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La tormenta perfecta contra Cuba en la administración Trump

La política hacia Cuba de la actual administración republicana está secuestrada por un grupo minoritario y radical, que cada vez separa más al presidente Donald Trump de los intereses de la mayoría de los estadounidenses.

Para donde gire la cabeza, ya sea en la Casa Blanca, el Departamento de Estado o el Congreso, el mandatario se topa con figuras vinculadas a los sectores más retrógrados y agresivos contra La Habana.

El ultraconservador John Bolton, un personaje que acusó a Cuba de poseer armas biológicas, es nada más y nada menos que su voz al oído en temas de seguridad nacional.

Muy cerca de él, el abogado cubanoamericano Mauricio Claver-Carone coordina los temas vinculados con América Latina entre las distintas agencias federales y es uno de los principales filtros de lo que llega hasta la Casa Blanca.

Claver-Carone fue director ejecutivo del US-Cuba Democracy Pac, un grupo de cabildeo dedicado a recaudar fondos para mantener la política de agresión contra Cuba.

Ese comité lo integraban personajes con un oscuro pasado como Diego Suárez, Alberto Hernández, Ninoska Lucrecia Pérez Castellón y Marcel Felipe. La mayoría de ellos tuvieron y tienen vínculos con terroristas como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Pedro Remón, José Dionisio Suárez, Gaspar Jiménez Es­co­bedo, entre otros.

En el Congreso la situación no es muy distinta. Con chantajes y presiones, el senador Marco Rubio logró convencer a Trump de intercambiar la política hacia Cuba por apoyo en su guerra contra el FBI y la investigación sobre las irregularidades en la campaña republicana del 2016.

Rubio fue una de las mentes maestras detrás de los anuncios de junio del año pasado en la ciudad de Miami, que fortalecieron la aplicación del bloqueo y establecieron nuevas barreras para los viajes de los estadounidenses.

Según información filtrada por la prensa estadounidense, la idea del senador de origen cubano era ir mucho más lejos, pero encontró resistencia en prácticamente todas las instancias del gobierno federal, que recomendaron al presidente mantener el rumbo del acercamiento con Cuba.

Un año y medio después, en medio de una política exterior calificada de caótica, la mayoría de esos filtros han desaparecido.

Las condiciones están listas para un nuevo asalto de los cubanólogos en el círculo cercano de Trump con el objetivo ocupar aún más terreno en la política hacia Cuba.

Para este jueves está programado un discurso de John Bolton en Miami sobre América Latina, que pocos dudan se centrará en Venezuela, Nicaragua y Cuba.

“Mañana hablaré sobre la política en Latinoamérica del presidente Trump en la Torre de la Libertad en Miami (Florida). No se me ocurre un escenario más adecuado”, escribió Bolton en su cuenta oficial de Twitter.

El lugar escogido, un símbolo de la línea dura de Miami, puede ofrecer una idea del contenido de los anuncios de Bolton.

La Casa Blanca no ha dado detalles sobre la alocución de Bolton, pero un alto funcionario estadounidense adelantó hace dos semanas que el asesor de Trump detallaría la estrategia de EE.UU. ante los países que se oponen a los intereses norteamericanos en la región.

EE.UU. planea “mantener e incrementar por cualquier vía, con herramientas económicas, diplomáticas y políticas” la presión sobre estos, dijo recientemente una fuente anónima del Departamento de Estado.

También se filtró el posible nombramiento del diplomático William Brownfield como el gran “zar” de las políticas de Estados Unidos en cuanto a Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Brownfield es un funcionario de carrera y experiencia en el área de narcóticos, la misma con la que usualmente Washington encubre sus operación secretas de influencia política. Se ha especializado casi exclusivamente en América Latina.

Fue Embajador en Colombia (2007–2010), Venezuela (2004–2007) y Chile (2002–2004), así como asesor político temporal frente al Comando Sur de Estados Unidos en Panamá.

Su posible asunción, con un claro objetivo subversivo, parece más un acto de la época de protectorados y gobernadores que un título diplomático moderno.

Por su parte, Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart enviaron este miércoles una carta al presidente y a la Embajadora de los Estados Unidos antes las Naciones Unidas, Nikki Haley, para pedir que la actual administración aumente las presiones contra Cuba, justo cuando la Asamblea General de la ONU debate una resolución de condena contra el bloqueo.

En un movimiento de último minuto, el Departamento de Estado intentó desviar la atención del debate de este año con la introducción de ocho enmiendas que buscan cambiar el sentido de la resolución presentada por Cuba.

De igual manera, los funcionarios norteamericanos redoblaron las presiones y los chantajes contra las naciones del orbe para que cambiaran su voto.

El año pasado 191 naciones apoyaron a Cuba y solo Israel se sumó a Estados Unidos en su voto negativo. Aunque es prácticamente imposible que Estados Unidos logre cambiar la tendencia, su actitud confrontacional en Naciones Unidas marca una tendencia a viejas prácticas que parecían superadas apenas dos años atras.

Incluso si logra cambiar uno o dos votos, los métodos empleados para lograrlo dejarán a Estados Unidos aún más aislado que cuando, en el año 2016, la administración Obama prefirió abstenerse que votar en contra de la resolución cubana.

Estados Unidos se dirige a una trampa de la que demoró más de medio siglo en salir. El propio presidente Barack Obama reconoció el 17 de diciembre del 2014 que el bloqueo había terminado aislando a Estados Unidos y no a Cuba.

Pero quienes asesoran al actual presidente estadounidense prefieren ignorar la historia y repetir los mismos errores con Cuba.

 

Tomado de Dominio Cuba

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Sergio Alejandro Gómez.
Periodista de Cubadebate

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