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A propósito del policiaco cubano: UNO debería multiplicarse

Este domingo, por si entraba alguna llamada telefónica ―que entró— me puse a grabar Perdiendo la Inocencia, parte dos de la serie Unidad Nacional Operativa, UNO, que me dejó enganchada la semana anterior.

¡Por fin la policía es humana! Y digo esto porque acusaron de violador a dos hombres que no lo eran, todo hacía sospechar primero de uno y después del otro. Al final el violador era un adolescente que abusó de un niño un poco menor que él. Si no me equivoco es la primera vez que la televisión refleja un hecho de esa naturaleza: un chico que abusa de otro y la reacción del afectado, fue, por supuesto, vengarse, según las leyes del barrio.

Ese tipo de realidades no pulula en las cuadras cubanas, pero si usted pasa una noche en el cuerpo de guardia de un hospital verá cosas tremendas y denunciarlas desde un buen programa de ficción, no sólo es un derecho de la televisión, es un deber.

El intento del suicidio del niño no es nada raro. En una tesis de grado de alguien a la que tuve acceso para revisarle la redacción, supe que en un municipio cubano (lugar donde se investigó), el abuso sexual o el homosexualismo (porque no recibían aceptación) eran la causa más elevada de intentos de quitarse la vida o matarse en adolescentes y/o niños.

Quizás esa es la razón por la que disfruté tanto esta entrega de UNO que, a propósito fue el estreno de Roly Peña como guionista de dramatizados. Él, ya se sabe, es el director de la serie.

Roly escribió para Carlos Luis González, el mayor Alex, escenas que exigieron del atractivo y carismático actor, todo el rigor, tanto para tratar a los sospechosos inocentes, como para tratar al niño que quería cobrar venganza del supuesto amigo. Carlos Luis estuvo muy bien en este capítulo.

Tamara Morales ha conseguido insertarse en el papel de jefa, exigente y a la vez humana, Yuni Bolaños (Vania) es la imagen femenina en lo operativo; Keny Cobo (Maité) es la otra muchacha metida en desenredar líos y Alain Aranda (Mandy), está bien con su oficial un tin agresivo, capaz de lidiar con el ambiente.

Miguel Sosa es el codirector, Rafael García es el editor; la creación de la música original fue de Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán, con el diseño sonoro de Alejandro Padrón, la fotografía impecable de Oscar Feria y la producción general de Tony Angulo, entre otros vitales técnicos y artistas para formar un equipo que se someta a un proceso de gestación en busca de un hermoso ejemplar audiovisual, aunque de delitos se trate.

UNO fotografía las partes sucias de nuestra sociedad, un acto necesario y educativo. Lo hace de manera convincente audiovisualmente. Estoy convencida que después de ver Perdiendo la Inocencia, más de un padre y una madre pensaron en ese niño, casi adolescente que cuidan, y a veces se pierde de la casa sin que se conozca su paradero. Y que tal vez, otro muchacho un poco más grande lo obligue a degradarse, por no decir de adultos pervertidos que existen, y que por lo general son “seres normales”.

Como dato adicional en ese capítulo van a prisión un vendedor de carne de res y sus receptadores, nunca como en estos casos es tan válido el refrán de que “tan culpable es el que mata la vaca como quien le aguanta la pata”.

Ya tengo nostalgia porque esta temporada de UNO se está acabando. ¡Qué lástima! ¿Habrá otras entregas, seguiremos disfrutando de policías de carne y hueso? Crucemos los dedos porque sea así.

(Tomado del Portal de la Televisión Cubana)

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Paquita Armas Fonseca
Periodista y escritora cubana. Licenciada en periodismo por la Universidad de Oriente de 1977. Especializada en periodismo cultural, fundamentalmente en el cine, la radio y la televisión. Integrante del ejecutivo de la asociación de cine radio y televisión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), desde 1994. Fue jefa de redacción de la revista Somos Jóvenes y del Caimán Barbudo, esta última la dirigió desde 1984 hasta 1988. (Holguín, 1950).

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