PERIODISMO CULTURAL

Benny Moré, el rey de La Habana

Por Rafael Lam

Ya estamos celebrando el centenario del Benny Moré, el símbolo de la música popular cubana (Santa Isabel de las Lajas 24 de agosto de 1919/ La Habana 19 de febrero de 1963).

Aunque el Benny no nació en La Habana, fue el rey de la gran ciudad de América, pues todos los nacidos en Cuba son capitalinos. El lajero visitó La Habana por primera vez en 1936, después de muchas tribulaciones en un tren y en algunas “botellas” (aventones). Decía que iba a La Habana a ver a su mamá enferma. Al llegar al Mercado Único se encontró con un tío llamado Tomás Armenteros. A su tío le dijo “vine a hacerme porque quiero salir pa´ fuera, triunfar y traer dinero a mi mamá pa´que fabrique una casita”. Entonces se mantuvo por seis meses vendiendo frutas y viandas, con su tío Tomás Armenteros.

No es que el Benny fuera un soñador, simplemente estaba confiado que sería alguien en la vida, estaba destinado y el destino, como piensan los nacidos en la India, llega cuando tiene que llegar.
El primer albergue donde pernocta el Benny es exactamente en la calle Paula 111, donde existía una posada de mala muerte, en la misma calle donde nació José Martí y los legendarios músicos Orestes López e Israel López “Cachao”. En Paula 111 no existe ninguna tarja dedicada al símbolo de la música cubana.

Otros recintos donde pernoctó Benny fueron en el Hotel Europa (calle Bernaza) en La Habana Vieja y el San Luis (Belascoaín y San Lázaro).

La trayectoria del Benny en La Habana que ahora cumple 500 años, está llena de misterios, una historia que nunca se contará completamente, porque, en alguna medida, Benny, en su primera etapa, era algo solitario, pues generalmente los músicos ambulantes son gente solitaria, su bohemia no hay quien las pueda seguir. Sabemos que la bohemia es la búsqueda de cama y mesa, de un objetivo, a veces imposible. El director artístico Jesús Oscar Suárez (fallecido) me comentó que, al Benny lo expulsaban de algunos cafés, como el de Los Hermanos, frente al puerto. Después que alcanza su triunfo, en 1953, los dueños lo invitaron y el Benny desistió de esas falsas atenciones.

Benny Moré es unánimemente considerado, al decir de Helio Orovio,  uno de los más geniales artistas que ha producido nuestra musical popular. Es el Rey, el Bárbaro del Ritmo, el símbolo, la síntesis, la culminación de la música cubana.

Resume cinco siglos de música caribeña, nadie que lo vio quedó indiferente, lo llenaba y contagiaba todo con una música de atmósfera, de ambiente, de éxtasis y frenesí colectivo. Abarcó el más apasionante capítulo del arte musical caribeño. Fundió lo pasajero con lo eterno, lo popular con lo clásico: Todo magnificado. No admite igual, solo puede ser comparado con él mismo. Con la más asombrosa sencillez, lleva al público un proceso sonoro tan complejo y ancestral, digno de estudiarse por las mejores academias musicales.

¿Por qué Benny es el símbolo de la música cubana?

Benny sintetizó y simbolizó la trova tradicional, el guateque campesino, con sus controversias, la tradición folclórica, la serenata, la descarga, la bohemia, el bar, el café, la victrola, el teatro, el club, el cabaret, el espectáculo callejero, el sabor de ambiente criollo, un verdadero espejo musical cubano.

Abarcó todas las facetas: el canto, la composición, los arreglos y la dirección de orquesta –a su manera-. Cantaba muchos de los ritmos cubanos. El sólo decía: “Elige tú, que canto yo”. Para el musicólogo José Loyola Fernández, Benny es una de las voces más ricas y extraordinarias del canto popular. “Poseía una tesitura o extensión de la escala, muy amplia -desde el punto de vista del canto-, pues ascendía a los sonidos más agudos –altos- de tenor. Y abarcaba algunas notas más graves –bajas-, propias de un cantante barítono. Se caracterizaba por tener una intensidad sonora muy amplia en todos los registros o segmentos en que se divide la escala de un cantante (grave, medio y agudo). Esto le permitía cantar melodías con una intensidad muy fuerte, lo mismo en los registros más graves que en los más agudos, es decir, no se debilitaba la fortaleza de la voz transitando melódicamente por las notas bajas. Una intensidad pareja en toda la extensión”.

