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Dos premios, dos amigos

Giselle y Ojito, dos "troncos de periodistas" con raíces desde Sancti Spíritus.
Giselle y Ojito, dos “troncos de periodistas” con raíces y ramas desde Sancti Spíritus.

Hablaré de dos amigos. Eso me permite ciertas licencias. Lo diré desde ahora. No evitaré el panegírico con las distancias que impone el periodismo. La noticia es noticia, aunque sea en tu misma casa.

Lo justifican los dos premios nacionales de dos colegas que están en los extremos etáreos de Escambray, mas borran, sin saberlo, las fronteras generacionales. De Enrique Ojito Linares y Gisselle Morales Rodríguez me es imposible hablar desde lejos. El uno por la amistad de siglos nacida en los altos santiagueros de Quintero y por saberlo superior. La otra, por cautivarme con su prosa con filo y brillo, a despecho de sus escasos años.

Por eso suscribí, letra a letra, las razones del jurado del premio anual Juan Gualberto Gómez. A Gisselle, en periodismo digital, “por la búsqueda de una Cuba más humana y profunda, que sale a la superficie a respirar gracias a un periodismo sagaz, sobre una realidad diversa”. A Enrique, en prensa escrita, “por la maestría, coraje, belleza estilística y sólida preparación del periodista ante las fuentes institucionales, con dominio excepcional de todos los géneros  periodísticos”.

De él pudiera solo mencionar su nombre y todo está dicho. Apenas suscribiré un porqué del magisterio que arropa a este y sus más de 100 premios nacionales: “El periodismo de pura raza descansa en el dato, en el dato sólido. Intento no ser rehén del periodismo impresionista, ello se logra con oficio y gracias a las competencias profesionales de quienes dirigen los procesos editoriales, los medios de prensa”.

Añade él y le creo: “Nadie se acostumbra a un premio, pero te aseguro que me estremecí cuando leí el acta del jurado, fue indulgente en su justificación”. Pura modestia. No es este aquel del 2008 cuando inauguraba para Sancti Spíritus tamaño reconocimiento, ni el del 2011 que llegó más esperado. No lo dirá nunca porque no es hombre de quejas ni de miedos. El de ahora tiene detrás más que la hondura analítica sobre los exámenes de ingreso o la habilidad para descubrir al Gerardo hombre o al Katanga silvestre. Tiene el crecimiento profesional de casi 30 años en los que ha dejado el alma, la vida y los ojos, literalmente sus ojos, limados por esa impertinente retinosis y lacerados por dos operaciones. “No me he desplomado ante esa enfermedad porque tengo familia, pero seguiré con el ojo del pensamiento”.

Lo que sí logra desplomarlo a punto de la mudez es esta confidencia que me permito adelantarle: “Cuando sea grande, quiero ser como Ojito”. Lo dice Gisselle, quien completa así el acta del jurado y la mía personal: “Él es genial, tiene una facilidad para enseñarte, atenderte, aconsejarte, sin abandonar lo suyo…”.

Sin saberlo, o sabiéndolo, ya anda en esa aspiración. Los une la pulcritud del lenguaje; el uno dicho con la aristocracia del diccionario, el otro desde la cotidianidad del decir bello y concreto. Les junta la visión de George Orwell: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás son relaciones públicas”.

Lo que admiro en Gisselle es su fidelidad con esa suerte de credencial de su blog Cuba Profunda, que enamora a un jurado de más de 126 500 visitas en cinco años. Lo que admiro es su talento para convertir en suceso de red la compra de una cabeza de ajo en un mercado. Lo que admiro es esa persistencia de autoflagelación sin sentido: “Para mí es todavía muy epidérmica. Ya pasó la furia de los blogs. Es un intento de debate. La profundidad está en la medida en que los comentaristas opinan sobre aristas que yo no había visto”.

De desmentirla se encargan quienes persiguen cada miércoles de actualización, los 160 comentarios que cuelgan de su “catarsis”  “Sueño de país” o los 64 de “La batalla retórica”. Nada hay de epidérmico cuando ahonda en “La miel salió sin cocaína” o “Qué será lo que quiere Obama”, que le develan en una madurez mayor a sus años. También porque es “nativa digital” que le permite un blog interactivo de varias herramientas hipermedias que suben de tono una prosa por su desenfado, ironía, literatura, como para purgar los sueños de la escritora que quiso ser… y es. “El reto mayor es que trato de que sea exclusivo, con tono de blog, es escribir lo que creo de un tema. Me propongo renovar los temas, buscarle, como decimos, la vuelta para cautivar, lo que no siempre se logra”.

Evade la banalidad: “Hay demasiada hojarasca, demasiada información insulsa en Internet, al punto de exacerbar mi ya de por sí exacerbado escepticismo. Sin embargo, me confieso en deuda  por haber despabilado en mí esa capacidad de dudar, de poner en tela de juicio todo, o casi todo”.

Lo que no sabía esta sagüera aplatanada en Sancti Spíritus es que ese cordón entre sus “dos ciudades”, ese andar 10 años de alquiler en alquiler, le daría la vivencia para desnudar al país “terrenal”, a esa Cuba que ausculta con otros ojos y que existe en el equilibrio de “Las verdes y las maduras de los hostales en Trinidad” o “El oro de Motembo”.

Prefiere, pese al premio, el otro periodismo, el de investigación.  “Aún no soy visible para la mujer que coge la guagua y el que paga la navegación por horas, porque no las va a coger para ir a mi blog”. Escambray le abre sus otras páginas y ahí también conquista lectores y lauros nacionales. Igual lo defiende en sus autopistas virtuales desde donde es capaz de atraer miradas lo mismo por un 26 de Julio que por un accidente reciente o generar tuit tras tuit.

Un lustro después no cree que sea “cuestión de coser y cantar esto de alimentar un blog una vez por semana”, como pensó el día en que Borrego la “esclavizó”. “Creía que tendría siempre sobre qué escribir, controversial y desconcertante como es la realidad cubana y, sobre todo, tiempo y ganas para hacerlo. En cinco años, me han sobrado oportunidades para poner los pies sobre la tierra”.

Y cuando me asalta el impulso para readmirarla, me evito el pavoneo con el auxilio de Ojito, a sabiendas de que su rostro volverá a teñirse de puntos rojos y su sonrisa afianzará su candidez. “Que me disculpen los perfeccionistas del lenguaje, pero ella es un tronco de periodista, tiene tremenda capacidad de trabajo, mira diferente a los que pertenecemos a otra generación, aunque su palabra sigue apostando por lo nuestro. Tiene la humildad que les falta a algunos jóvenes; por suerte para Escambray, ella existe”.

Por Elsa Ramos Ramírez / Cubaperiodistas

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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