COLUMNISTAS

El legado de Obama en la política hacia Cuba

 

El próximo 20 de enero de 2017, concluirá el segundo y último mandato presidencial de Barack Obama, y para nadie es un secreto, que su administración ha marcado el principal punto de inflexión dentro de la clásica política hostil de los Estados Unidos contra Cuba. Obama retomó el camino que antes había trazado el presidente James Carter (1977-1981) en la política hacia la Isla y lo llevó más lejos de lo que realmente muchos imaginábamos antes de los históricos anuncios del 17 de diciembre del 2014.

Quizás hacia ningún otro país, Obama ha implementado con tanto esmero el llamado soft power–poder blando-, una de las caras de la doctrina del smart power –poder inteligente-, concepto manejado por Joseph Nye.[i] El poder blando es definido por Nye como la habilidad de lograr los objetivos de la política exterior de los Estados Unidos a través de la atracción más que por la coerción y la amenaza.

¿Cuáles serían entonces los principales acontecimientos inéditos en las relaciones Cuba-Estados Unidos desde la ruptura diplomática de enero de 1961, que han tenido lugar durante la administración Obama?

  • Nunca antes, desde el triunfo de la Revolución Cubana, presidente estadounidense alguno había realizado una llamada telefónica a su par cubano para hablar de manera cordial y respetuosa, apartándose al menos por unos minutos de la tradicional arrogancia imperial y reconociendo, de hecho, la legitimidad del gobierno cubano.
  • Ningún presidente estadounidense en funciones había manifestado su opinión contraria al bloqueo contra Cuba, considerándola una política fallida. Carter y Clinton lo hicieron solo después de abandonar la Casa Blanca.
  • Tampoco en la historia de las relaciones Cuba-Estados Unidos se había coordinado un mensaje televisivo simultáneo de los líderes de ambas naciones anunciando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el inicio de un proceso de normalización de las relaciones.
  • Siempre, dentro los diferentes diseños de negociación con Cuba –fundamentalmente visibles durante las administraciones de Gerald Ford y Jimmy Carter- el restablecimiento de las relaciones diplomáticas fue contemplado por el gobierno de los Estados Unidos como un último paso en el camino de un largo proceso negociaciones y acuerdos. Obama invirtió el proceso, y de un solo golpe, anunció que se abrirían embajadas en ambas capitales y pediría al Congreso el levantamiento del “embargo”, tomando por sorpresa a los que más podían torpedear el proceso de acercamiento a Cuba, en especial a la extrema derecha cubanoamericana presente en el legislativo estadounidense.
  • Ninguna de las 10 administraciones estadounidenses que precedieron a la de Barack Obama estuvo dispuesta a sentarse de igual a igual a conversar con la dirección de la Revolución Cubana, como lo hizo Obama en la Cumbre de las Américas realizada en Panamá y luego en dos oportunidades más.
  • Nunca antes los Estados Unidos y Cuba habían conversado con respeto y en igualdad de condiciones sobre un tema donde existen tantas diferencias como el de los derechos humanos. Tampoco con anterioridad representantes de ambos países se habían reunido para abordar el complejo tema de las reclamaciones por las propiedades norteamericanas nacionalizadas a inicios de la Revolución, junto a la demanda cubana por daños económicos.
  • La reunión en Washington en julio de 2015 entre los encargados de las relaciones exteriores de ambos países, el secretario de Estado John Kerry y el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, constituyó la primera a ese nivel desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en 1961.
  • A finales de julio de 2015 la embajadora estadounidense ante la ONU, Samantha Power, realizó la primera visita de un embajador de ese país a la Misión de Cuba ante las Naciones Unidas en más de medio siglo.
  • La visita de John Kerry a la Habana en agosto de 2015 para participar en la apertura de la embajada estadounidense en nuestro país, fue la primera de un secretario de estado de los Estados Unidos en 70 años.
  • Por primera vez se crea una Comisión Bilateral para diseñar y organizar los asuntos que serán analizados en el largo y complejo proceso de hacia la normalización de las relaciones. Como derivación de ella surgió también el mecanismo de Diálogo Económico bilateral.
  • La visita de Obama a Cuba en marzo de 2016 constituyó la primera de un mandatario estadounidense en casi 90 años.
  • Se restablecieron los vuelos regulares entre ambos países después de más de 50 años;, la transportación marítima de pasajeros que califican bajo las 12 categorías permitidas por la ley y el correo postal directo.
  • Se logró la renovación en los Estados Unidos del registro de la marca de ron cubano Havana Club.
  • Ninguna administración estadounidense había firmado con Cuba en apenas dos años tantos acuerdos de cooperación en áreas de interés común y abierto a la vez diferentes espacios para el diálogo bilateral.[ii]
  • Los intercambios académicos, culturales, científicos y deportivos superan en número los ocurridos durante otras administraciones estadounidenses, al igual que los viajes en ambas direcciones y las visitas de alto nivel.
  • Por primera vez un Presidente de los Estados Unidos hace pública –Carter lo había hecho con anterioridad pero de manera secreta- una directiva presidencial en la que ordena y establece el camino para avanzar hacia la normalización de las relaciones entre ambos países.
  • Luego de 25 años de votación en Naciones Unidas contra el bloqueo, los Estados Unidos por primera vez se abstienen.

