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Fidel y Raúl se abrazan otra vez en Cinco Palmas

Sé que le resulta inevitable. Sesenta años después, el 18 de diciembre, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, recuerda (y siente) durante todo el día, aquel abrazo con Fidel en Cinco Palmas.

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Fidel y Raúl en Cinco Palmas. (Foto: Autor)

No fue un abrazo cualquiera, de cuando se reencontraban a modo de despedida, o de recibimiento, al pie de la escalerilla de la nave de Cubana de Aviación…

No; aquel fue el abrazo más profundo y entero de hermanos, al coincidir, por fin otra vez, luego de 16 días de incierta, pero segura marcha por la cordillera montañosa, perseguidos por fuerzas militares del ejército batistiano decididas a liquidar a cuanto expedicionario del yate Granma encontraran tras la dispersión de los jóvenes revolucionarios en las adversas condiciones de Alegría de Pío.

Dieciséis días en los que Fidel, con Faustino Pérez y Universo Sánchez, por un lado, y Raúl, acompañado por Efigenio Ameijeiras, Ciro Redondo, René Rodríguez y Armando Rodríguez, por otro, habían burlado el cerco atenazador de la muerte, más por obra de las convicciones que por gracia del aparente milagro.

Puedo imaginar la fatiga, el sueño royendo hasta los rincones inconscientes del cerebro, la sed desbocada, la caña como único alimento  para engañar al hambre… y por encima de todo —¡vaya hermosa necedad!— la confianza en el triunfo que, no obstante, ya sobrevenía, irrespetando las agujas del reloj, restándole días al calendario.

E imagino también, lo que se siente en tales circunstancias, cuando el humilde y desconocido guajiro quita a su familia el “bocado” que tienen de comer,  para entregárselo a aquel “buchito” de hombres empeñados en cambiar los ejes —y de hecho el rumbo— de la historia.

Por eso, emergen cada vez más nombres junto a los de Adrián y Guillermo García (padre e hijo), Daniel Hidalgo, Cota Coello, los hermanos Tejeda, Marcial Areviches, Baldomero Cedeño, Crescencio Amaya, Julián Morales, Luis Cedeño, Mongo Pérez, Hermes Cardero, Crescencio y Primitivo Pérez…

¿Cuándo halló la soldadesca del dictador Fulgencio Batista respuesta igual? Jamás.

Dieciséis días que dieron al traste con aquel abrazo tan fuerte como la historia. Y entonces, la pregunta de Fidel en medio de la noche: ¿Cuántos fusiles traes? Y la respuesta de Raúl: Cinco.

Y dos que tengo yo, siete (otra vez el Comandante)

Y la frase que dejó perplejos a los presentes (y sin voz ni futuro al régimen opresor): ¡Ahora sí ganamos la guerra!

Y yo, que vi y viví la reedición de aquel abrazo, treinta años después (diciembre de 1986), exactamente en el mismo lugar, no puedo evitar desprender estos apuntes de lo escrito por protagonistas e investigadores, como tampoco dejar en alguna tranquila carpeta de mi computadora la foto que acompaña a este breve texto: una de las tomadas con una gastada camarita Zenit, rusa, aquel día, cuando el abrazo de Fidel y de Raúl volvió a estremecer, en peso, a la Sierra Maestra toda.

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