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La mentira, un arma de los Estados Unidos

Soldados cubanos defienden una artillería antiaérea en el puerto de La Habana en respuesta a una advertencia de una invasión de los Estados Unidos. Foto: Bettmann/ Getty Images
Tomás Diez Acosta

A pesar de las investigaciones realizadas por cubanos, norteamericanos y rusos —cada uno desde sus ópticas—, los documentos oficiales secretos desclasificados en los últimos veinte años  han desmentido los estereotipos formados. Pero como los resultados de estas investigaciones no han sido suficientemente divulgados, «seguimos  siendo a los ojos de muchos en los Estados Unidos, y en otras partes del mundo, los que desencadenamos ese peligroso conflicto, al atrevernos a colocar cohetes con cargas nucleares a pocas millas de sus costas, para atentar contra su seguridad».

De ahí que escribí estas líneas que titulé: «La mentira, un arma de los Estados Unidos».

El 22 de octubre de 1962, a la siete de la tarde, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, anunció al mundo que los soviéticos, de manera secreta, súbita y clandestina, estaban instalando ba­ses de misiles ofensivos en Cuba, cuyo objetivo afirmó: «no pue­de ser otro que montar una fuerza de ata­que nuclear contra el he­misferio occiden­tal», [lo que] «cons­tituye una evidente ame­naza a la paz y a la se­guridad de todos los ame­rica­nos» (Kennedy, 1968).

Con estas palabras de Kennedy se iniciaba la más grave crisis de la época de la guerra fría, que presa­gió el fin de la humanidad ante el uso de las armas nucleares. Fue un discurso meticulosamente preparado para manipular y confundir tanto a la opinión pública estadounidense como a la del planeta ante las ilegales medidas militares que había ordenado.

¿Qué justificación había para imponer a Cuba un bloqueo naval? ¿Acaso los Estados Unidos había sido agredido? No. ¿Cuba había hecho algo ilegal que violara el derecho internacional? No. ¿Acaso, la instalación de los cohetes soviéticos produjo un cambio significativo en el balance estratégico? No. ¿Por qué Estados Unidos se sentía amenazado por los cohetes instalados en la Isla? ¿Acaso la situación de la URSS con respecto a los cohetes estadounidenses instalados en Turquía y de todas las bases que la rodeaban no era similar o peor? Una respuesta lógica y realista diría que sí.

Entonces, ¿por qué estalló una crisis que estuvo a punto de convertirse en una guerra nuclear de consecuencias impredecibles para toda la humanidad?

El engaño y la mentira con que fue presentado el problema más la campaña mediática que la continuó crearon pánico y terror dentro de la población de los Estados Unidos, además de que justificaron cualquier acción de orden militar que implicara eliminar el peligro de un primer golpe nuclear. Lograron que los sentimientos se impusieran a la razón, lo que impidió, de inmediato, hallar una explicación coherente de las causas del porqué esas armas estaban en suelo cubano.

Los orígenes del conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, el más peligroso de la guerra fría, hay que buscarlos en la derrota sufrida por el gobierno estadounidense en las arenas de Playa Girón. Ese fracaso no significó el abandono del derrotero político de confrontación seguido hasta entonces, y la idea de destruir la Revolución Cubana por cualquier medio se convirtió en la obsesión de muchos políticos y funcionarios de alto nivel de ese gobierno, y en especial del presidente Kennedy y su hermano Robert Kennedy. La guerra sucia contra Cuba continuó y con ese propósito se elaboraron nuevos planes agresivos y se intensificaron las acciones encubiertas y subversivas.

En noviembre de 1961, la Administración estadounidense aprobó un nuevo proyecto anticubano denominado Operación Mangosta, cuya ejecución se extendería a lo largo de todo el año 1962. En este proyecto se incluyeron todas las formas posibles de agresión: bloqueo económico, aislamiento político-diplomático, subver­sión interna, intentos de asesinatos de líderes cubanos –en especial de Fidel Castro–, guerra psico­lógica y, finalmente, invasión militar.

Desde temprano los efectos de su aplicación comenzaron a sentirse: el 31 de enero de 1962, el gobierno revolucionario cubano fue expulsado de la Organización de Estados Latinoamericanos (OEA); el 3 de febrero de ese año, el presidente Kennedy firmó el Decreto Nº 3447 que puso en vigor la 27 Resolución Federal Nº 1085, la cual oficializó el Bloqueo económico, comercial y financiero, denomina­do eufemísticamente «Embargo sobre el Comercio con Cuba», mantenido durante 55 años.