Como se ve, la mejoría de las relaciones bilaterales se da tanto en el plano simbólico, como en el práctico. Sin embargo, a pesar de los notables progresos que se han obtenido en las relaciones bilaterales como: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, el propio inicio del complejo proceso hacia normalización de los vínculos bilaterales y los acuerdos alcanzados hasta el momento, el regreso de nuestros héroes antiterroristas y la eliminación de Cuba de la espuria lista de países antiterroristas;lo cierto es que Obama se va y la Mayor de las Antillas no solo se quedará con el bloqueo –principal obstáculo para la normalización de las relaciones-, sino también con la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo y con toda una serie de políticas hostiles del pasado como Radio y TV Martí, los programas de corte injerencista y aquellos que politizan el tema migratorio al incitar a la emigración irregular.

Lo inédito ha estado en los métodos que ha introducido la administración Obama en la política hacia Cuba, pero no el propósito de promover cambios en Cuba de acuerdo a los intereses de Estados Unidos. Tampoco Obama y sus asesores han sido unos iluminados que han descubierto formas más inteligentes para lograr sus propósitos con Cuba. Muchas ideas y concepciones, que ahora han alcanzado mayor consenso en la clase dominante de los Estados Unidos sobre cómo lograr la “transición hacia el capitalismo en Cuba”, se habían esgrimido desde épocas anteriores en determinados círculos de poder de los Estados Unidos, aunque es innegable que el actual gobierno en la Casa Blanca ha hecho sus aportes.

Obama y el bloqueo

Obama ha manifestado públicamente su desacuerdo con el bloqueo, al considerarlo una política fallida que no ha logrado hacer avanzar en Cuba los intereses de los Estados Unidos. Asimismo, ha exhortado al Congreso a proceder con su levantamiento definitivo.  Mas cuando se analiza que, a pesar de la Ley Helms Burton, el presidente de los Estados Unidos conserva amplias facultades ejecutivas para, a través de licencias, erosionar significativamente el bloqueo,[iii] surgen entonces inevitables cuestionamientos: ¿por qué Obama no ha agotado hasta el final esas prerrogativas?, ¿por qué las medidas que ha tomado para flexibilizar el bloqueo han sido limitadas,  a cuentagotas y con una tendencia que desfavorece al sector estatal de la economía cubana? ¿Cómo se explican las críticas de Obama al bloqueo y que sea al mismo tiempo su administración la que más fervientemente ha llevado adelante la persecución financiera contra la Isla, superando incluso a la administración Bush en la aplicación de las sanciones?

No albergo dudas de que Obama ciertamente considera al bloqueo una política fracasada –lo consideraba así desde que era senador en el 2004-, pero al mismo tiempo, se hace notorio que, ha sido demasiado cauteloso en su desmontaje para evitar una demanda judicial o maniobrado de forma astuta con sus prerrogativas presidenciales.En este punto existen criterios encontrados entre especialistas en las relaciones Cuba-Estados Unidos y abogados que han estudiado el amplio abanico de leyes y regulaciones que componen el bloqueo contra Cuba. Sin embargo, creo que a nivel de hipótesis pudieran argumentarse ambos criterios. El futuro se encargará de mostrar la verdad. “En política lo real es lo que no se ve”, decía nuestro Apóstol, José  Martí.