La manera en que Benny dirigía y armaba las orquestaciones de su Banda Gigante, su querida “tribu”, es algo asombroso. El director de la Aragón, Rafael Lay, quedó estupefacto con la manera en que el Benny buscaba los acordes deseados a puro oído. “porque dictar un giro melódico es fácil, pero una orquestación sin saber música… ¡Eso es algo increíble!”.

Uno de sus músicos, Leonardo Acosta, describe el fenómeno de Benny de esta manera: Los arreglos eran de Eduardo Cabrera, Peruchín Justiz y Generoso Jiménez, aunque sin dudas tenían el sello de las ideas del Benny, que también le adicionaba los coros y, tumbaos y montunos. No recuerdo un solo arreglo que no haya sonado. Exclamaba “¡Ahí mismo mulato!”. La música cubana requiere un oído especial, hay distintas claves, y montones de síncopas y contratiempos. Hacía que la banda acelerara o retardara el ritmo como sólo he visto hacerlo a los tambores batá, y los matices del disminuyendo o el crescendo los hacía a su manera. “que se oiga, pero que no se oiga”. O cuando disparaba aquella famosa expresión “¡A gozaaa…!”.

Ciertamente Benny no era un músico de academia, pero tenía una escuela, la escuela de la calle, el oficio de muchos años, desde niño, tocando en donde sonaran cuatro latas. Eso permite hablar de un proceso formativo que comienza en las actividades del Casino de los Congos en Santa Isabel de las Lajas, hasta llegar al conjunto de Los Matamoros. La experiencia en México con varias orquestas jazz band, especialmente de Pérez Prado, unido a dotes especiales de genio, lo proveyeron de un don, casual en la vida de los artistas.

La trayectoria de Benny y la saga del artista es bien dramática.Tuvo que pasar por todo tipo de oficios hasta que decidió jugársela al todo por el todo en la gran ciudad de La Habana. Su primo y colega musical – que después cantó en la Banda Gigante-, Enrique Benítez me declaró que en 1944 se retira para hacer la zafra en Vertientes. “Benny me dijo: “Yo me quedo, o me salvo o me hundo”. Al poco tiempo, Benítez, con mucha alegría y sorpresa, lo escuchó por la emisora Mil Diez”.

Benny le aseguraba a su madre que “aunque tú creas que no, yo voy a tener una orquesta y voy a ganar dinero bastante para ayudarte y fabricarte una casa. Me voy con esta guitarra que es la que me va a dar todo”. El cantor cumplió todo cuanto se propuso. Tiempo después le contaba al cronista Don Galaor: “Nada superaba la emoción de estar en la gran Habana. Para los guajiros como yo, La Habana era algo mágico y sobrenatural, la meca de la música. Es cierto que la pasaba muy mal.

Había noches que me acostaba con más hambre que sueño, pero estaba donde quería estar. Yo vine a conquistar La Habana y no me daba por vencido. Había que verme. Yo tenía fe en mi voz y mis canciones. Me eché una guitarra bajo el brazo y me lancé a la calle a limpiar zapatos y trovar mis canciones a los turistas. Estaba tumbao y tenía que defenderme. No me avergüenzo, porque no me daba por vencido. Quería cantar en La Habana. Triunfar en mi tierra, no pensaba más que triunfar en Cuba”.

Este es el Benny de cuerpo entero, este es el Bárbaro del Ritmo, nunca sabremos todo lo grande que era el Benny, todo lo que aporta a los cantantes y a la música. Nunca sabremos su magia y su misterio, la proeza de hacer sencillo un fenómeno musical tan grande como la música cubana. Ya eso es una verdadera hazaña. Dicen que el arte no se explica porque puede malograrse.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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