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Jóvenes periodistas de Guantánamo recorren sitios históricos

La foto grupal antes de iniciar el regreso a la ciudad de Guantánamo

Loma adentro, en el municipio de El Salvador, una comunidad de medio millar de habitantes se trenza con el paisaje, como si la naturaleza se empeñara, de veras, en ocultarla.

Pero la patria brota por esos lares como flores de café, que por estos días cubren de blanco las viejas plantaciones francesas, declaradas Patrimonio de la Humanidad, desde el 2000.

Por doquier, pequeños cipos indican hechos y lugares significativos en las distintas etapas del proceso revolucionario. Los mismos escenarios de combate de Máximo Gómez y Antonio Maceo durante la invasión y campaña de Guantánamo, acogieron, años después, posiciones estratégicas del Ejército Rebelde.

El camino es difícil, pero sirve de aliciente para la curiosidad de un puñado de jóvenes periodistas dispuestos a recorrer históricas sendas, una suerte de Cruzada que surca parajes en busca de personajes y leyendas…

Visita obligada

Llegamos hasta El Aguacate arrimados a la cama de un camión Sinotruck, que abordamos en la cabecera municipal.

Visitamos la Comandancia, primera del Segundo Frente Oriental Frank País, que por estos días es sitio obligado, al cumplirse 60 años de su fundación por la Columna 6 del Ejército Rebelde, al mando del entonces comandante Raúl Castro.

Al borde del camino, remozadas tarjas indican “la ruta de Raúl”, que enlaza lugares y acciones desarrolladas por los barbudos.

El ajetreo, inusual por esos días, se debe al proceso de reparación del sitio histórico y el centro de pioneros exploradores allí enclavado, que se engalana en ocasión del aniversario y recibe reanimación de techos y carpintería.

A la vieja usanza

Parte del equipo que salió a recorrer la comunidad de La Escondida en busca de historias para contar.

Son las nueve de la mañana y el sol se muestra apenas tímido. A juzgar por la brisa, la noche será fría.

Nos recibe Roberto Ramírez Pantoja, presidente de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Andrés Chongo; lugar de acampada tras el sobresaltado viaje en que, por momentos, el gigante amarillo de triple tracción parecía exceder los bordes de la vía. Por suerte, todo era cuestión de perspectiva.

Divididos en pequeños grupos, unos se encargan de preparar el campamento y tres voluntarios se alistan rumbo a la cocina de Yanelis González Martínez, quien asombra por su excelente hospitalidad, a la par que asesora en cómo escoger la leña, atizar el fuego y cocinar en calderos, muy común por estos lares, pero que para otros puede ser “científico”.

El olor de los cafetales cercanos trae el recuerdo de los años de estudiantes, cuando contribuimos a la zafra cafetalera; coincidentemente cerca de ahí, en el alto de Juan Pon, que habíamos dejado kilómetros antes.

Mientras, en la comunidad, Dairon Martínez Tejeda indaga en la reciente instalación de paneles fotovoltaicos; Adriel Bosch se concentra en los servicios hospitalarios, y Nailis recopila voces y sonidos para la radio, mientras Yaiset Delgado, Daniel Ross y Lorenzo Crespo registran en imágenes lo acontecido.

Al atardecer nos concentramos en casa de Roberto, que es la misma de Yanelis, y poco a poco invadimos cada espacio; damos de comer a los animales y hacemos guarapo en el trapiche, a la usanza de los viejos tiempos, para extraerle bien el jugo a la caña.

En la llanura colindante, Edelman Henríquez Pons se inaugura como jinete sobre el lomo de Muñeca, una joven yegua de trote suave que paseó a toda la tropa -unos más expertos que otros- en la exigua pista de 50 metros de largo por 20 de ancho.

Lista la comida e iniciado el ajiaco -que no podía faltar- el agua para bañarse empieza a calentarse en los rústicos fogones, pues la temperatura sigue en descenso. ¡Claro que siempre hay valientes (los menos, esta vez) que se aventuran a un baño en el río o una ducha de agua casi congelada!

¡Se formó el guateque!

El conjunto local “Son de tradiciones” despertó la admiración de los presentes en el guateque por su amplio repertorio que recorre variados ritmos de la música cubana.

Las bajas temperaturas nunca fueron impedimento para una buena actividad, y menos si hay un grupo musical como “Son de tradición”, cuyo repertorio puede animar la fiesta desde las nueve de la noche hasta la madrugada, sin necesidad de repetición alguna.

La comunidad se suma, y el jolgorio de bailes, risas y alegría rompe la habitual tranquilidad, a donde llegan pocos foráneos, y la caída de la noche anuncia, por lo general, calma absoluta.

5El conjunto local “Son de tradiciones” despertó la admiración de los presentes en el guateque por su amplio repertorio que recorre variados ritmos de la música cubana.

Edelman Henríquez, además de periodista, devino miembro de honor del conjunto; al tocar las claves, maracas y el guayo; acompañado a ratos por Lorenzo Crespo, fotorreportero, bailarín y vocalista.

Pasan las horas, la caldosa caliente sabe a gloria en medio del frío, y poco a poco el cansancio se apodera de la tropa, acurrucada en colchones desplegados por todas partes de la cooperativa, cuyas paredes de madera dejan pasar ráfagas de aire estremecedoras. Dicen los lugareños que no hizo tanto frío, y a nosotros nos parecía el polo.

La Indiana

Amaneció, café caliente y desayuno para “entonar” el estómago antes de emprender el viaje de regreso, que aprovechamos para visitar el cafetal La Indiana.

Allí, en el sitio que rememora el primer combate victorioso de la invasión a Guantánamo, y donde inició la tea incendiaria bajo el mando del general Máximo Gómez, el 4 de agosto de 1871, hayamos apenas un desaliñado obelisco, mientras del antiguo secadero de café, el viejo horno y la construcción, declaradas Monumento Nacional, solo quedan ruinas.

El estado de la instalación suscita indignación. En el año del 150 aniversario del inicio de las luchas de independencia, restaurar los sitios históricos es una de las prioridades de los gobiernos locales, de conjunto con las oficinas de Monumento. ¿Habrá que esperar la efeméride para que la Indiana reciba la restauración merecida?

Pedro Blanco Vega, combatiente internacionalista y miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana en la zona, afirma que ha solicitado reiteradas veces, al menos, un poco de cemento para sellar el piso y pintura para el monumento y sus barandas. Nada ha sucedido.

El regreso

Han pasado más de 24 horas desde que dejamos atrás el aparataje de la urbanidad, las comodidades domésticas, la comunicación, y en su lugar, hemos saludado a gente que va de paso por el camino, visto otras formas de vida y compartido con una comunidad donde se aprovecha la inteligencia colectiva para generar soluciones locales a los problemas y se vive, con austeridad, del fruto de la tierra sembrada de café, malanga y otros cultivos.

Nos vamos, y en la subida se perciben mejor los árboles de búcaros rojos que caracterizan el paisaje de la zona. Dicen que a ellos debe su nombre todo Monte Rus, nombre impuesto por los emigrantes franceses como Monte Rouge, que significaba Monte Rojo.

Y cierto es que en el paisaje predomina ese color, que combinado con las blancas flores del aromático grano, el cielo, el sol, las lomas, nos hace pensar en Cuba y el pedacito que de ella guarda, celosa, La Escondida.

Roxana Romero Rodríguez /Fotos: Lorenzo Crespo Silveira /Tomado de Venceremos

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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