Asesores y abogados muy ligados a la administración Obama han planteado que están en el límite de lo que desde la rama ejecutiva se puede hacer con relación al bloqueo, mientras que destacados  académicos sostienen que él realmente quisiera hacer más, pues el bloqueo, en definitiva, constituye un obstáculo para sus propósitos de aumentar los canales de influencia de los Estados Unidos en Cuba.

Sin embargo, no deja tener sustento la hipótesis de que Obama, tomando en cuenta el contexto el político y legal, ha preferido entonces maniobrar con gran astucia y sin grandes riesgos a través de sus cinco paquetes de medidas de “flexibilización” del bloqueo, para maximizar el rédito político de su nuevo enfoque hacia la Isla. Algunos elementos que respaldan este criterio serían:

  1. La gran espectacularidad mediática en que ha sido anunciado cada nuevo paquete de medidas, por muy limitadas que hayan sido las “flexibilizaciones”. La espera del momento más oportuno para dar a conocer las nuevas disposiciones. El primer paquete de medidas fue anunciado solo a pocos días de la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, mientras que los anuncios del 17 de diciembre de 2014 precedieron solo unos meses a la Cumbre de las Américas en Panamá. Asimismo, otras medidas fueron anunciadas antes de la visita de Obama a Cuba. El último paquete de medidas aprobado, así como su directiva presidencial de política hacia Cuba, se hicieron públicas días antes de la votación en la Asamblea General de Naciones Unidas de la resolución cubana contra el bloqueo. En política nada es casual. Todo ello proyectando una posible falsa imagen al mundo, de que el Presidente estadounidense ha agotado todas sus facultades ejecutivas con relación al bloqueo y que el resto está en manos del Congreso, o en todo caso de Cuba, a la cual correspondería conceder algo a cambio de los “significativos gestos” de Obama.
  2. La manera en que se han priorizado en el proceso de debilitamiento del bloqueo, donde la mayoría de las medidas favorecen el crecimiento del sector privado a la interno de la sociedad, mientras se observa una tendencia que discrimina al sector estatal de la economía cubana. Solo a partir del tercer y cuarto paquetes de medidas se comienza a tomar en cuenta al sector estatal, aunque de manera limitada y con pocas posibilidades de implementación.
  3. El manejo del bloqueo en dos direcciones, como advirtió el Doctor en Ciencias, Esteban Morales, desde el primer período presidencial de Obama, tratando de contraponer “pueblo” y “gobierno”. La mayor cantidad de medidas de “flexibilización” –paquetes, remesas, viajes, becas, etc- se dirigen a captar simpatías e influir dentro de determinados sectores de la sociedad cubana –desdibujando la imagen del enemigo- , mientras que sobre el gobierno cubano se mantienen la mayoría de las presiones, que le dificultan poder llevaradelante con éxito su actual estrategia económica. De esta manera, se busca incidir en el curso de las transformaciones actuales de la sociedad cubana, desviándolas hacia los intereses de Washington, en un momento en que se producen cambios generacionales en las estructuras de dirección del país, algo que el propio Obama ha planteado que pretende aprovechar. A su vez, mientras las circunstancias lo permitan, el bloqueo puede continuar utilizándose como carta de presión sobre el gobierno cubano para exigir cambios o concesiones que satisfagan las demandas hegemónicas de los Estados Unidos.