En ese contexto de Mangosta, en 1962 se registraron cuarenta y cinco infiltraciones de carácter relevante en el territorio cubano con el propósito de abastecer de armas y explosivos a las bandas armadas y organizaciones contrarrevolucionarias; realizar sabotajes; buscar información de inteligencia sobre posibles zonas para futuros alzamientos, así como datos de las instalaciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de la presencia militar soviética en la Isla; tratar de unificar el movimiento contrarrevolucionario en el interior del país; introducir medios de comunicación; fomentar nuevas redes de espionaje; y entrenar e instruir agentes en guerra de guerrilla, comunicaciones, inteligencia, sabotaje y guerra psicológica (Valdés-Dapena, 2002:74-5).

Desde el inicio de la Operación Man­gos­ta intensifica­ron las actividades de las bandas armadas contrarrevolucionarias en todo el país. Solo en las montañas de El Escambray, en la región central del país, estas bandas crecie­ron de 42, en el mes de marzo, a 79 en septiembre. De enero a agosto de 1962 los actos de sabotaje alcanzaron la ci­fra de 5 780; de ellos, 716 dañaron grandes objetivos económicos y socia­les (Diez, 2012: 152).

A partir de abril de ese año, acorde con los planes de contingencia para la invasión a la Isla, se efectuaron un conjunto de ejercicios y entrenamientos militares para el adiestramiento de las posibles fuerzas participantes. Entre estos se destacó el ejercicio militar denomi­nado Landphibex 1/62 (Ejercicio Anfibio del Atlántico 1/62), efectuado a finales de abril. La maniobra dispuso de un poderoso dispositivo militar, inte­grado principalmen­te por 4 portaaviones, más 50 buques de com­bate, incluidos submarinos, y la participación de unos 40 000 in­fantes de marina, quienes desem­barcaron en la «isla enemiga» y to­maron una cabeza de playa (Diez, 2012: 133).[1] A media­dos de mayo, parte de esas tropas ejecutaron en Onslow Beach, en el Estado de Carolina del Norte, otro ejercicio similar denominado Demolition (Demoli­ción) (133).

En agosto de 1962, la fuerza aérea participó en el ejercicio Swift Strike II (Golpe Rápido), desarrollado en Caro­lina del Norte y del Sur, con el objetivo de entrenar a las unidades en el apoyo aéreo a las tro­pas. Tomaron parte cuatro divisiones del ejér­cito, seis escuadrones de cazas tácticos y dos escuadrones de reconocimiento aéreo. En septiembre se desarrolló otro gran ejercicio militar deno­mi­nado Jupiter Spring (Primavera de Júpiter), que consistía en desem­barcos aéreos con efectivos de tres divisiones del 18 Cuerpo Aerotranspor­tado, principal unidad élite de los Estados Unidos para ese tipo de operaciones (133).

En ese período nuevas tropas te­rrestres, nava­les y aéreas reforzaron las fuerzas que integraban el Comando del Atlántico.

Todo esto en medio de una descomunal campaña de propaganda internacional contra la Revolución cubana y sus principales líderes. En este contexto se ejecutó la operación de guerra psicológica «Peter Pan», basada en la mentira de que la Revolución eliminaría la patria potestad, que indujo a la salida del país de más de 14  mil niños, sin sus padres. Algunos de sus ejecutores han confesado cómo la hicieron, siguiendo instrucciones de la CIA, pero Washington no lo ha reconocido todavía. Creo que algo similar trataron de hacer en Venezuela.

Fueron tan claras las evidencias de que los Estados Unidos preparaba la agresión militar directa a Cuba, que el ex secretario de Defensa Robert McNamara, en enero de 1989, durante la Conferencia Tripartita de Moscú sobre la Crisis de Octubre, dijo: «Si yo fuera un dirigente cubano hubiera pensado que Estados Unidos estaba preparando la invasión», y agregó, de manera justificativa, « pero no teníamos la intención de invadir a Cuba» (Blight y Welch, 1990: 329-30).

Precisamente a esa apreciación llegó el gobierno cubano y tomó medidas para elevar la capacidad defensiva del país, así como crear un sistema de seguridad nacional que disuadiera a los Estados Unidos de sus intenciones agresivas. A esa conclusión arribó también la dirección soviética —en momentos en que los estadounidenses ponían operativos los misiles Júpiter en Turquía, lo cual le sirvió de argumento a la propuesta soviética de desplegar cohetes de alcance medio e intermedio en Cuba.

