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La partida de un “disidente”

Era una tarde calurosa de octubre cuando entré por vez primera por los pasillos y a la redacción central de Juventud Rebelde. Guajiro de las sabanas camagüeyanas, que se había ido en medio de los años más agudos del período especial a Guantánamo, tenía una visión idealizada de lo que debía ser una edificación como esta. La imaginaba moderna, hermosa, deslumbrante, sofisticada…

El primer impacto visual fue demoledor. Lo que es ahora lo que llamamos «la pecera» —el núcleo de generación de contenidos del diario—, aparentaba ser una especie de Alepo tropical sobre la que se hubieran ensañado todos los imperios de este mundo. No había aire acondicionado, algunos se veían obligados a andar sin camisa, cada buró semejaba un edificio sobre el que hubiera caído uno de esos criminales cohetes teledirigidos. Todo el sufrimiento y la decadencia padecidas en aquellos años por los cubanos para salvar su sueño de un país libre, con justicia, bienestar y libertad parecían resumirse entre estas paredes en un trágico performance.

El primer flashazo que sentí de este periódico fue el descubrimiento de que aquel estado material lamentable no había destruido, sin embargo, lo más valioso, aquello que según El principito es invisible para los ojos, el alma de quienes laboraban intensas horas, que no pocas veces se extendían al amanecer.

Desde ese momento comencé a entender esa idea maravillosa, a la que nunca podríamos renunciar —porque dejaríamos de ser—, de que Juventud Rebelde tiene alma. Un alma que se conforma a la vez con la de todos.

En medio de todo lo descrito había aquí como un estado especial, no de excepción, sino de gracia, en el que todo verticalismo, poses ejecutivas, puertas o barreras se diluían en una relación afectiva y familiar muy sensitiva y estimulante, una alegría y un tipo de relación muy contagiante, no pocas veces rociada con rones, desde los de mayor alcurnia hasta los de dudosa naturaleza. El viejo espíritu bohemio del periodismo en hermosa connivencia con un ambiente de creatividad e innovación profesional, de orgullo por el medio.

En el lenguaje académico, que es cada vez más importante para la comunicación en Cuba, hay elementos de los anteriores a los que ahora se les llama cultura e ideologías profesionales, pero en este contexto preferiría seguir nombrándolas como parte del alma de esta institución, a la que llegué en la era en la que los corresponsales teníamos la gran aspiración de tener teletipos en las casas, y de la que parto, cuando la gran meta es descubrir y conquistar esa nueva y desafiante geografía universal de la comunicación humana que constituye el ciberespacio, porque si no lo logramos habrán sido inútiles todos los sacrificios y los empeños anteriores.

En un festival de la prensa promovido por la UPEC intenté hacer una descripción de algunos signos que creo logré captar de esa alma de JR, y que se convierten en importantes fortalezas para salir adelante de la crisis estructural que ha padecido nuestro sistema de prensa y avanzar en su transformación.

Lo que describiré es una herencia inestimable para levantarse al futuro, salvando siempre la armonía entre los que llegaron en los últimos años y lo hacen ahora, con los horcones de las épocas más duras, que fueron quienes alimentaron todo este sedimento:

—En Juventud Rebelde se acentuó el concepto de que en el periodismo son más importantes los líderes creativos que los jefes ordinarios. La redacción como célula creativa. Desarrollo de un ambiente de innovación y creatividad y de trabajo en equipo.

—Conciencia de que el periodismo y los periodistas no son simples instrumentos, o piezas de una maquinaria de propaganda. El periodismo y el periodista es un intelectual, y por tanto integramos un sistema complejo de producción y reproducción simbólica.

—Desarrollo del concepto de que el periodista no atiende sectores sino temas, de que junto a la agenda institucional debe prevalecer la agenda del medio, que no puede ser otra que la agenda pública. No somos voceros de las instituciones. El evento no es noticia, se va a él a encontrarla.

—Defensa de la función del periodismo como contrapeso y equilibrio de la sociedad, como parte de los mecanismos de control y soberanía populares, con el desarrollo de proyectos que sitúan al público como centro y constructor de nuestra agenda mediática.