Por otro lado, no deja de ser dudoso, que después de dos años de estudios, conversaciones y negociaciones bilaterales, Obama y sus asesores no tengan una claridad de hasta dónde puede llegar en la modificación de las políticas de sanciones contra Cuba. Es cierto que a Obama le interesa que los grandes capitales estadounidenses lleguen en gran escala a Cuba –y el bloqueo es un obstáculo para ello-, pero más aún le interesa potenciar la expansión del sector privado en la Isla y estimular su conversión en el principal “agente de cambio” hacia el capitalismo, pues ello es funcional a sus propósitos de “cambiar a Cuba desde dentro”, tomando en cuenta los continuos fracasos al intentar hacerlo desde fuera. Las declaraciones de Antony Blinken, subsecretario de Estado de los Estados Unidos, durante una visita realizada a España en julio del 2015, fueron muy explícitas al respecto: “El embargo tenía buena intención. Reflejaba el hecho de que el Gobierno cubano en la época denegaba derechos básicos a sus ciudadanos y representaba una amenaza de seguridad con su alianza con la URSS. Pero no ha sido eficaz en lograr sus objetivos. Lo lógico es intentar algo diferente. Creemos que abrir la relación es la mejor manera de alcanzar los objetivos que tenían aquellos que apoyaban el embargo. Esto permitirá al pueblo cubano, a la clase media, tener más contacto con el mundo y con EE.UU. Esto nos permitirá extender nuestros contactos en la sociedad cubana. Las medidas que estamos tomando reforzarán a la clase media de Cuba. Este es el mejor instrumento para obtener lo que todos queremos: una Cuba libre, próspera y democrática”.[iv]

Tampoco puede desconocerse que, desde abril del 2009 –aunque ya había pronunciamientos y estudios anteriores- el importante tanque pensante de los Estados Unidos Brookings Institution, en un informe elaborado por 19 personalidades del mundo académico y diplomático estadounidense, especialistas en las relacionesCuba-Estados Unidos, abogados y líderes de opinión, dio a conocer hasta donde podía llegar Obama en la flexibilización de las sanciones económicas contra Cuba: “…el Presidente no tiene autoridad para cancelar el embargo o levantar la prohibición de viajes, pero puede desmantelar el actual embargo comercial usando su autoridad para otorgar licencias para el comercio en ambas direcciones de una amplia variedad de bienes y servicios, o permitiendo la exportación estadounidense de ciertos bienes y servicios así como ampliando las categorías que permiten viajes entre Cuba y los Estados Unidos”.[v]

También que el destacado abogado estadounidense Rubert Muse ha explicado que “la autoridad del Presidente de los Estados Unidos de derogar o modificar el embargo comercial es esencialmente sin restricciones”, pese a la existencia de la Ley Helms-Burton. “Es necesario -señala Muse- remover cualquier idea errónea de que el presidente no tiene autoridad para normalizar las relaciones con Cuba”.[vi]

El pasado 27 de octubre, los reconocidos abogados estadounidenses Stephen Heifetz y Peter Jeydel, publicaron en The Hill un artículo en el que defendían  el mismo punto de vista de Muse, sobre las amplias facultades del Presidente para vaciar de contenido fundamental el bloqueo. Los autores del texto, Tiempo de poner fin definitivamente al embargo sobre Cuba, advertían: “el Secretario del Tesoro podría autorizar a empresas estadounidenses de manufactura y energía iniciar operaciones en Cuba”.[vii]

Sin embargo, ya casi con Obama de salida de la Casa Blanca, su administración solo ha autorizado invertir en Cuba en el sector de las telecomunicaciones, con declarados propósitos políticos e injerencistas. ¿Por qué se excluyen otros sectores importantes y estratégicos de la economía cubana? De la misma manera se han presentado las medidas sobre las operaciones comerciales con pequeños y medianos negocios privados cubanos. En cada uno de los paquetes de medidas no se ha tomado en cuenta a los sectores claves de la economía cubana. Las más recientes medidas anunciadas en octubre incorporan la posibilidad de comercializar y distribuir productos de la industria farmacéutica y biotecnológica cubana, pero no permiten la creación de empresas mixtas para hacer estas operaciones. Por otro lado, a pesar del anuncio del gobierno de los Estados Unidos, antes de la visita de Obama a Cuba, de que la Isla podía hacer uso del dólar estadounidense en sus transacciones financieras –medida que de aplicarse pudiera resultar muy significativa- , eso no ha podido suceder en la práctica, debido al efecto intimidatorio que el bloqueo provoca en los bancos internacionales y de los Estados Unidos y el hecho de que el gobierno de ese país no ha tomado medidas o realizado acciones complementarias que devuelvan la confianza a los bancos para realizar estas operaciones.  Asimismo, no existen aún relaciones bancarias normales entre ambos países, pues para Cuba se mantiene la prohibición de abrir cuentas corresponsales en bancos estadounidenses, algo que Obama pudiera autorizar sin dificultad.

