PERIODISMO PATRIMONIAL E HISTÓRICO

A 60 años de la muerte en combate del Jefe del Pelotón Suicida

Por Walfredo Angulo

El 30 de diciembre de 1958 caía en combate en Santa Clara, durante la toma de la estación de la policía batistiana, el Jefe del Pelotón Suicida, el capitán Roberto Rodríguez Fernández.

En el municipio de Morón casi todo el mundo lo conocía, por haber realizado disímiles trabajos: ayudante de una cartomántica, mensajero, dependiente de una bodega, trabajador de una imprenta y repartidor de propaganda.

Pero el oficio que más realizó y le gustaba a Motica, como le llamaban, era el de vendedor ambulante con productos que él inventaba o preparaba las mezclas, entre ellos quita manchas, perfumes y talcos. Su producto líder, como le confesó a su amigo también vendedor, Rolando Fundora, era el Cera Lay, una mezcla que utilizaba como pulimento de muebles que al flotarlo con  la madera dejaba un brillo  increíble, con el inconveniente de que la brillantez duraba solo dos días.

Rolando era hijo de Enma Cervantes, dueña de una bodega. Ella conocía a mi padre (a quien llamaban Uvita) y en compañía de Motica fue a pedirle un dinero para ambos alzarse en la Sierra Maestra y por la duda y cierta desconfianza,  Uvita le dijo a Enma que al otro día le llevaría un saco de almidón que él fabricaba para que se lo pagara cuando pudiera y que ella decidiera que hacer.

Fue la última vez que vi a Motica. Faltaban pocos meses para que Celia Sánchez  le regalara un par de botas mexicanas, y por su sombrero y camisa roja de cuadros lo llamara  El Vaquerito.

Rolando tomó una parte del almidón y Motica fue a la imprenta donde trabajara e imprimió la etiqueta del talco con marca registrada y todo. En sobres blandos introdujeron un algodón perfumado y salieron a vender el producto para pagar el dinero de los pasajes que los llevaría a Camagüey y más tarde a Bayamo, donde la desdicha y la suerte los acompañó.

Como narra el historiador Larry Morales en su libro El Jefe del Pelotón Suicida, en Manzanillo la policía les incautó gran parte de las mercancías y en Bayamo fueron detenidos y torturados por la venta  ilícita y sospechas de ser revolucionarios.

Cuando levantaban el acta para condenarlos tuvieron la suerte de ver a un esbirro que los conocía de Morón, le contaron lo sucedido y este ordenó que los soltaran, pues los llevaría para su casa y los mandaría de regreso, tras calificarlos de unos mentecatos busca vida.

Les llevó casi un mes contactar con la guerrilla después de pasar hambre, sed, peligros y vicisitudes. Fidel primero los rechazó pero después les ordenó peligrosas misiones como mensajeros hasta que  Che le dio su propio fusil.

Luego del triunfo escribió el Guerrillero Heroico sobre el Vaquerito: La realidad y la fantasía para él no tenían fronteras determinadas y los mismos hechos que su mente ágil inventaba los realizaba en el campo del combate. Su arrojo extremo se había convertido en tema de leyenda cuando llegó el final de toda aquella epopeya que él no pudo ver.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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