—Impulso del periodismo de Tesis o de investigación, con estímulo al trabajo en equipo.

—Formas de planificación estratégica, incluyendo editorial, con debate entre los equipos y el Consejo de Dirección. El interés público como centro de esa proyección.

—Tradición del periodismo de opinión y el columnismo. La opinión como forma de promoción del debate, de participación en la cosa pública y la construcción de consensos. La dignificación del ejercicio de la crítica.

—Defensa de la función de entretenimiento del medio y del periodismo como espectáculo. Lo curioso y lo sorprendente como parte de la planificación editorial.

—Tradición de un estilo narrativo que rompe con el periodismo propagandístico. Desarrollo de formas del estilo literario.

—La existencia de un equipo de investigación para explorar cotidianamente el impacto en los diversos públicos y el lugar de las diversas plataformas en el entorno mediático —enriquecido ahora con el Observatorio del medio— como herramienta de dirección.

—Asimilación de las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para potenciar las distintas plataformas editoriales. Creación y reconocimiento de proyectos multimediales. Crecimiento y riqueza continua de la plataforma web y expansión en las redes sociales. El Grupo de desarrollo de la informática.

—Comprensión de que lo artístico no se decide solo en las formas narrativas, sino en la fotografía, la infografía, y otras herramientas del diseño.

—Existencia de liderazgos profesionales sólidos, que sirven de paradigma para la transmisión de la tradición del diario a los más jóvenes.

—La publicación como una escuela de buen periodismo. Más importante que sancionar es enseñar, hacer crecer profesionalmente.

—Existencia de una plataforma humorística que promueve y defiende el humor de vanguardia.

—Un proyecto como el semanario Opciones, adelantado en la búsqueda de las nuevas formas de gestión económica de los medios y referencial en lo que debe ser unos de los empeños fundamentales en lo adelante.

Hay un editorial de Juventud Rebelde, publicado a su regreso a la salida diaria, el 13 de marzo de 1999, en un día que recuerda la audacia, rebeldía y temeridad de la juventud cubana, que todos debíamos siempre repasar, porque dejó sentados los fines esenciales de la publicación y su orientación política, ideológica, profesional y ética. En él se señala: Este diario fue y será disidente. Tenemos la obligación moral y patriótica de disentir de quienes se avergüenzan de su pasado, de quienes se venden por 30 monedas verdes, de quienes adoptan la incómoda posición de andar genuflexos para que el aire les bendiga desde el norte; disentimos de quienes no creen en los sueños, de los acomodados y los corruptos.

En aquel editorial se postuló también que retornábamos al diarismo no como periódico independiente, sino como una gran dependencia de nuestra historia, de nuestro pueblo, de nuestras tradiciones más genuinas y valederas, de nuestra Revolución. «Regresamos en rebeldía contra los vagos físicos y mentales, los indolentes y chapuceros, los pesimistas, los derrotados.

Sigamos alimentando con energía esa vocación y el alma de esta editora, que busca defender una alternativa mediática antihegemónica, anticapitalista y antiimperialista, sustentada en la lucha por un nuevo orden mundial de la información y las comunicaciones, incluyendo las comunicaciones institucionales y humanas.

No dudo de que Juventud Rebelde estará en la avanzada de lo que pidió el X Congreso de la UPEC. Contamos con ustedes para fundar ese nuevo modelo y paradigma de periodismo socialista, revolucionario de izquierda, con la democratización de la información y de la opinión como objetivos. Contamos con ustedes en la consolidación de un modelo de periodismo basado en la autorregulación, un modelo de prensa social, que cumpla cabalmente con las funciones de contrapeso y equilibrio que le corresponden junto al resto de las instituciones democráticas del país.

Con esa tranquilidad parto para no irme nunca de entre ustedes, que son mis colegas, mis amigos y mis hermanos de estos y de todos los años, para seguir en la UPEC, que es la organización que nos une a todos, peleando modestamente por estos empeños. Como a los padres, les digo: Gracias por contribuir a darme el humilde tamaño profesional que tengo.

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Ricardo Ronquillo
Periodista cubano. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.

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