Estados Unidos no es un actor racional único y entre los formuladores de política hacia Cuba se producen contradicciones. Aún existe un  grupo anclado en el pasado que considera que el bloqueo es funcional a la subversión y otro, que por el contrario, lo ve como un obstáculo para poder convertir los elementos del Carril II en una amplia autopista de influencias. Obama, sin duda, pertenece al segundo grupo, pero lo acontecido del 17 de diciembre de 2014 hasta la fecha, puede también entenderse como un intento de proceder al desmontaje del bloqueo de forma gradual e intencionada, con el objetivo de maximizar los dividendos que pudiera ofrecer la estrategia de seducción y ablandamiento adoptada como nuevo enfoque en la política hacia Cuba, que al propio tiempo dificulte la capacidad de respuesta del gobierno cubano.

De cualquier manera, todo parece indicar que el bloqueo tiene sus días contados, pero Cuba jamás puede confiarse o desmovilizarse en su lucha por alcanzar su total eliminación. Como dijo nuestro ministro de Relaciones Exteriores en Naciones Unidas, Bruno Rodríguez, el pasado 26 de octubre: “Es necesario, por tanto, juzgar por los hechos. Lo importante y concreto es el desmontaje del bloqueo, más que los discursos, las declaraciones de prensa o incluso el voto de una delegación en esta sala. Repito, es necesario juzgar por los hechos”.[viii]

Un escenario de “ganar-ganar”.

No se puede obviar en el análisis que la política de los Estados Unidos hacia Cuba anunciada el 17 de diciembre de 2014, no está fuera del plan estratégico general de Washington por recomponer su liderazgo y hegemonía en toda la región de América Latina y el Caribe. La concepción del Smart power–poder inteligente- que ha asumido la administración Obama en política exterior, está basada en el uso de todos los instrumentos del poderío nacional de los Estados Unidos, adaptándolo a las realidades contextuales de cada región o país en específico, lo que Nye denomina inteligencia contextual, y a partir de ahí tener la habilidad de combinar poder duro y blando con mayor efectividad. Por ello es que en ocasiones las políticas de los Estados Unidos puedan aparentar incoherencia en la aplicación de retóricas y praxis diferentes, pero nada más lejos de la realidad que esta apreciación.

Los distintos pronunciamientos de Obama y sus asesores más cercanos después de diciembre de 2014, hacen evidente que su administración ha buscado con este nuevo curso de acción hacia la Isla, hacer coincidir los objetivos políticos específicos que se proponen para Cuba, con otros regionales y globales, en una estrategia integral que le permita ganar en todos los frentes.

¿Cuáles serían algunos de esos propósitos integrados?:

-Reducir el referente simbólico que ha significado Cuba para el hemisferio y el mundo, como ese David enfrentado con éxito a Goliat.

-Crear confusión y división entre los gobiernos progresistas, los movimientos sociales y los sectores de izquierda en la región. Algunos de los cuales pudieran llegar a pensar de manera errónea que la Revolución Cubana ha claudicado.

-Afectar, y de ser posible revertir, los procesos integracionistas y los espacios concertación y cooperación que en los últimos años han avanzado en la región apartándose de las lógicas de dominación de Washington. Entre ellos: la CELAC, UNASUR, ALBA-TCP y Petrocaribe.

-Después de superada la “distracción cubana” y dejado atrás un tema irritante que estaba complicando cada vez más la agenda interamericana de los Estados Unidos, concentrar la mayor cantidad de esfuerzos en las acciones desestabilizadoras contra el proceso revolucionario en Venezuela, por la importancia geopolítica y geoestratégica de este país en la región. También, acentuar en el hemisferio la guerra de cuarta generación y sus componentes psicológicos-comunicacionales contra otros países cuyos gobiernos han seguido una línea progresista y de izquierda.

