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Un tipo que hace muñequitos

El ilustrador y caricaturista Jorge Oliver Medina afirma no entender a los adultos y no trabajar para ellos porque le quitan tiempo que puede dedicar a los niños. Exvicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión, dos veces Premio nacional de literatura infantil La Rosa Blanca, creador de varios personajes para los más pequeños, como los habitantes de la Isla del Coco y Chamaquili, y director del programa cinematográfico Cuadro a cuadro, resulta un hombre inteligente, con un humor criollo y sin pelos en la lengua.

De manera desenfada contesta interrogantes acerca del presente y el futuro del cómic y el dibujo animado en nuestro país.

—¿Las publicaciones cubanas entre cuyas páginas se incluyen historietas son suficientes para satisfacer la demanda del público?

—No. La historieta está perdida. Antes, y hablo de no más de diez años atrás, todos los periódicos provinciales y las revistas las publicaban. También varias editoriales. Hoy son contadas: la Pablo de la Torriente y la Casa Editora Abril, pero cuando les alcanza el papel.

¿A qué se debe esta disminución en la publicación de historietas?

—A la no toma de decisiones. No hay censura que impida publicar; falta voluntad de hacerlo.

Es Premio nacional de literatura infantil 2006 y 2007, tiene numerosos libros, ¿dentro de las manifestaciones artísticas, y específicamente literarias, la historieta es respetada y apreciada al nivel de otros géneros?

—No, hija, no. Leer muñequitos cuando yo era niño era leer cosas sin importancia. Hoy, si un niño logra leerlos siempre tendrá al lado a algún adulto diciéndole: «En lugar de estar leyendo dibujitos acaba de hacer la tarea».

Ese es el comportamiento a nivel social, familiar; en el plano institucional, ¿se le presta la misma atención a la producción de historietas para la Feria del Libro que a la de volúmenes de cuentos, por ejemplo?

—Ha tenido sus altas y sus bajas. Ahora, soy optimista. La dirección actual del Ministerio de Cultura tiene mucho interés en ponerle el pie, como decimos los cubanos, a producir historietas. El mecanismo resulta largo. El papel no está perdido porque nadie lo encuentra sino porque no hay recursos, vivimos un gran cambio tecnológico en las imprentas y la avidez de lectura del pueblo es enorme. Contra ella estamos compitiendo, pero nos encontramos en un buen momento para arrancar.

¿Es entonces prometedor el futuro de la historieta en Cuba?

—Segurísimo. No porque haya papel, no porque las editoriales publiquen. El gran futuro de la historieta está en la pila de locos dibujando en la calle.

¿En su opinión, los jóvenes historietistas cubanos crean sus personajes como los de la generación anterior, reflejando nuestra idiosincrasia, o están influidos por patrones foráneos?

—La nueva generación de historietistas es un vitral. Hay de todo. Desde quienes siguen aspirando a dibujar mangas hasta quienes solo trabajan con historias sacadas de la tradición yoruba. Mientras logremos seguir siendo un gran arcoíris, estaremos cumpliendo con Cuba. Nuestro país es un crisol en el cual caben los mangas y Changó.

¿Dónde hallan su espacio estos jóvenes historietistas si pocas editoriales publican sus trabajos?

—Eso quisiera saber. No tengo idea de cómo se las arreglan. Hay un elemento a potenciar muy rápido y está en nuestras manos: internet. Debemos sacarle provecho y no hacemos suficiente. Reconozco ser uno de los culpables de la ausencia de una colección de historietas en la red de redes. Cuadro a cuadro debería tener una versión online.

¿Por qué no tiene Cuadro a cuadro esta versión?

—Falta infraestructura, aunque si empujo, la logro. Hicimos un intento: estuvimos un año solo con un correo electrónico y casi me vuelvo loco por la cantidad de mensajes que recibíamos. Hasta que no tenga un equipo que me ayude, no podré tener una versión en la web.

¿Considera positivo el contacto continuo con los espectadores?

—Más que positivo, es necesario. A mí me paran en la calle y me preguntan desde si soy Juan Oliver, porque se equivocan de nombre, hasta por qué son solo 15 minutos de comentarios. El contacto más valioso no es ese, es con quienes me dicen: «El programa de las Tortugas Ninjas no lo vuelvas a hacer, fue una basura».

¿Es Cuadro a cuadro su primer proyecto en la televisión?

—He estado enredado en un montón de proyectos como asesor, guionista, promotor, y he participado en algunos para adultos, pero cargar un programa completo y atreverme a hablar con los televidentes, es primera vez. No lo habría logrado si detrás de la pantalla no hubiera todo un piquete. Cuadro a cuadro se hace por sus colaboradores. Es una conspiración entre personas dispuestas a hacer el programa que quieren ver.

¿Piensa mantener esta propuesta como parte de las parrillas especiales de verano y fin de año, o aspira a que se convierta en espacio habitual de la televisión?

—Eso es pecado. La televisión se hace por temporadas. Cuando tengamos más posibilidades tecnológicas y de desarrollo, podremos producir más temporadas. El público necesita ese break, el equipo de realización también, y da la posibilidad de trabajar mucho más allá de la pantalla chica. Cuadro a cuadro jamás será anual.

En el programa proyecta filmes relacionados con cómics y tienen, por lo general, animaciones de gran calidad, pero ¿cómo está la salud de los dibujos animados en Cuba?

—No estamos en terapia intensiva, ni siquiera en intermedia, nos encontramos bajo tratamiento. Esfuerzo hay. Más del 60 por ciento de los creadores son menores de 35 años. Eso es una promesa. Para nuestro nivel, para nuestras necesidades, para nuestras limitantes, vamos muy bien. Otra ventaja nos sitúa por encima del cómic: los Estudios de Animación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos han resistido contra viento y marea.

¿Dónde se forman nuestros ilustradores y animadores?

—En ningún lado. Las instituciones académicas relacionadas con la gráfica, los audiovisuales y las artes en general son uno de nuestros grandes baches, en ellas la animación no existe. Nuestros animadores son muchachos que de chiquitos dibujaban.

Desde su experiencia, ¿los personajes cubanos compiten con los extranjeros en cuanto a la preferencia del público infantil?

—No existen los personajes cubanos. Existen personajes en general, hechos en Cuba y hechos fuera de Cuba. Elpidio Valdés sigue siendo Elpidio Valdés, pero el ratón Mickey es el ratón Mickey. Los nuestros necesitan hacer el famoso transmedia. Para brincar de un medio a otro necesitas que los niños crean en ti. Se acaba de firmar contrato con un proveedor extranjero, abastecedor de las cadenas de tiendas encargadas de vender ropa y juguetes para niños y se comenzará una producción bien grande de artículos con los personajes de los animados cubanos. Debe ser una realidad pronto.

¿Usted se considera un historietista, un crítico de cine, un director de televisión o un presentador?

—Yo soy un tipo que hace muñequitos.

Tomado de Juventud Rebelde

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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