Por estas razones se hace imposible analizar las causas de la Crisis de Octubre de 1962, sin tener en cuenta la Operación Mangosta. No obstante, para muchos —en particular en los Estados Unidos— la causa de esa crisis radicaba fundamentalmente en los cohetes soviéticos desplegados en la Isla y no se preguntan las razones del porqué estaban instalados allí, y el derecho de Cuba a poseer el armamento que estimara conveniente para su defensa frente a las amenazas a que estaba sometida.

Quizás un tema para el estudio de la psicología o las mentalidades de los estadistas estadounidenses que condujeron a la crisis, fuera que para ellos estaba perfectamente establecido, y se asumía sin conflicto ético, el criterio de que Mangosta era un derecho, y la no invasión a Cuba, una concesión que se hacía a la URSS.

¿A qué se debe esto? La respuesta está en el irrespeto o el no reconocimiento de los principios de la igualdad jurídica, de autodeterminación y soberanía de los Estados por  las grandes potencias, en especial del gran vecino del norte, que bajo burdas mentiras ha intervenido en muchos países del mundo y de América Latina.

Por otro lado, ante las amenazas de agresión exterior hay que afirmar que el derecho a la defensa, recogido en la Carta de las Naciones Unidas, no es único y exclusivo de los países ricos o poderosos, sino de todos los pueblos del planeta.

Ese derecho es violado constantemente por las grandes potencias que se sienten por encima de los demás Estados, solo léase con detenimiento, después de cincuenta y cinco años, el arrogante discurso pronunciado recientemente por el presidente Donald Trump en las Naciones Unidas.

Si se revisa la inmensa cantidad de documentos desclasificados de la administración estadounidense sobre la Crisis de los misiles, no se encontrará una sola referencia a los derechos del pueblo cubano; no aparece la menor intención por analizar las razones de la parte cubana y jamás se analiza la moralidad de la política que siguieron los Estados Unidos sobre Cuba antes y durante el transcurso de la crisis. Da la impresión de que la Isla es concebida como un pedazo de tierra sobre el cual estaban emplazados unos cuantos cohetes soviéticos.

Ello se manifiesta en algunos de los libros escritos sobre el tema que hablan sobre los «problemas de comunicación» entre las dos grandes potencias, como si Cuba no hubiera sido parte del conflicto. En esos textos se desconoce y no se analiza que la administración estadounidense no hizo un solo intento por comunicarse directamente con el gobierno cubano, aun a riesgo de que un cálculo equivocado desencadenara la guerra ni tampoco permitió que participara en ninguna negociación de la crisis, hasta el punto de que el gobierno cubano tuvo que hacer una declaración por separado ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, porque esta se negó a trabajar en un documento tripartito.

Asimismo, hubo problemas de comunicación entre la dirección soviética y la cubana. ¿Por qué no se le comunicó a la dirección cubana el contenido de los mensajes de los días 26, 27 y 28 de octubre entre Nikita Jruschov y Kennedy (Diez, 2012: 255-60) y no se pidió su opinión antes de llegar a un entendimiento con los Estados Unidos? ¿Por qué la URSS no propició un espacio a los diplomáticos de la Isla para participar de forma directa en las negociaciones? ¿Por qué no respetó el derecho soberano de Cuba al dar garantía de verificación in sito de la salida de las llamadas armas ofensivas?

Daba la impresión, como fue, que Jruschov había decidido que los cubanos no formaran parte de las negociaciones, el líder soviético temía por el ímpetu de Fidel. De nuevo la mentira y la tergiversación de los hechos. La actitud asumida por Cuba —en defensa su soberanía— de no dejarse inspeccionar fue presentada a la prensa internacional como una posición belicista que entorpecía una salida negociada de la crisis.

Ocurrió todo lo contrario, a pesar de ese trato discriminatorio y de no aceptar los términos del acuerdo, el gobierno cubano no puso obstáculo a la salida de los cohetes y para ello les dio facilidades a las autoridades militares soviéticas.

El tratamiento dado a Cuba durante la crisis no fue un caso aislado, ha sido una práctica habitual de los poderosos a lo largo de la historia, es reflejo de una ideología de colonizador que no está superada y que tiene sus bases globales en un orden social y económico injusto, expresada con tonos descarnados a nivel político, especialmente en los conflictos, y su raíz en las políticas dirigidas a mantener la dominación y el poder hegemónico de las grandes potencias sobre el resto del planeta.