-Al tiempo que se recupera el espacio perdido en América Latina y el Caribe, disminuir la influencia y presencia de actores extra regionales como Rusia y China, que hoy disputan la hegemonía de los Estados Unidos a nivel global.

-Eliminar los principales aliados estratégicos de Cuba en el hemisferio, lo que colocaría a la Isla en una situación comprometida y supuestamente vulnerable en la mesa de negociaciones con los Estados Unidos. Según ese cálculo, a Cuba no le quedaría otro remedio que sucumbir a los pies de los Estados Unidos.

Ya desde marzo de 2016, Ben Rhodes, uno de los principales asesores de Obama, se vanagloriaba, en una entrevista ofrecida a The Atlantic, de los cambios que se estaban viendo al sur del hemisferio, y, de alguna manera, lo asociaba al “nuevo enfoque” de política hacia Cuba, anunciado el 17 de diciembre de 2014:

“Cuando asumimos el cargo, el viento soplaba a favor de Hugo Chávez, Evo Morales y las fuerzas antiestadounidenses, el movimiento ALBA en América Latina… Y de hecho lo has visto en las últimas elecciones de Argentina, en las que la presidenta antiamericana Cristina Kirchner fue reemplazada por un presidente muy pro-americano, el presidente Mauricio Macri, a quien visitaremos después de Cuba y usted ha visto Evo Morales perder un referéndum en Bolivia. No estoy diciendo que haya un efecto causal directo en nuestras políticas, pero es indiscutible que nos hemos quitado esencialmente como una fuerza justificadora para aquellos líderes de la región que tienen una política arraigada en el antiamericanismo”.[ix]

Este es, en parte, el “legado” que Obama quiere dejar en materia de política exterior hacia América Latina y el Caribe: los Macri y los Temer, aunque Ben Rhodes se adelanta al cantar victoria antes de tiempo. Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y otros países de la región, junto a los movimientos sociales y las fuerzas progresistas, aún libran importantes batallas por la emancipación y unidad de nuestros pueblos. Pese a avances y retrocesos, la historia de nuestra región jamás volverá a ser como antes.

La directiva presidencial de Obama.

Antes de Obama, solo el presidente James Carter (1977-1981) había firmado una directiva presidencial donde ordenaba iniciar un proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Carter lo hizo en un documento secreto, Obama en uno público y de mayor extensión. Carter aprobó este documento en los comienzos de su mandato presidencial, Obama lo hace en un segundo mandato y casi de salida de la Casa Blanca. Por lo tanto, la directiva de Obama está pensada más para el próximo presidente de los Estados Unidos y va a tener muy pocos efectos prácticos en los meses que le restan como Presidente. El documento –una especie de testamento político- recoge las ideas que en torno al “proceso de normalización” ha ido madurando la administración Obama, desde el 17 de diciembre de 2014 hasta la actualidad. Es difícil que la próxima administración estadounidense pueda ignorar esta directiva, pero nada la obliga a darle cumplimiento. El nuevo Presidente de los Estados Unidos podría elaborar su propia directiva de política hacia Cuba.

Esta nueva directiva del 14 de octubre, bajo un lenguaje engañoso, esconde numerosas contradicciones y manipulaciones.

“Reconocemos la soberanía y autodeterminación de Cuba –dice la directiva- y damos cuenta de las áreas en las que existen diferencias. Pretendemos abordar tales diferencias por medio de la interacción y el diálogo, así como mediante la promoción de un creciente entendimiento entre nuestros gobiernos y pueblos”, dice desde sus comienzos, para luego negarlo en varias oportunidades. Como cuando señala: “El Gobierno de los Estados Unidos no tiene intención de modificar el tratado de arrendamiento vigente y otras deposiciones relacionadas con la Base Naval de Guantánamo, que permite a los Estados Unidos mejorar y preservar la seguridad regional”.

¿Es posible que se reconozca y respete la soberanía de Cuba, cuando parte de nuestra soberanía territorial se encuentra comprometida por la presencia ilegal y forzosa de los Estados Unidos en la bahía de Guantánamo?

