras

  1. Interesantes reflexiones, Toledo Sande. Debiera, en algún momento, abordar algunas reglas ortotipográficas elementales para la difusión impresa de textos en español. Los correctores y editores en nuestros órganos de prensa parecen ignorarlas. Recibo Granma en casa y la involución que ha experimentado su ortotipografía en los últimos años es lamentable. ¿Usted observó que en la edición impresa de este lunes, al reproducir su texto de “Fiel del lenguaje”, dejaron en redondas todas las palabras que aparecían originalmente, con toda razón, en cursivas? No son puntuales este tipo de dislates en ese diario, créame. Da la impresión de que allí no tienen carta de estilo o de que correctores y editores no están suficientemente calificados. Lo mismo, p. e., escriben los nombres Twitter y Facebook en cursivas que en redondas. Lo mismo asientan unas siglas no silabeables en mayúsculas que en versalitas; y las silabeables o acrónimos las escriben lo mismo en versalitas que en altas y bajas. Sin contar con el uso de términos gratuitos en inglés (rating, e-government, fake news…). Son muchas las pifias y no es este el espacio para seguir relacionándolas. Gracias por su atención.

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