Por suerte para la humanidad, la crisis no devino en una guerra nuclear, sino que las dos superpotencias llegaron a hacer arreglos entre ellas. Pero estos arreglos, al no tener en cuenta los «cinco puntos»[2] propuestos por Fidel, no brindaron una solución que propiciara una paz verdadera en el Caribe, pues las agresiones de los Estados Unidos contra Cuba continúan hasta el presente y aún se mantienen latentes las posibilidades reales de una agresión militar directa.

Hace un cuarto de siglo que la guerra fría finalizó. ¿Hoy el planeta es más seguro que veinticinco años atrás? No. Las crisis y los conflictos armados en el mundo tienden a aumentar, con sus graves consecuencias humanas y ecológicas. No ha cesado la política de las grandes potencias, especialmente de los Estados Unidos, tendentes a imponer por la fuerza a los países del llamado tercer mundo sus esquemas políticos y económicos, lo que ha creado como nunca antes grandes desigualdades. La estrategia estadounidense de la guerra global contra el terrorismo no es más que la máscara, como históricamente ha hecho esa superpoten­cia, para cubrir sus objetivos geopolíticos de dominación mundial y poner bajo su control los cada vez menos recursos energéticos e hidráulicos del planeta.

Hoy en día se presentan nuevas variables: el predominio militar de una superpotencia que tiene en la producción de armamentos una de sus principales fuentes de riquezas. Baste decir que el Congreso de los Estados Unidos acaba de aprobar el presupuesto de defensa más grande en la historia de esa nación. ¿Qué justifica este monumental empeño? ¿Acaso los Estados Unidos está en guerra?

Hoy son frecuentes las guerras de intervención y crece el peligro de un conflicto nuclear que puede poner en riesgo la sobrevivencia humana. El uso de la mentira y la manipulación mediática continúa siendo una práctica de los gobernantes estadounidenses que recurren a ellas constantemente para justificar sus fechorías.

Esa práctica en la política tiene su antecedente desde el surgimiento de ese país. A modo de recordación. Con la manipulación y el engaño, en la primera mitad del siglo XIX, le arrebataron a México la mitad de su territorio, desde Texas hasta California. En el caso de Cuba, en 1898 explotó el acorazado Maine en la bahía de La Habana; hoy se sabe que fue por un defecto técnico, pero culparon a los españoles para entrar en una guerra, cuando prácticamente estaba ganada por los cubanos y la situación de crisis política y económica de España era tal que estaba en juego la Corona.

Por cierto la Declaración Conjunta del Congreso para entrar en esa contienda decía reconocer que «el pueblo de la Isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente». Después de tres años de ocupación militar abandonaron la Isla con la imposición de la Enmienda Platt y obligaron a la naciente República a otorgar de forma indefinida territorios para una Base Naval que actualmente ocupan en Guantánamo. No olvidar que se quedaron con Puerto Rico y Filipinas.

Sería muy largo hablar de los pretextos empleados por el naciente imperio estadounidense para sus intervenciones a lo largo de la primera mitad del siglo XX, en México, Centro América y el Caribe. En la otra mitad de ese siglo lograron involucrar a los países de la OEA y TIAR en la intervención en 1965 a la República Dominica, y en 1989, en Panamá, con el pretexto de combatir el narcotráfico.

En agosto de 1964, quién no recuerda «el incidente del Golfo de Tonkín» para justificar su escalada militar en la guerra de Vietnam que fue el conflicto bélico más sangriento de la segunda mitad de esa centuria.  Por otro lado, aún se recuerda con estupor el cuento de la enfermera de la sala de neonatología de un hospital en Kuwait para realizar la primera intervención militar en Irak.

En las dos primeras décadas del actual siglo los ejemplos de manipulación sobran. En algunas obras de destacados investigadores norteamericanos, como Noam Chomsky y otros, han llegado a plantear que los servicios de inteligencia de la administración  George W. Bush conocían del plan contra las torres gemelas del World Trade Center, pero permitieron su ejecución para desencadenar la guerra en Medio Oriente, empezando por la ocupación de Afganistán. La mentira de las armas químicas de destrucción masiva en Irak, para ocupar y destruir ese país. O durante el mandato de Barack Obama, como parte de su smart power, la intervención y destrucción de Libia y la guerra en Siria.