Después de los anuncios del 17 de diciembre de 2014 se ha hecho notoria la intención, a través de diversos pronunciamientos y documentos de la comunidad militar estadounidense, de dotar a la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo de una importancia para la seguridad nacional de los Estados Unidos, que realmente no tiene en la coyuntura actual, lo cual sirve además, como argumentación para enfrentar la histórica demanda cubana sobre ese territorio, que en el nuevo escenario de las relaciones ha cobrado mayor fuerza.

Nosotros no buscamos un cambio de régimen en Cuba. Continuaremos dejando claro que los Estados Unidos no puede imponer un modelo diferente en Cuba, porque el futuro de Cuba depende del pueblo cubano”, sostiene el documento más adelante. Sin embargo, esta declaración es inmediatamente refutada cuando se expresa que los Estados Unidos continuaran su “compromiso de apoyo a los activistas democráticos, como lo hacemos en todo el mundo, también fomentaremos relaciones con líderes comunitarios, blogueros, activistas y otros líderes en temas sociales que puedan contribuir al diálogo interno en Cuba sobre la participación cívica (…) Seguiremos apoyando programas que sean transparentes y consistentes con los programas desarrollados en sociedades similares en el mundo”.

¿Cómo se entiende esta contradicción? ¿Será realmente una contradicción o más bien una burda manipulación y ofensa a la inteligencia de los cubanos? La injerencia en los asuntos internos de otra nación, no por ser transparente, deja de ser injerencista. Sobre todo, cuando los Estados Unidos utilizan un pretexto tan poco creíble -viniendo de su parte- como el de los derechos humanos y la democracia.

La historia demuestra que a los Estados Unidos jamás le han interesado realmente los derechos humanos y la democracia en otros países, sino su hegemonía. Esto es lo que explica los dobles raseros y la manipulación constante de estos temas. Los distintos gobiernos de los Estados Unidos han sostenido relaciones cordiales y amistosas durante décadas con países en los que sistemáticamente se violan los derechos humanos y en los que poco importa la democracia, pero al responder a los intereses de Washington han recibido de inmediato su beneplácito.

Por si fuera poco, solo unos día después de hecha pública la directiva presidencial, el Buró para la Democracia, los Derechos Humanos y Laborales (DRL), perteneciente al Departamento de Estado, abrió una licitación para interesados en obtener fondos para programas que promuevan “cambios democráticos” en materia de derechos civiles, políticos y laborales en Cuba.La cifra ofrecida asciende a 5,6 millones de dólares.[x]¿Es esa la manera en la que los Estados Unidos pretenden abordar las diferencias con Cuba? ¿Para qué se establecieron entonces embajadas en ambos países? ¿Qué pensaría el gobierno de los Estados Unidos si fuese a la inversa, si Cuba pagara a “disidentes” estadounidenses para que atentaran contra el orden constitucional en ese país? Para que exista una relación normal entre ambos países, entre otras cosas, la política de “cambio de régimen” debe ser definitivamente sepultada. De lo contrario esa directiva no irá jamás en la dirección correcta.

A Obama aún le restan unos días en el poder, quizás pudiera dejar de “jugar al flojo” con Cuba y extender aún más –sin violar la ley- la relación económica con la Isla. Esto estaría más en correspondencia con su discurso y directiva presidencial de hacer irreversible el proceso que se inició el 17 de diciembre de 2014 y dejaría un legado mucho más promisorio para las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, aunque seamos conscientes que en su esencia, la normalidad a la que aspiran los vecinos del norte, se contrapone a la que históricamente hemos defendido y seguirnos defendiendo los cubanos. Pero en el camino hacia esa meta antagónica, no dejan de existir senderos en los que ambos pueblos se encuentran y benefician.

Notas

[i] Graduado en la Universidad de Princenton y doctor por Harvard, experto en relaciones internacionales. En varias de sus obras ha introducido y analizado el concepto Smart Power el cual ha tenido amplia repercusión en el discurso político estadounidense y la política exterior de ese país. En la actualidad es profesor de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard.

