El periódico La Demajagua, en la provincia de Granma, renace en cada parto de viernes, con el ajetreo de sus padres y madres. Surge del talento colectivo de periodistas, diseñadores, correctoras…, quienes pretenden parecerse cada vez más a su época y a los lectores.
El próximo día recorre calles, descansa en estanquillos, visita hogares, pasa de mano en mano e informa a miles de pobladores en este oriental territorio.
Lo conocí en su madurez. De aquellos días de primeros impulsos, linotipos y olor a plomo fundido solo sé las historias del amigo y reportero Orlando Fombellida Claro y de Ibrahín Sánchez Carrillo, quien se incorporó después. También las que otros colegas inmortalizaron en papel y los susurros de los ejemplares guardados en el archivo, que dejan huellas de tinta en mis dedos intrusos.
Allí, entre periódicos con 39 años de edad y otros recientes, descubro fotos de colegas que ya no están, formatos diferentes, sucesos de la provincia, afectaciones de huracanes y la evolución de la propia publicación.
Imagino el sonido de las máquinas de escribir, las emociones y sinsabores de quienes le daban vida al hijo “rojinegro”, sin importar horarios ni lejanías para buscar noticias y terminar las ediciones desde aquel 10 de octubre de 1977, cuando salieron los primigenios ejemplares.
Esa fecha de fundación es uno de los orgullos de sus trabajadores, fieles al ejemplo de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, al de los mambises iniciadores de la lucha por la independencia de Cuba, y al de Fidel, Raúl y otros grandes de esta nación.
A los retos tradicionales se suman los de la publicación con
profesionalidad en Internet, lo cual también apasiona al colectivo.
Recuerdo mi primer día en la sede de La Demajagua durante las prácticas laborales. Ahí estaba yo, a la puerta del asombro. Me sentaba frente a la computadora con el deseo de demostrar lo aprendido en la academia y el impulso de quien deseaba escribir más rápido de lo normal.
A mi lado, siempre la voz de la experiencia. Algunos reporteros se
convirtieron en hermanos grandes que me llenaron la mochila de
conocimientos, y todavía me brindan la mano. Sus consejos se trasladaban a pasillos y no cesaban durante el almuerzo.
Muy dentro había una suerte de amistad, donde quedaba claro que la labor periodística no es tarea forzada, sino una pasión, motivo de alegría. Fombellida, de 64 años de edad, me hablaba como un padre y me exigía el máximo –aún lo hace-, pues “para ser buen profesional debes aspirar a la perfección”, me dice todavía con frecuencia y, luego, siento el calor de su abrazo de gran amigo.
Por La Demajagua pasan varias generaciones. Unas van y otras vienen, pero prevalece el amor por la información y el periodismo.
Cada cual con los retos de su tiempo y la responsabilidad de que ese hijo de papel nunca envejezca y su sitio digital enamore a muchos en la red.
Yasel Toledo Garnache / Agencia Cubana de Noticias