La administración Trump trata de modificar el acuerdo nuclear con Irán, logrado después de un largo proceso negociador que culminó en 2015. Es alarmante, la guerra de amenazas entre el mandatario estadounidense y el líder de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong Un. Pero más preocupante lo es el despliegue de tropas y armamento estadounidense en la península coreana y la reacción norcoreana. Un pequeño error de cálculo o de cualquier tipo puede llevar al estallido de un artefacto atómico.

Las grandes potencias, como los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, acuden cada vez más a la mentira para desestabilizar gobiernos progresistas legítimamente constituidos, violando los principios de convivencia entre los Estados, establecidos en la Ley Internacional. Mientras, los organismos internacionales, regulados por mecanismos antidemo­crá­ti­cos y obsoletos, en ocasiones han devenido instrumentos intervencionistas.

Los procesos que acontecen en América Latina son evidente expresión de estos planes colonizadores. Las campañas contra la corrupción, por derechos humanos y democráticos, la farsa de Odebrecht y otras escusas son empleados para desacreditar a gobernantes latinoamericanos contrarios o molestos para el imperio.

Muestra de ello es lo que sucede, en la República Bolivariana de Venezuela, donde intereses políticos, económicos y pro imperialistas internos —en concordancia con los planes intervencionistas de los Estados Unidos— tratan de paralizar el proceso revolucionario y popular iniciado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro. El gobierno estadounidense sobre la base de mentiras lanza constantes amenazas y aplica injustas sanciones a Venezuela.

A nosotros —los cubanos— esto no nos sorprende. Hemos vivido cerca de seis décadas enfrentando las mentiras, manipulaciones y, más que eso, las agresiones de todo tipo de las doce administraciones que han acontecido. Hoy nuevamente acuden a nuevas, burdas y mentirosas patrañas para hacer retroceder los avances alcanzados en la normalización de las relaciones con la anterior administración de Obama. El cuento ahora son los supuestos «ataques acústicos». No hay prueba de nada, no aparecen los equipos que los ocasionan, ni los nombres de los enfermos, ni el daño específico que han sufrido, ni el crédito de los médicos que los han atendido.

Según algunos medios de prensa, entre ellos El Nuevo Herald, los expertos que examinaron a los diplomáticos estadounidenses pertene­cen a la Universidad de Miami. ¡Qué casualidad! En esa universidad fun­ciona el denominado Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos, fundación dedicada a fabricar profesionalmente mentiras, noticias falsas o matrices de opinión contra Cuba.

Hoy corren tiempos difíciles de contradicciones e inseguri­dades. Los efectos del cambio climático son cada vez más devastadores originados por los abusos al planeta provocado por el llamado progreso capitalista, Pero estas realidades no deben suscitar una actitud pesimista ante el futuro. La historia demuestra que las causas nobles y justas han triunfado, no importa cuán poderosas son las fuerzas que se opongan. El ejemplo del pueblo cubano durante los días de la Crisis de los Misiles así lo demuestra, pues enfrentó el peligro del extermino nuclear, no se dejó amedrentar y defendió con firmeza y valor sus principios de igualdad jurídica, autodeterminación y soberanía.

Referencias

Blight, J.G. y Welch, D. A. (1990) On the Brink. Americans and Soviets reexamine the Cuban Missile Crisis. 2da. Edición. Nueva York: The Noonday Press, 329-30.

Diez Acosta, T. (2012) Peligros y Principios. La Habana: Casa Editorial Verde Olivo.

Kennedy, R. F. (1968) «Texto del Discurso del presidente Kennedy el 22 de octubre de 1962». En: Trece Días (La Crisis en Cuba). Barcelona/Buenos Aires/México DF/ Bogotá: Editores Plaza y Janes S.A., 129-36.

Valdés—Dapena, J. (2002) Operación Mangosta. Preludio de la invasión directa a Cuba. La Habana: Editorial Capitán San Luis, 74-5.


[1] La región escogida para el desembarco fue Islas de Vieques, al este de Puerto Rico.

[2] No está de más recordarlos: 1) Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo con­tra Cuba. 2) Cese de todas las actividades subversivas, lanza­mientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organiza­ción de invasiones mercena­rias, filtra­ción de espías y saboteado­res, accio­nes todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices. 3) Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en Estados Unidos y en Puerto Rico. 4) Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamerica­nos. Y 5) Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolu­ción del territorio cubano ocupado por los Estados Unidos.

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(Tomado de Temas)
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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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