[ii]Ejemplo de ello han sido: Memorando de Entendimiento sobre y conservación y manejo de áreas marinas protegidas; Declaración Conjunta para la cooperación en la protección del medio ambiente; Programa de colaboración para la capacitación de profesores de idioma inglés; Memorando de Entendimiento para la cooperación en el mejoramiento de la seguridad de la navegación marítima; Memorando de Entendimiento para la cooperación en la agricultura; Memorando de Entendimiento entre el MININT-Aduana General de la República y el Departamento de Seguridad Interna de EE.UU. para la cooperación en la esfera de la seguridad de los viajeros y el comercio; Memorando de Entendimiento entre el MINSAP y el Departamento de Salud de EE.UU. para la cooperación en la esfera de la salud; Arreglo entre el IACC y la Agencia de Seguridad del Transporte (TSA) de EE.UU. para el despliegue de oficiales de seguridad a bordo de los vuelos chárter que operan entre ambos países y Acuerdo para la cooperación en la lucha contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas.

[iii] Otras cosas que aun puede hacer Obama: Permitir a Cuba la apertura en EE.UU. de oficinas de información sobre viajes; autorizar las exportaciones a Cuba de productos estadounidenses para ramas claves de la economía cubana, por ejemplo para la minería, el turismo, la biotecnología, la producción petrolera, entre otras; autorizar importaciones de productos cubanos a EE.UU., más allá de los elaborados por el sector no estatal; autorizar la importación en EE.UU. de cual­quier mercancía fabricada o derivada de productos cultivados, producidos o manufacturados en Cuba por empresas estatales (níquel, azúcar, tabaco, ron u otros); permitir la exportación a Cuba de insumos y equipos médicos que puedan utilizarse
en la producción de productos biotecnológicos cubanos; permitir formas más amplias de colaboración en el desarrollo, comercialización y suministro de medicamentos y productos biomédicos de origen cubano, por ejemplo, inversiones directas de compañías de EE.UU. y empresas mixtas; permitir las ventas de materias primas que Cuba necesita para producir medicamentos para la población cubana y la de otros países en desarrollo; autorizar a compañías estadounidenses comercializar tratamientos médicos cubanos en EE.UU; autorizar a ciudadanos de EE.UU. recibir tratamientos médicos en Cuba y pagar por ellos; permitir a entidades cubanas (bancos, empresas, etc.) abrir cuentas en bancos de EE.UU; instruir a los representantes de EE.UU. en las instituciones financieras internacionales para que no bloqueen el otorgamiento de créditos u otras facilidades financieras a Cuba; autorizar a individuos y compañías estadounidenses realizar inversiones en Cuba, más allá de las aprobadas para el sector de las telecomunicaciones; autorizar a las subsidiarias estadounidenses a realizar negocios con Cuba, que no estén relacionados con la importación y exportación de bienes a Cuba (esto último está prohibido por la Ley Torricelli), por ejemplo, prestar servicios; autorizar a compa­ñías estadounidenses realizar todas las transacciones y exportaciones relacionadas con la exploración y extracción de recursos de hidrocarburos localizados en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Cuba; autorizar a compañías estadounidenses realizar transacciones y exportaciones para la prevención de derrames de petróleo en la ZEE de Cuba o en aguas territoriales cubanas; autorizar a compañías extranjeras a que utilicen plataformas de petróleo de aguas profundas para la exploración y extracción, que tengan más de un 25 % de componentes estadounidenses; autorizar a las plataformas de exploración extranjeras a que participen en la búsqueda de petróleo en la ZEE de Cuba y a utilizar productos de tecnología estadounidense; eliminar la lista de Nacionales Espe­cialmente Designados, clasificación que se aplica a empresas cubanas o a empresas extranjeras con in­te­reses en Cuba, que una vez que reciben este calificativo, se les aplican todas las regulaciones del bloqueo y se ven imposibilitadas de realizar transacciones comerciales y financieras con EE.UU. o con entidades extranjeras en terceros países que estén
vinculadas a EE.UU. Tomado de Granma, 19 de octubre de 2016.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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